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Stevenson glorificaría otra vez la Ciudad Deportiva

De amar las glorias pasadas, se hacen fuerzas para adquirir las glorias nuevas.

 José Martí

Teófilo StevensonEl cónclave capitalino con vista al XXI Congreso Nacional de Historiadores acordó, por unanimidad, elevar una sugerencia al Instituto Nacional de Educación Física, Deportes y Recreación (INDER): que la Ciudad Deportiva de La Habana lleve el nombre del tricampeón olímpico Teófilo Stevenson Lawrence quien refulgió como ninguno sobre el cuadrilátero que acoge el Coliseo de dicho escenario, y es el más destacado boxeador aficionado de todos los tiempos.

Los delegados del Equipo Nacional de Historiadores del Deporte allí reunidos fueron los que hicieron la propuesta que ha sido tan bien acogida. El as brilló mucho más allá del ring cuando prefirió el amor de sus compatriotas y la dignidad propia a todo el dinero que le ofrecieron los bandidos que destrozan la pureza de la cultura física y, en especial, las lides del músculo

Desde el corazón de la patria

Teófilo Stevenson merece el reconocimiento de nuestro pueblo por su éxito deportivo...Creemos que él dejó un ejemplo todavía más valioso que eso y es el instante en que le hablaron de la posibilidad de ganarse un millón de dólares. Ese joven, hijo de humilde familia y un humilde obrero oriental, dijo que él no cambiaba a su pueblo por todos los dólares del mundo.

Fidel (28-9-1972).

El periodista Elio Menéndez ha sido de los primeros en decir lo que sugieren los historiadores de la capital. La idea vibra también en la ciudadanía. Lo expresa el combatiente Rubén Colao Medina, en carta enviada a Tribuna de La Habana: “No es justo que contando en nuestra rica historia deportiva al inmortal Teófilo Stevenson, el púgil más destacado de la etapa revolucionaria en Cuba, y en el boxeo amateur, se mantenga la Ciudad Deportiva sin un nombre digno... El Coliseo se honrará con el nombre de Teófilo, lo cual será un merecidísimo homenaje a esa gloria, ejemplo para esta y futura generaciones de jóvenes atletas”.

El 26 febrero de 1958 fue inaugurada esta instalación, que pasó a manos del país en cuanto se alcanzó la libertad y el muro que separaba a las masas del deporte resultó derribado- qué obstáculo no echamos abajo- y a la actividad llegaron, en primer lugar, los más preteridos: los guajiros, las mujeres, negros, mestizos, los pobres que tanta riqueza verdadera poseían y en lo atlético convirtieron a Cuba en una potencia de la rama. Nombrar Teófilo Stevenson Lawrence a la mencionada instalación es justo y simbólico.

Al morir

A la mañana siguiente de su muerte, una décima del repentista Alvarado logró atraparlo en Buenos Días. Finaliza así: “…Stevenson y Chocolate/ son el boxeo cubano”. No hay hipérbole. El poeta juntó a Pirolo y Yiyi, como les decían en sus respectivos barrios a estos dos astros que nunca se marearon con sus coronas. Amaron la vida, la disfrutaron con deseos, y la pasión los llevó a algún desaguisado alguna vez. Eso sí: sus virtudes pesaron muchísimo más que sus debilidades.

Siempre Yiyi y Pirolo a pesar de la gloria- por encima de la fama alcanzada- y la destreza entre las cuerdas. Sin ser perfectos, - quién que es humano puede serlo y, de serlo, qué pedante sería- jamás olvidaron de donde venían, ni dejaron de ser sencillos y generosos, les brotaba: no son solo el boxeo nuestro, son la misma patria. Solidificaron la identidad nacional, unieron, levantaron la autoestima de los de abajo, en especial del negro, del mestizo, incluso más allá del país.

Cuando Nelson Mandela nos visitó le pidió a Fidel un encuentro con Teófilo. Tras de las rejas, sufriendo la injusticia imperial y racista, disfrutaba de los triunfos  del atleta. Los calificaba de propios de los pobres, de las razas despreciadas, del llamado Tercer Mundo; robustecedores del talento, las posibilidades y las esperanzas de los explotados de todo el planeta.

El tunero dignificaba a quienes no tienen nada y en el espíritu lo tienen todo: solo hay que liberar dichas fuerzas y conducirlas hacia el combate por un mundo vencedor de la enajenación del esquilmado y hasta de quienes esquilman. Aportó lo superior de él a tan difícil lucha; sus proezas fortalecieron lo mejor de esa gente.

Potencia y belleza

Con sano orgullo podemos expresar: ni el Chócolo ni Stevenson abusaron de su superioridad entre las cuerdas ni tuvieron como enemigos fuera del cuadrilátero a los rivales, fueran Tony Canzoneri, Fidel La Barba o Jack, Kid, Berg para el del Cerro;  Igor Visotski o el posible contrario de la pelea que pudo ser la del siglo: Mohamed Ali, golpeado por el sorprendente adiós, angustia que mostrara en un mensaje enaltecedor.

Ninguno de los dos soslayó las manos forjadoras. “Ese blanco era mi hermano, mi padre. Si le hubiera hecho caso en todos los momentos…” opinaba Chócolo sobre Luis Felipe, Pincho, Gutiérrez, un manager bien distinto; el tricampeón olímpico no escatimaba expresiones agradecidas ni el cariño por Alcides Sagarra, el padre de la Escuela Cubana de Boxeo, y por el soviético Andrei Chervoneko, quien confió y luchó por el novato cuando algunos no le veían las cualidades.

Hijo de una etapa superior, Stevenson no le falló a su época y escogió la primera línea del bregar sin limitarse al ring. Como señala un titular periodístico foráneo: Prefirió ser rojo a ser rico;  a pesar de cierta simpleza, si nos sumergimos en este, dice una gran verdad: el mejor púgil amateur de todas las épocas, prefirió a su pueblo, y con naturalidad, sin sentir sacrificio, despreció todos los millones de pesos que le ofrecían. ¡Cuánto de Judas Iscariote tienen los que les dan la espalda a sus compatriotas por el dinero!

Despiertan pena. Se han perdido esta querencia que siempre ha rodeado al gigante oriental, demostrada y crecida con la entrega espontánea de sus coterráneos al saber de su partida, y el respeto y el afecto que vinieron enlazados a una enorme tristeza desde otras partes del mundo.

¡Cuánta potencia embellecedora le daría a la Ciudad Deportiva llevar el nombre de Teófilo Stevenson!