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El Niño y la Verdad: En busca de la cadencia perdida

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Revisa la tradición, toma su esencia, lo intemporal, y regresa a tu tiempo para divertirte con ella. Esta verdad, de tan básica, suele ser olvidada a cada rato. Pero a veces, por fortuna, aparecen algunos tercos empeñados en recordarlo y hacerlo música. Y eso, en momentos en que el Guachineo parece saciar las ganas de los bailadores cubanos, hay que agradecerlo.

Le han bastado menos de dos años a Emilio Frías "El Niño", para que, en compañía de Pachy Naranjo Jr. y Dayron Ortega, haya sacado adelante una de las bandas más reveladoras del actual panorama de la música popular bailable. Con la experiencia acumulada en grandes bandas como el Charangón de Elito Revé –en el caso de Frías y Naranjo– y el Cabildo del Son – en el de Ortega–, se han lanzado con admirable ambición y sangre fría por los caminos de un proyecto propio y el resultado ha sido La Verdad, una orquesta sonera desde el primer timbre hasta el último ritmo.

Después de una temporada de presentaciones en vivo –que es allí y no en el estudio donde verdaderamente se templa la música bailable– y de colarse en las listas de éxitos con canciones como "Dime Cuanto", popularizada por el videoclip que dirigieron Orlando Cruzata y Rudy Mora–, El Niño y La Verdad parecen haber hecho suya esa máxima que pide darlo todo en el primer intento. "Llegó la verdad" (EGREM, 2014), su álbum debut, es una gozada para los pies y el corazón de los bailadores y amantes de la música cubana toda.

En los diez temas que lo componen, sobresale una sólida base sonera a la que se incorporan otros ritmos antiguos y contemporáneos como el bolero, la guaracha, el jazz, y el reguetón. Sus armas esenciales son el particular empaque sonoro conseguido por Pachi Naranjo Jr., la voz potente y inconfundiblemente sonera de Emilio Frías y los arreglos cuidados y coloridos, en su mayoría a cargo del guitarrista Dayron Ortega. Sin ser una revolución, La Verdad es un acierto notable en la monótona escena la salsa, un buen intento de rescate del gusto "por la música popular cubana y la aceptación del bailador", como explicara Frías en una entrevista concedida a Oncuba.

Las composiciones, pegajosas sin sacrificar el lenguaje ni la calidad musical, son una demostración de que la agresión a los sentidos de los últimos tiempos no es condición necesaria para atrapar al público, algo que de tan entronizado parece un estilo de época. En la mencionada entrevista Emilio Frías explicita esa voluntad del grupo de crear un producto disfrutable y respetuoso a la vez; "no estamos grabando un disco por mero interés mercantil, hay un trabajo bien serio detrás de esta placa porque nos hemos propuesto que la gente pueda disfrutar de una cadencia que no tiene porqué ser agresiva, aunque puede serlo si el bailador lo exige. Además hemos sido extremadamente cuidadosos con los textos, nada de groserías ni chabacanerías", expresó. Y es en esa cuerda que destaca "La mata", una divertida reflexión social al más puro estilo de Rubén Blades y Cándido Fabré, de quienes se reconoce la influencia.

El camino de El Niño y La Verdad apenas comienza; a pesar de sus buenas intenciones e inmejorables credenciales podría montarse en los cómodos y accesibles cruceros de la repetición y el rentable facilismo. Esperemos, parafraseando al propio Frías, que su Verdad contribuya a esa gran verdad colectiva que es la música cubana. Por lo pronto, merecen el respeto y el agradecimiento de todos, por ser capaces de lanzar un proyecto que marcha viento en popa, marcando un camino propio a golpe de audacia y creatividad.

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