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Nuestro derecho de viajar a Cuba

Menos de dos años después de que el presidente John F. Kennedy impusiera el embargo total al comercio con Cuba, su hermano, el fiscal general Robert F. Kennedy, argumentó que había sido un error incluir una prohibición a los viajes. Restaurar el derecho de los ciudadanos norteamericanos a visitar a Cuba, “es más coherente con nuestras opiniones de una sociedad libre y contrastaría con cosas tales como el Muro de Berlín y los controles comunistas sobre tales viajes”, escribió en diciembre de 1963. “Creo que sería inteligente eliminar las restricciones a los viajes a Cuba”. Bobby Kennedy perdió esa discusión. El presidente Lyndon B. Johnson, que llevaba solo unas semanas en el cargo, no quiso arriesgarse a parecer “inaceptablemente blando” con Castro.

El presidente Barack Obama hubiera estado de acuerdo con Kennedy. Como parte de su apertura a Cuba anunciada el 17 de diciembre, Obama autorizó licencias generales para todas las 12 categorías de viaje que actualmente permite la ley, facilitando a los ciudadanos norteamericanos y a residentes de EE.UU. visitar la Isla sin tener que obtener un  permiso previo del gobierno de EE.UU. “Nadie representa mejor los valores de EE.UU. que el pueblo norteamericano”, dijo el presidente  en su discurso a la nación.

Pero los viajes a Cuba todavía no son enteramente libres. El turismo está prohibido por la sección § 7209(b) de la Ley de Reformas de las Sanciones Comerciales y Ampliación de la Exportación  del 2000, en la que el “turismo” se define como cualquier viaje no permitido, aun bajo una de las doce categorías existentes. Restaurar la libertad de viajar a Cuba requerirá revocar la prohibición. Durante el primer período de George W, Bush, tanto la Cámara de Representantes como el Senado votaron repetidamente para hacer precisamente eso, pero la amenaza de un veto presidencial eliminó la legislación. Otro intento en 2010, que no fue apoyado por la administración Obama, no llegó a parte alguna.

El senador Jeff Flake (republicano por Arizona), quien lideró repetidos esfuerzos hace una década, ha presentado una vez más un proyecto de ley con patrocinio bipartidista para terminar con la prohibición a  los viajes –S.299, el Proyecto de Ley Libertad de Viajar a Cuba, de 2015–. “A los norteamericanos se les debe permitir tener el derecho a viajar dondequiera que deseen hacerlo, a no ser que exista una razón imperiosa de seguridad nacional  –dijo Flake–. Es un asunto de libertad”. Para mayo, tenía 36 copatrocinadores, incluyendo a una mayoría del Comité Senatorial de Relaciones Exteriores.

Por otra parte, en la Cámara, el presidente del Subcomité de Asignaciones, Mario Díaz-Balart (republicano por la Florida) agregó una cláusula adicional al Proyecto de Ley de Asignaciones a la Transportación (Sección 193), del Año Fiscal 2016,  que prohibirá cualquier nuevo vuelo a aerolíneas a Cuba, bloqueando así todo aumento significativo de los viajes. El 4 de junio, la Cámara votó 247-176 a favor de mantener la cláusula de Díaz-Balart, a pesar de la amenaza de la Casa Blanca de vetar el proyecto de ley. El derecho a viajar se está convirtiendo en el punto focal de los esfuerzos republicanos en el Congreso para socavar la nueva política hacia Cuba del presidente Obama.

Viajar de ida y vuelta

La prohibición a los viajes se originó como parte del embargo de 1962 del presidente Kennedy y continuó vigente durante quince años, hasta que el presidente Carter lo eliminó en 1977, por respeto al derecho a viajar. Cinco años después, el presidente Ronald Reagan lo reinstituyó para castigar a Cuba por su apoyo a los revolucionarios en Centroamérica. “No se le permitirá a Cuba ganar moneda dura de manos de los turistas norteamericanos en momentos en que Cuba patrocina activamente la violencia armada en contra de nuestros aliados y amigos”, declaró el Departamento de Estado.

