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Semifinales de la Champions: Messi y Goethe, Morata y Kipling

Messi celebra el primer gol de la semifinal de la Champions. Foto: Getty Images

Messi celebra el primer gol de la semifinal de la Champions. Foto: Getty Images.

Hay algo de tranquilidad sombría en Jerome Boateng, y esto bien pudiera ser el mito fundacional de algo perfectamente armónico. Hay un poema donde Goethe intenta un aforismo: “siempre atrás nos ladran, ladran con fuerza…quisieran los perros del potrero por siempre acompañarnos”. La censura del defensor se basa precisamente en eso: establecer las diferencias entre acompañamiento y solidaridad. A Boateng le queda cerca el posmoderno de Neuer, neoexpresionista por antojo bajo los tres palos, y con éste último, la posibilidad de un gesto marcial que impida la imagen.

“Da rabia que se rompa todo así” declararía luego el defensor alemán-ghanés. La rabia no es más que una reacción en cadena ante lo insospechado. El hombre de 1,92 metros de estatura la conoció por primera vez en Manchester, cuando el velocista Micah Richards y el esporádico Pablo Zabaleta lo relegaron a la banca. Jerome es apenas parte de un vicio que ha traído el fútbol hormonal, el fútbol como tratamiento psiquiátrico-mediático. Intenta protegerse. Ha jugado a estas alturas muchos partidos.El Bayern no tiene defensores suplentes. Guardiola, ex alumno del Sargent Pepper Cruyff (It was twenty years ago today,/Sgt. Pepper taught the band to play/They've been going in and out of style/But they're guaranteed to raise a smile; en español sería más o menos así: Fue hace veinte años/el sargento Pimienta enseñó a tocar a la banda/Han estado entrando y saliendo del estilo/pero están garantizados para levantar una sonrisa) ha reconvertido a varios: Javi Martinez, el hombre que quería ser como el austero Patrick Vieira; Philip Lahm, quien en el planteamiento táctico, prácticamente firmó la salida del equipo bávaro (bajo las órdenes del volátil Felix Magath) del surfista, filántropo y campeón del mundo en 1998, Bixente Lizarazu.

Volvamos a la imagen. Al lado de Boateng, Juan Bernat, un hombre que sufre los problemas de sintaxis de los carrileros modernos: imperdonablemente mediocres en defensa. Bernat es, además, un jugador cuyo ecosistema en Alemania ha rondado la banca, donde puede hacer buenas migas con Götze, figura de la portada del videojuego Pro Evolution Soccer 2015. El ex Valencia mira hacia arriba. O hacia Neuer. O hacia el balón. Elige mirar desde antes de la imagen, luego selecciona una postura de estatua de museo de cera, abre la boca y después suponemos que se lamentará. Minutos antes, lamentarse sería solo un descarte probable. “Da igual, se escaparía”, reconoció luego en la cena protocolar después del partido.

Lahm fue el más rápido de todos. Regresa a su posición (o, en este caso, a la que Pep le indica) quizás para tramar algo o releer el partido desde la imposibilidad. El mediocampo del Bayern es, por necesidad o no, un infame caos posicional.

Hay disímiles maneras de llegar a una final. Unas menos perversas que otras, más soporíferas, quizás.El marroquí Benatia parece dormido, descafeinado. Observa a Messi celebrar, pero volteará el rostro hacia ninguna parte antes de que este último levante las manos al cielo. Benatia conoce algo de rituales, como todos. Regresemos a Goethe: “¡Plasma!¡No hables!”. El mito fundacional. El resto es obstinación.

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El disparo de Morata que sentencia la eliminación del Madrid. Foto: A. Ruesga

El disparo de Morata que sentencia la eliminación del Madrid. Foto: A. Ruesga

Hay un pasaje en el que Rudyard Kipling describe un partido, involuntariamente: “gritan: ¡un asesinato! Las familias pelean a garrotazos, veinte de cada bando. Mi gente es muy buena gente”. La última oración se vuelve sospechosa, mordaz, como si intentara recompensar o conceder algo: el castigo o la rigidez del castigo desde dentro. La implosión a la manera de Isaac Asimov: crear una máquina capaz de rebelarse desde otro lugar. Estética agitprop. Expediente Morata. Por si fuera poco, remata Kipling: “el muerto es un hombre robusto que ha dejado muchos hijos”.

El joven delantero de la Juventus tiene cara de ingenuo. Es tan tímido que su equipo podría concederle 60 minutos de calma por partido. Carlos Tévez le quita un par de hombres. Arturo Vidal le abre espacios. Marchisio le envía balones a diestra y siniestra. Llorente lo aúpa sin otro remedio posible. “Estoy feliz en Turín”, dice pero sabe que existe una opción de recompra. La Juve está luchando por quitar esa cláusula que tienen todos los jugadores salidos de la institución blanca. Marotta, el director deportivo bianconero lo ha confirmado.

Mientras jugó en Madrid tuvo que lidiar con las reticencias de la ‘Florentinocracia’. Peleó con su compañero Joselu por la membresía en la primera plantilla y luego este último no fue más que otro de los “Pavones” y terminó en la fría Alemania como escudero del vistoso mediapunta brasileño Roberto Firmino. Ahora, en el Hannover 96 y con las facilidades que brinda el pasaporte alemán, ha declarado que no vería con malos ojos ser convocado por la selección teutona.

Hubo un partido en que Morata sentenció al Levante en los últimos minutos de juego, pero sentenciar al Levante no supuso comportamiento revulsivo alguno. Matar al conjunto valenciano fue, a duras penas, un primer antecedente (graben esta última palabra). Benzema siguió contando para todo el mundo. Álvaro era, forzosamente, carne de cañón, o lo que es lo mismo, jugador de refresco.

Llegó a la Vecchia Signora para ocupar el puesto que había dejado vacante un Mirko Vucinic que nunca fue el mismo del Lecce ni de la Roma. Desde la salida de Del Piero, uno de los últimos renacentistas del calcio, no ha existido un delantero consistente. Morata debía ser el sustituto de Llorente, que no contaba mucho para Antonio Conte. El técnico Massimiliano Allegri firma por la Juventus el 16 de julio de 2014 y dos días más tardes aterriza en Turín el canterano merengue.

Diez meses después está en Madrid para el partido de vuelta de la semifinal de la Champions. Nadie se había dado cuenta, pero al menos según su estado temporal de forma, volviendo a Kipling, “era un asesino, un devorador de carne humana y un fetiche local, todo en una pieza”. Allegri había declarado días antes: “para estar en la final debemos ir al Bernabéu y hacer una obra maestra”. Morata se encuentra un balón en el área. Miren la cara de Cristiano Ronaldo en la foto. Es el último antecedente.