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Crónicas inconclusas: Con platas de oro tatuadas en la piel

Foto: Ricardo López.

Foto: Ricardo López.

El público disfrutó el enfrentamiento, reconoció la calidad de ambos gimnastas, pero se rindió ante la evidencia y una vez que se anunció el veredicto abucheó a los jueces.

A criterio de los miles de aficionados reunidos en el Exhibition Place, Manrique Larduet mereció la corona del all around, la que legitima al gimnasta más completo en Toronto-2015.

Él y no el norteamericano Samuel Mikulak, un competidor de armas tomar, valga resaltarlo.

Fuera de los focos, Larduet consideró muy valioso el segundo puesto y hasta tuvo palabras de elogio para su rival, una actitud divergente de la de su entrenador Carlos Gil, lloroso por rozar un título soñado varios meses en Cuba.

Abatido como si se hubiera caído de la barra fija en una competición olímpica, Gil también alabó el rendimiento del estadounidense e incluso se apartó de cualquier discurso acusatorio, aunque lamentó una y otra vez lo que califica como “una injusticia, porque echa a perder el esfuerzo y la dedicación de este muchacho durante mucho tiempo”.

Se trató, digamos, de un palmarés excepcional que conviene tener en alta estima y que conmina a cuidar, mimar, querer y respetar a Larduet desde ya, no solo cuando gana, también si los laureles lo esquivan.

Hasta resultó premonitorio, toda vez que las medallas de plata terminaron por tensar los nervios y signar la jornada de los cubanos, si bien los oros, siete en total, los catapultaron hasta el tercer escalafón del medallero.

Este lunes, encima un escalón de otros cinco títulos, quedó impresa en los anales panamericanos la proeza del kayacista Jorge García, campeón dos veces en unas pocas horas del K-1 a 1000 metros y del K-2 en esa misma distancia junto a Reinier Torres.

Bien vale cada elogio, los reclama con merecimientos y siempre es buen momento para profesárselos.

Ahora con mejor criterio, porque para cuando emergieron de las aguas del Centro Panamericano de Aguas Tranquilas de Welland, la jornada comenzaba con la sensación de que todo estaba a punto de suceder y no se le valoró como debió ser.

Quizás porque en varias sedes se anunciaban más gestas y los cubanos, ávidos de glorias deportivas como solo y siempre somos nosotros, estábamos frotándonos las manos.

Quizás porque no solemos valuar de manera justa.

Foto: Ricardo López.

Foto: Ricardo López.

Pero de que las esperanzas eran fundadas, lo eran. El propio canotaje, el remo, las pesas, el tiro deportivo, el clavado y el judo, sobre todo el judo, tendrían a más cubanos en situaciones de celebraciones o desconsuelos.

Y aunque se conquistaron algunas, la euforia no sobrevino.

Sí sorprendieron el dúo José Antonio Guerra-Jeinkler Gutiérrez en los 10 metros sincronizados, Addriel La O en la halterofilia, y tuvo muy buen sabor el rendimiento de Marina de la C. Rodríguez, primera medallista de Cuba en la historia panamericana del levantamiento de pesas para mujeres.

Incluso enorgullecen los primeros puestos en el K-1 500 metros de Yusmari González y el del bote compuesto por los remeros Ángel Fournier y Eduardo Rubio.

Sin embargo la historia, que tiene memoria selectiva, es morbosa casi siempre y tiene predilección por los finales, acaba de imprimir en sus páginas una noche de aspiraciones a todo y no poder nada.

Como naipes cayeron Iván Felipe Silva, Onix Cortés y Asley González hasta dejar descorazonadas todas las expectativas. De esa manera concluyó la jornada.

Una noche negra, de las de tocar madera, cierto. Pero sería un acto de estricta injusticia colocarla por encima de los gozos de la fecha, por mucho que condenemos a quienes le arrebataron gloria a Larduet y creamos que perder tres combates por medallas de oro, uno de detrás del otro, es una desgracia que no debimos padecer.

Foto: Ricardo López.

Foto: Ricardo López.

Asley González. Foto: Ricardo López

Asley González. Foto: Ricardo López

Iván Silva. Foto: Ricardo López

Iván Silva. Foto: Ricardo López

Onix Cortés. Foto: Ricardo López

Onix Cortés. Foto: Ricardo López

Mailin del Toro. Foto: Ricardo López

Mailin del Toro. Foto: Ricardo López