El presidente Bill Clinton suavizó gradualmente las restricciones a los viajes al licenciar nuevas y amplias categorías de visitantes, como parte de su política de promover la relación pueblo a pueblo. Se legalizaron los viajes con propósitos religiosos, educacionales, humanitarios y culturales. El número de norteamericanos que visitó Cuba alcanzó la cifra de 160 000 a 200 000 anuales durante los años de Clinton, la mayoría de ellos cubanoamericanos que visitaron a sus familias Aproximadamente 30 000 más viajaron legalmente bajo licencias aprobadas y el resto –entre 20 000 y 50 000– viajó de manera ilegal.

El presidente George W. Bush dió marcha atrás a la mayoría de las aperturas de Clinton, Abolió los intercambios culturales y educacionales pueblo a pueblo, restringió el intercambio académico y limitó los viajes de los cubanoamericanos. La razón para estas sanciones más duras no era la de una amenaza a la seguridad nacional, sino el objetivo desvergonzado de subvertir al gobierno cubano por medio del estrangulamiento económico –según las palabras de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre del presidente, “para provocar un rápido fin a la dictadura de Castro” por medio de “negarle ingresos”.

Unos pocos meses después de tomar posesión, el presidente Obama comenzó a desmantelar las sanciones de la era Bush. En abril de 2009, cumplió una promesa de campaña al expedir una licencia general que eliminaba los límites a las visitas familiares y remesas de los cubanoamericanos. En enero de 2011, suavizó las restricciones a los intercambios académicos y restauró la categoría de viajes pueblo a pueblo que Bush había abolido. Luego, en el paquete de reformas a los viajes de diciembre de 2014, autorizó licencias generales para las 12 categorías, llegando a abrir los viajes casi hasta el límite de lo que permite su autoridad ejecutiva. Con la concesión de licencias generales el Departamento del Tesoro deja de hacer del portero que decide quién merece o no una licencia específica para viajar.

El derecho a viajar

“El derecho a viajar es una parte de la ‘libertad’ de la cual un ciudadano no debe ser privado sin proceso legal,  debido a la Quinta Enmienda”, declaró el tribunal Supremo de EE.UU. en 1958. “La libertad de movimiento es básica en nuestro esquema de valores (Kent versus Dulles)”. Sin embargo, en dos oportunidades el Tribunal Supremo ha apoyado la autoridad del gobierno para prohibir viajar a Cuba. En 1965 (Zumel versus Ruso), el Tribunal decidió que el derecho a viajar podía ser desbancado por “las más poderosas consideraciones de seguridad nacional”. Específicamente, el gobierno cubano está tratando de “exportar su revolución comunista al resto de Latinoamérica” y los viajes eran “un importante elemento en la propagación de la subversión”.

En 1984, cuando la reimposición por Reagan de la prohibición a viajar fue cuestionada, el Tribunal se refirió nuevamente al argumento del Ejecutivo de que Cuba, con el apoyo soviético, “ha suministrado amplio apoyo a la violencia armada en el Hemisferio Occidental (Regan v. Wald)”. Esta imperiosa amenaza a la seguridad nacional, concluyó el tribunal, justificaba el uso de la autoridad de emergencia nacional del presidente para anular el derecho a viajar.

Sin embargo, con el fin de la Guerra Fría, cualquier amenaza de seguridad nacional que Cuba significara disminuyó hasta el punto de desaparecer. Como el propio presidente Obama dijo en una entrevista a la Radio Pública Nacional, Cuba es “un país relativamente pequeño que no representa una amenaza significativa a nuestra seguridad nacional o la de nuestros aliados”. Pero Cuba es el único país del mundo adonde los ciudadanos norteamericanos tienen prohibido viajar por su propio gobierno. Podemos ir a Corea del Norte y China, donde la situación de los derechos humanos de los disidentes es mucho peor que en Cuba. O podemos ir a cualquier número de estados fracasados o en vías de fracasar, desde Somalia hasta Iraq o Yemen. Pero no podemos ir libremente a Cuba.

