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Yemen y el tortuoso camino de la paz

Yemen 2015 Foto: AP

Yemen 2015 Foto: AP

El 22 de mayo de 1990 me encontraba en Adén. Ese día fue proclamada la Reunificación de Yemen. Dos estados con sistemas políticos diferentes se unían ante el nuevo panorama de la geopolítica mundial. Un año antes, en un recorrido por los mercados del sur, un comerciante amigo me había comentado que el Presidente de Yemen del Norte, Alí Abdullah Saleh se encontraba en visita secreta en Adén. Pero nadie esperaba en ese momento que el proceso de unidad avanzaría de manera tan rápida, como realmente ocurrió.

Tiempo después ya nos habíamos mudado a Sanaa, la capital del estado unificado. Todo era diferente, desde la vestimenta de las mujeres hasta el clima, más frío en el Norte en comparación con los calores intensos del Sur.
Desde 1990, Yemen ha estado bajo la permanente amenaza de la guerra interna. Varios momentos de violencia se han vivido desde ese entonces. Y ahora, por estos días, la situación es explosiva. Rebeldes armados amenazan con derrocar al Gobierno del actual Presidente Abd Rabu Mansur Hadi.

Un repaso por la historia de ese país amigo en los últimos cincuenta años nos puede dar una imagen de lo difícil que ha sido para el pueblo yemenita la construcción de una sociedad donde convivan todos sus nacionales. Las divisiones internas por razones religiosas, políticas y, fundamentalmente, tribales provocan los estallidos de violencia cada cierto tiempo.

En octubre de 1986, el ya mencionado Presidente noryemenita Alí Abdullah Saleh afirmaba que el pueblo yemenita “es una colección de tribus”. Y es que realmente, la presencia de estas en la vida política del país ha sido permanente, ya sea a través de alianzas con el Gobierno o usando los resortes de las instituciones estatales y legislativas.

Yemen, un país de 25 millones de habitantes, contabilizaba en el año 2007 más de 60 millones de armas en manos privadas, o sea, en poder de las tribus de todo el país. Las más poderosas de estas tribus cuentan con verdaderos ejércitos bajo su mando. Cualquier mínimo desatino en el tratamiento a las regiones donde radican, puede provocar el estallido de un conflicto.

El pueblo yemenita, el que conocí, es modesto y amigo. Hospitalario y solidario. Muchas veces fui testigo del cariño que sienten hacia nuestro país, fundamentalmente por la presencia de nuestros médicos a lo largo de la geografía yemenita. Y con esos mismos sentimientos nuestro pueblo ha mirado siempre a ese país de la Península Arábiga.

Guardo con profundo cariño los recortes de la prensa yemenita durante todo el año de negociaciones para el logro de la unidad en 1990. Me he sentido con ganas de escribir el libro que narre esa etapa tan impactante para mí. Quizá no haya tenido el tiempo necesario para ello, pero algún día lo haré. El pueblo de ese país necesita la paz, y todo lo que se pueda hacer en beneficio de ella es bienvenido.

*El autor fue Agregado Diplomático en es Yemen de 1988 a 1991