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Chaplin y el cine sonoro

Chaplin Luces CiudadRecordemos que el 23 de octubre de 1927 se estrena El Cantante del Jazz, un filme con muchas deficiencias en el sonido, que marcó a su vez el epitafio del cine mudo.

Chaplin y otros genios del cine trataron de oponerse al sonoro, que le quitaba universalidad al cine. No vale la pena entrar en el tema. El público llenaba las salas en los talkings (cine hablado) y abandonaron las salas donde se exhibía el cine mudo.

Un mundo entero de arte cinematográfico se desplomaba, el primero y casi el único que pudo pasar del clásico al parlante fue precisamente Chaplin.

City light (Luces de la Ciudad), es un filme sentimental, casi melodramático, una temática que es un puente entre el cine mudo y el cine sonoro. El vagabundo se encuentra con una joven florista, galantea con ella hasta que descubre que la florista es ciega. Solamente un genio podía hacer de esta trama una obra maestra, por cierto que en esta película hay una secuencia en que Chaplin se lleva una flor a la boca, éste fotograma en forma de poster y de foto es una de las imágenes más difundidas de Chaplin.

El final de este gran melodrama realizado en 1931, de entre las cenizas del cine mudo, emerge las posibilidades del nuevo arte. La música, hermosa y melodramática fue compuesta por Chaplin, ésta sostiene la trama: el vagabundo que ha estado preso, sale de la cárcel hecho una ruina humana, los muchachos le hacen burlas, parece el final del vagabundo, pero se encuentra con la florista que ha recuperado la vista, ella ve por primera vez a su amado y ambos comparten uno de los happy ends más importantes del cine.

Pero el cine mudo no era lo único que estaba cambiando en la sociedad de los años 30. En Europa aparecía el fascismo arrasando con la vida política y cultural. Las persecuciones contra Chaplin arreciaron. El anticomunismo creció en los Estados Unidos, a las jóvenes generaciones debemos recordarles que en los muy democráticos Estados Unidos, el fascismo también asomó la oreja.

Grandes bancarios (qué actual parece todo), grandes compañías como la Esso Standart Oil estuvieron haciendo negocios con Hittler, incluso durante la guerra, y al final, con la derrota del fascismo, transmitieron inversiones y algunas ideas hacia los propios Estados Unidos.

En 1936, en su obra Tiempos Modernos, el fascismo había asaltado los poderes en Europa, una nueva civilización industrial fascista se proponía para el mundo desarrollado, Chaplin contraataca y realiza una película donde ya no aparece el vagabundo, sino la clase obrera. En esta película se encuentra una de las secuencias más extraordinarias de Chaplin: nuestro personaje deambula por una calle solitaria, hay un hueco en la calle con una bandera roja para indicar peligro en la vía, Chaplin toma la bandera descuidadamente y sigue caminando como si jugara con ella. A sus espaldas, en una esquina, desemboca una tremenda manifestación obrera, avanzan sin saberlo hacia el protagonista, quien al percibir el ruido de la multitud, y ver la muchedumbre, sale corriendo y sin darse cuenta agita la bandera. La manifestación sigue a aquel hombre con una bandera roja. El hecho arranca grandes carcajadas, pero uno se pregunta: ¿no estaría Chaplin retratándose a sí mismo?

Para su próximo filme: El Gran Dictador, realizado en 1940, Chaplian abandona todas las metáforas, ya el fascismo no es una amenaza, es un hecho real que comienza a devastar Europa y avanza peligrosamente. Hittler era el amo de Europa y prácticamente el futuro amo del mundo.

Chaplin interpreta a Hittler, acomoda el bigotico del vagabundo al estilo del Fuhrer, y aparece en pantalla jugando con una bola del mundo de forma estúpida y distraída, le da con los pies, con la cabeza, con el trasero, una secuencia cómica y trágica.

El final de esta película es lo más importante en la obra de Chaplin. Aquí, nuestro personaje habla, hace un ¡discurso! defendiendo los ideales humanistas y agrediendo verbalmente al fascismo como un salvajismo de la raza humana. Este discurso, que parece escrito por un cineasta de extrema izquierda, es digamos, el testimonio político y artístico de Chaplin. Podemos imaginarnos la indignación que causó en toda la sociedad norteamericana elitista, anticomunista, y pro fascista encubierta. Estas reacciones que llegaron al punto de que el Fiscal General de los Estados Unidos ordenara que Chaplin, su esposa, y su familia, fueran interceptados en el barco que los llevaba a Inglaterra, para ser interrogados.
Esto provocó que Chaplin decidiera tomar decisiones extremas: desvió toda su trayectoria y se fue a vivir a Suiza con su familia, no sin antes entregar su pasaporte norteamericano. Chaplin no era ciudadano norteamericano ni inglés, era ciudadano del mundo.

En los años siguientes no podía volver ni a Estados Unidos, ni a Europa, se dedicó a llevar una vida familiar, al tiempo que reeditaba secuencias de películas que nunca se hicieron, componía música y desgraciadamente: envejecía.
En 1952, en una Londres devastada por la guerra, realizó su último filme Lime Light (La Luz que agoniza), del cual todos recordamos su música extraordinaria: Candilejas.

Chaplin murió a los 88 años, en su época, no tuvo grandes reconocimientos importantes de críticos ni de cineastas, algunos intelectuales de izquierda en Europa lo compararon con Shakespeare. Su obra queda para ser revisada, disfrutada y nunca olvidada.