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Promoción musical en Cuba, ¿llover sobre mojado?

Latin-Grammy-2014-nominados-647x270A finales de 2012, publiqué un artículo de opinión en el cual traté de abordar algunos aspectos que en mi opinión lastraban e incidían en un pobre desenvolvimiento de mecanismos que van desde la promoción, hasta la comercialización de la música cubana. El trabajo en cuestión se tituló “De Empresas, Lucas y otros demonios…” y tengo que agradecerle más de lo que me propuse inicialmente. Escrito para el portal Cubarte, fue plagiado sanamente (circuló vía email bajo una firma falsa), fue replicado por diferentes blogs y por respetadísimas webs, y hasta el título en tiempos recientes fue re-tomado para dar nombre a otro artículo publicado en una web cubana. Pero lo que me motiva a escribir nuevamente, es que mucha agua ha caído desde hace dos años, y el piso continúa estando seco.

¿Qué sucede que nuestra gestión empresarial y musical sigue con la mirada extraviada? 

Mucha polémica ha suscitado la nominación de varios artistas cubanos al Latin Gammy (LG) de este año, la cual veo totalmente desorientada. ¿Por qué tiene que existir discordancia con los artistas y CDs cubanos al LG? ¿Por qué culpar o lo peor, satanizar a los LG por nuestra miopía musical? Leí y escuché por diversos medios de nuestro país críticas nada sostenidas, huecas y sin sentido, sobre esta edición del LG, cuando en realidad esas opiniones deberían cuestionar —para mejorar y ser verdaderamente éticos— el tratamiento de la música cubana por nuestras empresas e instituciones. Por ejemplo, una de los criterios vertidos aseguraba que la música cubana era más amplia, y que no se circunscribía al mega éxito de la canción Bailando; y yo concuerdo, pero a la vez creo que el LG no es el mejor contexto para lanzar ese dardo, ya que en la logística de nominaciones y pre nominaciones al LG, solo se escogen los discos enviados por las casas discográficas latinas. Es decir, si en Cuba queremos defender verdaderamente lo autóctono, lo cubano, lo raigal para no caer en comercialismo barato, etc., lo primero que hay que hacer es que tenemos (no debemos) que producirle y grabarle al verdadero patrimonio musical cubano. No podemos andar izando falsas banderas de patrimonio, cuando las mejores expresiones musicales andan huérfanas, sin promoción, sin discos y sin trabajo. Y voy aclarando y explicando, una por una, mis afirmaciones en la oración anterior.

Por ejemplo, hace un tiempo la casa discográfica Colibrí realizó un excelente álbum dedicado al Septeto Habanero; como resultado, el mismo fue nominado a LG, pero lamentablemente la promoción en nuestro país hizo gala de mutismo, y solo unos pocos entre los que me cuento, comentaron y ponderaron el hecho. En tiempos recientes,  varias producciones de Muñequitos de Matanzas (sello Bis Music) también fueron nominadas a LG: resultado casi idéntico al anterior. Egrem se alzó hace apenas un año (con el CD Un bolero para ti, de Eliades Ochoa) con un premio. Pablo Milanés con el CD Renacimiento estuvo nominado este año, y la gran pregunta es, ¿no son acaso representativos de nuestra música estos ejemplos? Otra interrogante, especialmente dirigida a quienes alardean de amplios conocimientos discográficos, ¿dónde están las producciones discográficas de la Aragón, la Original de Manzanillo, de Frank Fernández, la Camerata Romeu, Familia Varela Miranda, Estudiantina Invasora…? Tengan la seguridad de que un disco de cualquiera de estos, es una nominación segura a un LG; y mencioné solo algunos.

En el caso de Colibrí, es destacable la labor de rescate patrimonial que, lamentablemente, ha sido casi desconocida en nuestro país. Inaudis Paisán, Caridad Hierrezuelo y muchos más, descuellan en su amplio catálogo, ¿y a quién le importa? Unos pueden decir que a la disquera, pero yo apuesto que a quien más debe interesarle es al propio sistema cultural cubano, pues en mi opinión una casa discográfica está diseñada para hacer discos y una breve campaña publicitaria al respecto, ya que no es una empresa de publicidad ni un noticiero. Le toca a los periódicos, a sus editores, a los jefes de páginas culturales, a revistas, webs, etc., ponderar, criticar y dar a conocer las excelentes producciones cubanas y sus respectivos impactos en concursos, ferias, etc. Si Ud. piensa que no estoy en lo correcto, puedo ofrecerle algunos datos, y ojalá se hicieran encuestas sobre esto: un gran por ciento de los jóvenes cubanos desconoce nuestro baile nacional, no saben cantar una tonada, no conocen a Antonio María Romeu, han crecido sin bailar un zapateo, no saben bailar un Cha cha chá, la controversia solo la asocian con el programa de TV Palmas y Cañas, no saben qué es un Changüí, un Nengón, ni siquiera qué es la Tumba Francesa. Enrique Bonne y Pacho Alonso son “héroes de la guerra de independencia” y, lo más triste, sinceramente, es que muchos de esos jóvenes son quienes hacen comentarios en nuestros medios de comunicación. Mi experiencia como profesor y otras fuentes, me han servido para exponerles algunas lagunas musicales de nuestra juventud, las cuales me preocupan sobremanera.

Pero volviendo al Latin Grammy, ¿cómo querer que el mismo premie a la mejor música cubana, aquella que nos identifica, si los discos de la misma cada vez son más esporádicos en nuestro espectro musical?

A raíz de esto, he visto y escuchado arremeter contra la canción Bailando, y recuerdo —salvando contextos y distancias— cuando también fuimos toros que queríamos derribar talanqueras en torno al Buena Vista Social Club (BVSC) en 1997. En ambos casos, debemos sacar experiencias, lecturas, métodos y sobre todo visión, a la hora de trabajar en torno a un fenómeno musical determinado. Bailando nos demuestra que el marketing es sumamente importante en estos tiempos, como lo fue el BVSC en su momento, y que es tiempo de sumar, no de restar o demeritar logros bien concebidos. ¿De qué música patrimonial se ufanan ciertos puristas cuando no podemos disfrutar de lo tradicional en los escenarios más competitivos o comerciales del país? Recuerdo el fenómeno mediático del tristemente desaparecido Polo Montañéz: su música estuvo presente en la vida del cubano de aquellos años, y la gente, véase jóvenes o no, bailaban hasta el delirio. ¿Aquella experiencia no nos dejó ninguna lección contundente? Por favor, la improvisación dejémosla para el jazz; en el complejo mundo de la industria musical contemporánea, hay patrones que seguir y libros que leer, como es el caso de ¿Músico o empresario? (Ediciones CIDMUC), del Doctor en Ciencias Económicas y Máster Johannes Abreu, joven por demás.

Particularmente conozco las carencias materiales que nos aquejan como país, y donde la industria discográfica no escapa de ello, pero a la vez abogo por soluciones y apuestas más efectivas para nuestra música, tanto en directo como discográficamente hablando. No expiemos en el Latin Grammy nuestra miopía al respecto.

(Tomado de Cubarte)