Cuenta la leyenda yoruba que los gemelos Ibeyi vencieron al mismísimo diablo tocando sus tambores sin parar hasta que este prometió marcharse y remover las trampas que había colocado en el mundo para cazar a toda la humanidad. Muchos siglos más tarde, también dentro de la tradición yoruba, llegaron a la tierra otro par de gemelas que, al igual que los Ibeyi mitológicos, han adoptado la música como su forma de salvarnos un poco.
Cuando se escucha por primera vez a Naomi y Lisa-Kainde Díaz, es difícil asimilar la idea de que fue hace apenas unos años que ese par de jóvenes decidió tomarse en serio esto de la música. Digo tomársela en serio porque la música no les era ajena en lo absoluto: ambas tuvieron una formación musical (Naomi, en la percusión clásica; Lisa-Kainde en el piano), y son hijas de una cantante francesa-venezolana y el tremendísimo tamborero cubano que fue Miguel Angá Díaz, lo que explica en buena medida por qué los ritmos y cantos afrocubanos forman parte esencial sus vidas.
Escucharlas hablar es un acto extraño y fascinante. La mirada de Lisa irradia alegría y frescura juvenil, mientras que la de Naomi es torva, más intensa, más antigua. A menudo sucede que una comienza a desarrollar una idea y la otra la termina, o la concluyen a coro, moviéndose por puro instinto entre las palabras, complementándose, más que interrumpiéndose, como si el aire les soplara los mismos pensamientos. Y ese instinto y sincronía al hablar también lo trasladan a su música. Varios críticos han comentado sobre su evidente conexión a la hora de tocar (algo que se puede comprobar chequeando los videos que hay de sus actuaciones en vivo), como si efectivamente el hecho de ser mellizas les diera la habilidad extrasensorial del entendimiento mutuo, ese acople tan caro a los músicos y que a los miembros de una banda por lo general les toma mucho tiempo y esfuerzo conseguir.
Todo comenzó realmente cuando Lisa empezó a cantar, y no pasó demasiado tiempo antes que Naomi se le uniera. El resultado, un par de años más tarde, es uno de los grupos más interesantes que se pueden escuchar en la actualidad. Lo tiene todo para triunfar: carisma, belleza, talento, pedigrí y el respaldo de Richard Russell, la cabeza de XL Recordings, uno de los más importantes sellos discográficos independientes del momento, que tiene en su catálogo, entre otros, a populares figuras como Adele y FKA Twigs.
Naomi,que es hija de Changó, es el nervio potente de la percusión con sus tambores batá, su cajón y sus beats electrónicos; Lisa, que lo es de Yemayá, es la melancólica reflexión del piano y la voz principal. Juntas han dado forma a unas canciones silvestres y sofisticadas a la vez, unas melodías intoxicantes, que se quedan resonando en la cabeza y te descubres tarareándolas en los lugares y momentos más insospechados del día.
El año empezó para ellas con el lanzamiento de su álbum debut Ibeyi (XL Recordings, 2015), una delicada pieza de orfebrería que mezcla sonidos tan antiguos como la voz con otros rabiosamente modernos, dibujando un denso paisaje de estructuras minimalistas.
El disco, con una clara evocación ritual, abre sus puertas con una plegaria a Eleguá, y en lo adelante el resto de los orishas van asomándose en sus alegrías y pesares, tal como sucede en la vida. Las hipnóticas letanías, marcadas por el ritmo de la música electrónica y el hip hop, son el sello distintivo de esta original y contemporánea lectura de los cantos yorubasque, como bien señala Mina Zhou, con su intensidad y reverberación nos sumerge en un universo sonoro que nos hace olvidar que apenas estamos en presencia de dos muchachas moviéndose entre controladores MIDI, unos pocos samples, un cajón, unos tambores batá, un piano, y unas voces. Las letras de los temas, de frases sencillas y a menudo reiterativas, se convierten en la voz de Lisa en unas líneas llenas de una profunda emoción que parece salida de otro mundo. Naomi, por su parte, explora los puntos de encuentro entre los ritmos afrocubanos y los contemporáneos, empeñada todo momento en sacar sonidos que no se suponía que estuvieran allí.
Sus canciones, que hablan de la espiritualidad, la vida, la muerte y el amor, se revelan sobre todocomo un retablo familiar –particularmente temas como Think of you, Behindthecourtain, Mammasays y Yanira–, un repaso por la intimidad de una casa, con sus conversaciones, libros y fotografías, el pequeño caos ordenado que describe un poco la personalidad de sus miembros (de hecho, varias de las letras fueron coescritas por Lisa junto a su madre y su tío, y el disco mismo es una suerte de homenaje a su padre y su hermana mayor, ambos fallecidos).
No hay mucho que señalar de manera negativa en este debut magnífico. Si algo pudiera decirse al respecto es en relación a cierta monotonía que acecha al final del disco y que a algunas personas puede molestar, así como una cierta superabundancia en el refinamientode los arreglos, como si los bordes imperfectos de las obras hubieran sido limados en exceso y a veces cuesta sentir el alma bajo la piel de algunos temas.
No estoy seguro de qué tan justo sea clasificar a Ibeyi como cubanas –aunque son nacidas y criadas en Francia, vivieron hasta los dos años en La Habana, y visitan la ciudad todos los años-, pero de lo que sí estoy convencido es que sería una verdadera injusticia –para ellas, para nosotros– dejarlas fuera del tapiz de la música cubana contemporánea. Porque estas chicas han tomado su herencia cultural y han emprendido un enigmático y maravilloso viaje del que deberíamos sentirnos orgullosos.
Mientras en Cuba son un fenómeno subterráneo que conocen los fanáticos habituales de la música electrónica y algún que otro pendiente de la escena más alternativa de la música comercial, Ibeyi se ha convertido en un suceso que ha acaparado titulares en las principales medios de la música alternativa en Europa y Estados Unidos. Confiemos, ahora que Cuba está de moda, que las gemelas decidan hacer un poco de publicidad y de paso regalarle a su otra patria un concierto que más de uno estamos esperando.