Hoy amanecí con sentimientos encontrados. Las noticias que llegan del Oriente Medio son realmente confusas. Muchos analistas vaticinaban que Bibí Netanyahu perdería las elecciones en Israel. Otros desde hace años anunciaban que no habría nunca posibilidades para que Estados Unidos negociara pacíficamente con el gobierno sirio. Y de pronto, la lógica confunde.
No hay nada más saludable que reconocer el haberse equivocado. Pero a veces, duelen las equivocaciones, sobre todo en el caso de la política israelí. Con el terror como bandera, con el anuncio de que un Estado palestino nunca será reconocido, Netanyahu se agenció el 30 % de los votos, con lo que arranca un cuarto mandato. Halcones van y halcones vienen, pero las víctimas del extremismo sionista seguirán aumentando. Halcones que no quieren paz y para eso, asesinan niños inocentes con bombardeos y ametrallamientos.
Netanyahu se lo jugó todo para ganar. Incluyó hasta las desavenencias con el gobernante de su aliado más cercano. Provocó hasta el enojo a los que llamaban a la cordura en un proceso de paz al que se le vaticinan aún largos años sin resultados. No quiere saber nada de los palestinos Bibí. Para él, lo más importante es mantenerse en el poder cueste lo que cueste, pues hasta para la tranquilidad financiera de su esposa es fundamental que sea Primer Ministro. De nada valieron las denuncias mediáticas sobre el mal uso de los dineros públicos en la manutención personal de su cónyuge.
Por otro lado, en una sorprendente declaración, el gobierno norteamericano reconoce que para lograr la paz en Siria habrá que negociar con Bashar Al Asad. Después de cuatro años de continuos ataques, de estimular a los mercenarios y de financiar a una oposición desacreditada, la realidad de un país que ha resistido el terror más inhumano, destructivo e incivilizado como el del Estado Islámico llama a la cordura a la Administración de Barak Obama.
En este caso, la lógica no confunde. Siria y su pueblo han demostrado que no quieren ser víctimas de la división como ha sucedido con otros ejemplos en el Medio Oriente. Los medios occidentales insistían en que los acontecimientos en ese país eran también resultado de la llamada Primavera árabe, cuando ya es público que esa guerra fue azuzada desde afuera con mucho dinero, armamento y personal reclutado.
Lo que pasa es que falló el cálculo. De mercenarios a soldados del Estado Islámico. De “rebeldes opositores” a asesinos desalmados, que con sus actos provocan la denuncia de la comunidad internacional. Y en esas circunstancias, solo queda analizar cómo va a ser posible acabar con esa amenaza sin la participación del ejército institucional sirio. Los soldados fieles a su país son los que han llevado la voz cantante en el enfrentamiento diario a la barbarie y el crimen, a la profanación de lo más sagrado de la cultura milenaria de Siria y al intento de hacer desaparecer un país entero.
Entonces, cuando Usted se levanta y de pronto lee noticias tan diferentes en su lógica, por supuesto que puede confundirse. Lo que no confunde es que, al final, lo que no se quiere es la paz de los pueblos, sino la satisfacción de los más miserables anhelos de poder y de dominación imperial. Y contra esos sentimientos hay que seguir librando batallas. Es lo humanamente más lógico.