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Lluvia ácida sobre la Casa Blanca

Foto: Brendan McDermid / Reuters.

Foto: Brendan McDermid / Reuters.

Las encuestas pueden resultar engañosas, pero casi siempre revelan tendencias algo o bastante ocultas, y hasta misterios disfrazados. Sucede con situaciones como la que provoca Donald Trump, quien, según los últimos sondeos, ocupa el primer sitio en la preferencia de los posibles votantes.

El desplazamiento de otros candidatos a la nominación del partido republicano no obedece a que el magnate cuente con un programa seductor si alcanza la presidencia, sino ante todo, lo provocan sus destempladas apreciaciones sobre “todo lo divino y humano” o a la inversa, si se prefiere.

Circula un catálogo con una lista de sus despropósitos, algunos bastante focalizados en la realidad (“El sueño americano ha muerto")  que, según afirma, va a modificar si llega a la Casa Blanca, pero no dice cómo ni beneficiando a quién.

Cuando plantea que el "libre comercio puede ser fantástico si tienes gente inteligente. Pero tenemos estúpidos", alguien pudiera suponer que ha cobrado conciencia de la irregularidad e injusticias de los TLC suscritos, o el que se pretende firmar con una Europa tan, pero tan sometida a Washington, que da grima. Pero no. Tampoco.

La referencia se dirige a sus coterráneos, a quienes dirigen el país y no al instrumento con el cual se está creando unaestructura que reducida a una antigua expresión popular, es una ley del embudo a gran escala, o como aseguran algunos expertos, el modo de dejar en manos de las grandes corporaciones la gobernanza global, anulando los deberes de los estados con respecto a sus sociedades.

Trump sería uno de esos empresarios a cargo de dirigir el planeta, desde luego. No se ruboriza al decirse muy acaudalado. Parece que se tratara de un título aristocrático y quizás lo sea, pero como es de aquellos que cuentan su dinero descaradamente delante de los pobres, según reza un viejo aforismo, hace obvio que lo menos que piensa es en repartir o ayudar.

Sus despropósitos sobre los mexicanos y otros inmigrantes son notorios. No admite que se haya sobrepasado en los insultantes calificativos que lanzó sobre ellos. Tampoco se priva de arremeter contra los 16 contendientes que están emulando con él en lo que respecta a ocupar titulares de prensa. No importa si son disparates, como la condición supermánica que se atribuye Trump cuando plantea:"Seré el mejor presidente de empleos que Dios jamás ha creado".

Barak Obama, -diana constante de los dardos de este y los restantes candidatos-  dijo desde Etiopia que "Estamos creando una cultura que no conduce a una buena política, y el pueblo estadounidense merece algo mejor”. Tiene razón el mandatario cuando critica la frivolidad mostrada por los contrincantes, Trump incluido, cuando abordan temas trascendentes de las relaciones internacionales sin tener en cuenta la importancia y efectos que aportan.

Se refería Obama a los vociferantes ataques a su persona y otros miembros del gabinete que preside, a partir del acuerdo firmado con Irán (5+1, o sea: Alemania, Rusia, China, Reino Unido, Francia y los propios EE. UU.), que le dan mejor ruta a la situación creada en torno al programa nuclear del país persa. Los republicanos dicen que lo van a boicotear.

Cierto que de este momento y hasta que concluyan  los 50 encuentros que deben ocurrir antes de las convenciones de los dos partidos, muchos números y estrategias pueden y deben cambiar. Pero ello no va a borrar el feo espectáculo actual de acudir al más vulgar rifirrafe para obtener propaganda gratis y una dudosa notoriedad.

Si algo demuestran estos circunstanciales adversarios, es la baja estofa de sus propósitos, la ausencia de plataformas como las requeridas por los ciudadanos norteamericanos, y el complejo momento mundial, tan  recargado de conflictos y despropósitos que merecen ser desarticulados, no de potenciarlos.

La responsabilidad y el decoro que se requiere, hoy por hoy, no tiene, por el momento, exponentes dignos de ser mencionados en U.S.A.. Y eso es muy grave.