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La Cumbre de las Américas y las torpezas de la política imperial

eeuu_america_latina_latinoamericaLa cita de Panamá parecía ir de mieles para el Presidente Obama, después de 6 largos años de desencuentros con América Latina y el Caribe. El anuncio del pasado 17 de diciembre del restablecimiento de relaciones con Cuba y la invitación a la nación caribeña para la Cumbre continental por parte de los anfitriones panameños, le allanaba el camino al mandatario estadounidense para su nuevo cara a cara con los líderes de nuestra región.

Sólo Clinton en la primera convocatoria de 1994 en Miami había disfrutado de semejante placer. Entonces, porque lo acompañaban una cohorte de truhanes neoliberales que bailaban al compás del Consenso de Washington.

Las citas posteriores fueron marcadas por el fracaso neoliberal y la emergencia de nuevos actores políticos y sociales en Latinoamérica. El punto de inflexión para Washington fue la Cumbre de Mar del Plata, donde W. Bush salió con el rabo entre las patas y el proyecto de reconquista económica continental se fue ALCArajo.

La firme postura de buena parte de los países de la región obligó al ingreso de Cuba en el convite americano. Se hablaba de una nueva oportunidad para las relaciones entre las dos Américas.

Pero la torpeza imperial y las fuertes presiones de la ultraderecha del stablishment llevaron a la Casa Blanca a botar la lata de pintura y embarrar el camino hacia el cónclave panameño.

La orden ejecutiva dela Casa Blanca de principios de marzo, designando a Venezuela como una amenaza para la Seguridad Nacional de EE.UU ha sido un mazazo atroz contra cualquier acercamiento de posiciones.

La grandilocuente declaración antivenezolana disparó las alarmas latinoamericanas y generó un rechazo amplio hacia Washington. Al pobre Obama le explotó el sueño de un lecho de rosas americano. Saben los caribeños lo que significó para Granada semejante orden ejecutiva. Conocen los centroamericanos y toda la región lo que implicó para Nicaragua una catalogación similar.

Para algunos entendidos, el endurecimiento de la Casa Blanca contra Caracas y Moscú es una compensación a la ultraderecha ante los diálogos con Teherán y La Habana. Pero lo cierto es que la movida frente a la Revolución Bolivariana le ha sacudido el piso a las aspiraciones de Washington de una Cumbre exitosa en Panamá.

Si Cuba fue la manzana de la discordia en las dos citas pasadas, Venezuela puede robarse la agenda de la próxima reunión.

La reacción en contra del pronunciamiento estadounidense ha elevado su tono en los últimos días. El ALBA, UNASUR, y varios mandatarios por separado, han rechazado el acto imperial.
En pose lastimera salió en días pasados la Subsecretaria de Estado Roberta Jacobson a mostrarse ante la prensa “decepcionada” por la reacción de los países latinoamericanos, aunque deslizó que EE.UU no quiere que el tema Venezuela sea protagonista en la Cumbre.
A última hora, la Casa Blanca está realizando maniobras para tratar de aplacar la furia regional y no llevar a Obama a un atolladero.

Ayer, el asesor adjunto de Seguridad Nacional Ben Rhodes, trató de restarle importancia a la Orden Ejecutiva contra Venezuela al señalar que el documento “es completamente pro forma, es el texto que usamos en órdenes ejecutivas para todo el planeta”. Y contradiciendo el propio texto de la directiva presidencial añadió: “Estados Unidos no cree que Venezuela represente alguna amenaza a nuestra Seguridad Nacional. Honestamente, tenemos un formato con el que elaboramos nuestras órdenes ejecutivas”.

En la propia conferencia telefónica sobre el viaje que emprenderá hoy Obama a Jamaica y Panamá, Rodhes aseguró que está “próximo a concluir” el proceso de revisión de la presencia de Cuba en la lista de países que EE.UU considera patrocinadores del terrorismo; un asunto que gravita sobre el restablecimiento de relaciones con nuestro país y la apertura de embajadas.

Así, a tironazos va la política de EE.UU hacia la región. Obama se apresta a tratar de conquistar posiciones entre la comunidad caribeña y a intentar cerrar lo mejor posible su paso por las Cumbres Americanas. Pero la tendrá difícil. América Latina y el Caribe ha cambiado mucho; eso el imperialismo lo sabe, aunque le cuesta entenderlo.