Ni el público norteamericano ni la comunidad cubanoamericana apoyan ya la prohibición de viajar. Una  encuesta del Atlantic Council realizada en 2014 antes del anuncio por parte de Obama de la apertura a Cuba, arrojó que el 61% del público general apoyaba los viajes sin restricciones. Una encuesta del Washington Post/ABC News realizada después del anuncio, arrojó 74% a favor. Entre los cubanoamericanos, una encuesta de Bendixen & Amandi en 2015 arrojó que 56% estaba a favor de suavizar las restricciones a los viajes.

El impacto de eliminar la prohibición a los viajes

En 2014, aproximadamente medio millón de residentes de EE.UU. visitó Cuba, alrededor del 80% de los cuales eran cubanoamericanos que visitaban a la familia. La mayor parte del resto se dedicó a los viajes permitidos “con un sentido” por la ley, incluyendo razones educacionales, religiosas y humanitarias. Las nuevas regulaciones de viaje facilitarán a los proveedores de viajes organizar viajes educacionales “pueblo a pueblo” porque pueden solicitar una licencia general para dirigirlos, pero los visitantes potenciales tienen que viajar con un proveedor que posea una licencia. No se puede viajar por cuenta propia.

Si la prohibición a los viajes turísticos se eliminara, un documento de trabajo del Fondo Monetario Internacional estima que los visitantes de EE.UU. podrían ser más de 3 millones anualmente. Un boom de ese tipo en el turismo aumentaría sin duda los ingresos del gobierno cubano, pero los viajes sin restricciones también pondrían dinero en manos de los cubanos corrientes por medio de propinas, restaurantes privados, taxistas independientes, ventas de arte y artesanía y alquiler en casas privadas.

Airbnb ya tiene más de mil casas privadas de alquiler en su lista de Cuba. Ningún otro flujo económico internacional, con excepción de las remesas, significa un beneficio directo e inmediato para las familias cubanas.

Los que se oponen a la eliminación de la prohibición de viajar argumentan que los turistas norteamericanos no harán mucho más que tirarse en la playa y nunca interactuarán con el público cubano. Incluso si esto fuera cierto, el derecho a viajar incluye el derecho constitucional de tirarse en la playa; no está supeditado a la sensibilidad sociológica del viajero. Pero en verdad, los norteamericanos son naturalmente curiosos y muchos irán a Cuba precisamente para ver cómo es aquello después de medio siglo de separación.

Puede que algunos norteamericanos decidan no ir a Cuba porque, como argumentan los defensores de la prohibición de viajar, a los trabajadores turísticos de Cuba les pagan muy mal, o los patronos discriminan a los afrocubanos. Algunos puede que decidan no ir a Cuba, sencillamente porque sigue siendo un país comunista. Ellos tienen ese derecho. Pero el gobierno de EE.UU. no debe imponer esa decisión a todos sin una razón de peso de seguridad nacional, y ya no hay una.

Cultivar las relaciones interpersonales por medio de los viajes culturales, educacionales e incluso turísticos ayudará a nuestros dos pueblos a comprender mejor los valores, los temores y las aspiraciones del otro, construyendo de ese modo una base para la reconciliación. Pero el beneficio más importante de la suspensión de la prohibición de los viajes es la más sencilla: restaurar el derecho constitucional de los ciudadanos y de los residentes de EE.UU.

(Porciones de este artículo aparecieron por primera vez en “Eliminen la Prohibición a los Viajes”, Cuban Affairs vol. 1, no. 1. Artículo tomado de The Huffington Post. Traducido por Progreso Semanal)