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Jaws

Tiburón

Tiburón es una película de 1975 que lanzó al estrellato a su director, el entonces joven Steven Spielberg. Se basa en la novela homónima de Peter Benchley, que era un típico relato de las noveletas que se escriben para leer en el verano. La película fue concebida con escaso presupuesto y con el mismo objetivo, hacer un producto para estrenar en el verano. Su estilo juega con el terror, con el suspense. La película ha sido comparada con un filme de Hitchcock. Esto se debe sobre todo, a la música de John Williams que es utilizada como en las películas del genial inglés para introducir el terror y sugerir la presencia del temible escualo.

Para empezar debemos decir que la película tuvo innumerables tropiezos, principalmente con relación a la maqueta del tiburón que se descomponía con frecuencia. Debemos recordar que en esta fecha todavía los efectos especiales no estaban tan perfeccionados ni sofisticados como hoy día. Quizás Tiburón fue el primer gran ensayo de lo que vendría después: una invasión de películas basadas en efectos especiales, pero este no es el caso de Tiburón, que tiene otros valores: fue la película más taquillera en la historia del cine hasta Star Wars (La Guerra de las Galaxias). Tiburón sorprendió al público, pero también a la crítica, que la ensalzó. Es considerada una de las películas más importantes en la historia del cine.

La trama no puede ser más sencilla. En un pueblecito costero, Amity Island, que vive del turismo veraniego. Se corre la voz de que en las aguas acecha un enorme tiburón, el policía del pueblo (Roy Scheider) insiste con el alcalde (Murray Hamilton) para que suspenda la temporada veraniega ante el inminente riesgo, éste se niega alegando que la economía del pueblo se basa en estas cortas semanas de vacaciones.

Aparece un oceanógrafo: interpretado por el joven Richard Dreyfuss, para acompañar en la investigación. Se inicia la temporada de verano, los turistas acuden en masa, llegan a pie, en bicicletas, en autos y en camiones, ante el temor del Jefe policial y la alegría del alcalde que desaparece de escena.

Los turistas están sentados en la arena, por sí o por no, no entran al agua. El policía se dirige a una pareja de ancianos y les pide por favor que entren al agua, le sigue una avalancha de público que se baña despreocupadamente, y aquí comienza el suspense: las piernas de los bañistas se ven por una cámara bajo el agua, esas piernas que se mecen tranquilamente le recuerdan al público el temor y la amenaza del supuesto tiburón. De repente alguien divisa una aleta como de un tiburón que avanza. Terror. Todos salen del agua presas del pánico, el policía trata de calmar los ánimos y lleva a los más pequeños hasta una laguna fuera del mar. Pero todo es una broma de mal gusto, dos niños muy norteamericanos, pesaditos llevaban una aleta para hacer una broma. Pasado el susto los bañistas vuelven poco a poco al agua hasta que si aparece realmente el tiburón. Y hasta ahí llegó la temporada de turismo. Los vacacionistas huyen en masa, el científico que resulta ser un hombre muy valiente quiere saber más del tiburón y se apresta a hacer una inmersión en las aguas con una jaula. Lo que ve le convence de que es un enorme escualo de gran peligrosidad.

Como en toda película de aventuras se contrata a un experto en tiburones, un hombre (interpretado por Robert Shaw) con una pequeña barca habilitada para cazar tiburones. El patrón alega una experiencia de sus tiempos como marinero en el pacífico y de un naufragio que sobrevivió en medio de tiburones. Emprenden la búsqueda del moderno monstruo, pero ellos no encuentran al animal, él los encuentra a ellos y los ataca mordiendo ferozmente la embarcación, aquí vemos por primera vez la espeluznante imagen del tiburón, con un enorme ojo que brilla. Aunque sepamos que es una maqueta y hayamos visto la película muchas veces, algo tiene que impresiona. La situación me recuerda vagamente un clásico de la literatura llevado al cine: Moby Dick, el capitán Ahab y la ballena blanca.

Pero estamos en otra época. El tiburón comienza a apoderarse de la situación. Le clavan un arpón y le van colgando elementos para retrasar su velocidad. El policía que está a bordo tiene un gesto de la típica cultura norteamericana: saca su revólver y le dispara al tiburón, gesto simbólico que viene del western. Mientras tanto continúa la lucha que esta vez ya es el tiburón contra el hombre, muerde la barca, amenaza con hundirla, y en una de sus incursiones el cazador pretende acercarse a las enormes fauces abiertas y el escualo se lo traga.
Continúa la batalla, en algún momento logran meter en las fauces un depósito de gas, y cuando todo está perdido -al parecer- para los hombres, y como el tiburón no puede ganar la pelea, el policía encuentra un viejo y poderoso fusil Garand (arma de combate en la segunda guerra mundial), dispara varias veces y uno de esos impactos llega al depósito de gas y el tiburón estalla estrepitosamente. Alivio. El hombre puede más que cualquier animal marino. De todas maneras esta película desarrolló una nueva ansiedad en el mar, nunca más los bañistas pudieron estar totalmente tranquilos. ¿Quién puede olvidar la advertencia de los monstruos que alberga el mar?