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Reivindicación de las dos Américas

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Pretendieron una vez vendernos el cuento de una sola América, con Miami como epicentro. Fue en 1994, cuando Clinton sentó a la mesa, en la I Cumbre de las Américas, a Carlos Menem, Ernesto Zedillo, Eduardo Frei, Alberto Fujimori y otros símbolos truhanes del neoliberalismo a ultranza; todos hijos putativos del Consenso de Washington.

Se prometía una gran zona económica desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, de más de 850 millones de consumidores. El naciente entonces Tratado de Libre Comercio de Norteamérica extendería sus fronteras por toda Latinoamérica. Las mercancías del Norte encontrarían paso expedito hacia el Sur del continente. Algunos productos latinoamericanos lograrían colarse en el exigente mercado norteamericano. Y para las personas: excepción de visa en casi toda la región para los vecinos del Norte y un muro poderoso en la frontera estadounidense para los osados migrantes del Sur.

Bajo las siglas del ALCA comenzó a tejerse la reedición del propósito imperial de siempre “América para los (norte) americanos”. Pero, una década después todo se fue ALCArajo en La Cumbre de las Américas de Mar del Plata en el 2005. Ahora, con W. Bush en la Casa Blanca, fueron a la mesa Chávez, Lula, Kirchner, Tabaré. La historia dio un giro de 180 grados.

La recién concluida Cumbre de Panamá acabó por destrozar el sueño del stablishment estadounidense, vendido con el rostro bonachón de Clinton aquel 1994. Los discursos escuchados en el Centro de Convenciones Atlapa demostraron definitivamente que hay dos Américas: contrapuestas en razón y alma; aunque no pueden darse las espaldas ante los enormes desafíos del mundo globalizado de hoy.

Ya son mayoría los invitados al convite que hablan con voz propia y sólidas convicciones. Esta vez, Raúl, Correa, Cristina, Maduro, Evo, Daniel, los caribeños y otros, marcaron el tono de la Cumbre, Obama no pudo aguantar sentado en la sala la andanada de verdades; no escuchó ni la mitad de los discursos pronunciados. A la convocatoria a borrar el pasado, la respuesta fue asirse a la historia para ir con claridad al futuro. Al aplauso por el inicio de la reparación histórica de las injusticias con Cuba, se agregó la exigencia del fin del bloqueo y la salida de Guantánamo. A la amenaza contra la Venezuela bolivariana sobrevino casi unánime el rechazo contundente. Las Malvinas, Puerto Rico, y otros temas escabrosos para el imperio también salieron al ruedo.

La Cumbre se fue además sin documento final; como las citas de Puerto España y Cartagena de Indias. La genuflexión Latinoamérica de pasadas décadas va quedando atrás. Ahora fueron Estados Unidos y Canadá los aislados, al no aceptar la condena el Decreto Ejecutivo contra Venezuela, o la referencia en el documento a la Salud como derecho universal; o la responsabilidad compartida pero diferenciada ante el cambio climático; mucho menos podían admitir la propuesta del ALBA de sepultar su bien manipulado Foro de la Sociedad Civil y oficializar en toda su valía a la Cumbre de los Pueblos.

El espíritu de concertación, el sentimiento de región que la CELAC y otros mecanismos integradores han ido abonando, afloraron con nitidez en la Cumbre de Panamá. Nunca antes, latinoamericanos y caribeños habían defendido con tanta pasión y argumentos sus intereses verdaderos frente a la otra América.

La foto oficial del encuentro, sin proponérselo, dejó una imagen para la lectura simbólica: el presidente del país más poderoso no estaba al frente ni al medio. Su puesto fue al lateral en una segunda fila.

Estados Unidos deberá estar sacando lecciones. De poco le valdrá la arrogancia y el desdén en el trato, hacia las naciones del sur del Río Bravo, por más que se disfrace con buenos modales y palabras. La dignidad nuestro americana está en su punto más alto de la historia, desde las batallas heroicas de los libertadores. Y esa es un arma poderosa que no puede ser desdeñada ni por el más poderoso imperio de la Tierra.

O cambia el espíritu y la mirada desde el Norte, o estas Cumbres y la OEA seguirán navegando a la deriva. Veremos el destino de Perú 2018.