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¿Divide y vencerás? A veces no resulta como se quiere….

LibiaRecuerdo el 19 de marzo de 2011. Las televisoras en el mundo comentaban el comienzo de la invasión militar a Libia. Los primeros ataques de la fuerza aérea francesa empezaron a hacer estragos en la capacidad militar de la entonces llamada Jamahiriya. A continuación, oleadas de aviones estadounidenses y británicos se adentraron en territorio libio con el objetivo de acabar con el gobierno de Muammar Al Qaddafi.

La operación militar en Libia, avalada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero condenada por una gran cantidad de países en el mundo, concluyó con el linchamiento de Qaddafi en las calles de Sirte, su ciudad natal, el 20 de octubre del mismo 2011. Las imágenes grabadas por un móvil recorrieron el mundo entero, como muestra de que los organizadores de la invasión habían finalmente logrado su objetivo. En el camino, como en muchos otros lugares, dejaban decenas de miles de muertos, la mayoría civiles.

Se suponía, si le dábamos crédito a las declaraciones de los líderes interventores, que entonces comenzaría una nueva etapa en un país cuya historia estaba bien ligada en los últimos siglos a las ansias de ocupación colonial por las riquezas que ,en su seno, guardan las grandes extensiones desérticas que caracterizan su geografía. Una etapa en la que los libios deberían vivir en paz, unidad, no solo entre ellos, sino con quienes arrasaron con ciudades y poblados durante los siete meses que duró la agresión.

¡Cuán equivocados estaban todos los que así pensaban! Los últimos acontecimientos indican que la fracturación del país en varios ejes de poder se ha incrementado, especialmente a partir de las últimas acciones del Estado Islámico( ISIS), y el juramento de lealtad a éste hecho por varias organizaciones fundamentalistas que luchan por el poder total en Libia. Vuelven a moverse las potencias en busca de una acción militar directa, lo que indica que desde hace cuatro años el país se ha mantenido en una permanente guerra civil.

Según las declaraciones de Bernardino León, el diplomático español designado como Enviado Especial de la ONU para Libia, la situación es más peligrosa que la de Siria e Irak, pues “se encuentra a unas pocas millas de Europa”. Discrepancias aparte con ese enfoque, lo que podemos reafirmar es que las preocupaciones son mayores para las potencias occidentales. No creo que sea solo la distancia tan cercana a los centros de poder europeos lo que preocupa.
A pesar de que gozaban de ventajas durante el Gobierno de Qaddafi, las compañías petroleras occidentales pensaban adueñarse de una manera más afianzada de las riquezas libias. En la situación actual, se hace prácticamente insostenible la producción petrolera, bajo las continuas amenazas de secuestros y horrorosas decapitaciones que se han convertido en el quehacer casi diario del ISIS.
Por otro lado, los fracasos en establecer un Gobierno de Unidad Nacional, las ambiciones no contenidas de diferentes fuerzas dentro del país, y los sufrimientos permanentes a los que están sometidos sus habitantes, impiden visionar a corto plazo la estabilidad que supuestamente pretendían los organizadores de la invasión hace cuatro años. Las cuentas no dan, así es como deben estar pensando los representantes de los intereses de las grandes trasnacionales del petróleo.

Con un gobierno supuestamente reconocido por la “comunidad internacional” operando en las afueras de la oriental ciudad de Bayda, y un Parlamento sesionando en Tobruk, se hace muy difícil pensar que la situación se revierta hacia la paz en los próximos tiempos. Y en circunstancias como esta, los tambores de la guerra vuelven a sonar desde diferentes lares.
A lo que estamos asistiendo es a la destrucción de un país. Si bien, en un inicio, las potencias occidentales alentaron las protestas contra Qaddafi para dividir al país y alcanzar sus objetivos, lo que podemos observar a partir de la caída del anterior régimen es una situación incontrolable. Desde ese ángulo, la máxima “Divide y Vencerás” no les ha funcionado. Y ahora no saben qué hacer con lo que han provocado.

Los tanques pensantes que aúpan a personajes de la política occidental siguen equivocándose en sus análisis. Si creemos la versión de que algunos de esos personajes son los responsables del surgimiento del Estado Islámico, entonces ahora están recogiendo los frutos de su craso error. Sus engendros provocan muertes entre inocentes ciudadanos de Occidente y Asia, y a varios países ser pastos de las llamas de la irracionalidad.

Pero sobre este último tema ampliaremos después. Por ahora les repito a esos personajes lo que mi padre aconsejaba en el seno familiar: Tengan cuidado que el tiro no salga por la culata.