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Elías Barahona, guerrillero y periodista

La última aparición pública de Elías Barahona fue a principios de octubre pasado, unas semanas antes de su fallecimiento. En silla de ruedas declaró como testigo en el juicio que se sigue en Guatemala por la quema de la embajada de España. Dio un ejemplo final de consecuencia revolucionaria.

La última aparición pública de Elías Barahona fue a principios de octubre pasado, unas semanas antes de su fallecimiento. En silla de ruedas declaró como testigo en el juicio que se sigue en Guatemala por la quema de la embajada de España. Dio un ejemplo final de consecuencia revolucionaria.

Lo han dicho figuras del periodismo mundial: Tanta información que circula por el espacio de Internet lleva, a veces, a que no estemos debidamente informados, y puede ocurrirle, incluso, a los que habitualmente usamos la red de redes. Quizás, por eso, con cierto atraso hemos conocido la noticia del fallecimiento de un buen amigo, periodista y revolucionario de Guatemala: Elías Barahona, a quien la Upec le impuso la distinción Félix Elmuza en ocasión de su última visita a La Habana, en marzo de este año

Ocurrió que, efectuando un recorrido por el buscador de Google, en la localización de información sobre la reciente reunión del secretariado de la Felap en Esmeraldas, Ecuador, nos tropezamos con esa triste y lamentable noticia, que aconteció el pasado 23 de octubre. Barahona era vicepresidente de Felap para el área centroamericana, electo durante el Congreso de esa organización regional efectuado en Caracas en el 2008, y por eso saltó la noticia de su desaparición física.

La vida de Barahona es apasionante. Algunas cosas de ella la supimos en nuestros encuentros en la Upec; otras, en los relatos hechos por sus compañeros de lucha y amigos; y no pocas en informaciones de medios de prensa. Fue la colega María Grant, quien trabajó en Prensa Latina y actualmente está en Opus Habana, la que trajo a la Casa de los periodistas cubanos a Barahona, hombre de sólida cultura y de pensamiento revolucionario y humanista, a quien conoció en 1981. Y ella también dio calor a la idea de que le fuese entregada la distinción Félix Elmuza por su aval periodístico y revolucionario, y de solidaridad con la Revolución cubana.

Barahona durante el recibimiento de la Medalla Félix Elmuza.

Barahona durante el recibimiento de la Medalla Félix Elmuza.

Barahona, tras recibir la distinción, se convirtió en un colaborador de Cubaperiodistas.cu, el sitio digital de la Upec. Hace unos días, María me preguntó si había recibido algún nuevo trabajo de Elías. Tuve que decirle la verdad: “María, leí recientemente que había fallecido…” y le conté sobre mi búsqueda en Google. Ella tampoco sabía nada. Y quedó muy afectada, pues quería y admiraba mucho al periodista y guerrillero guatemalteco. Aquel hombre, sencillo y modesto, fue capaz de dejar también en mí una huella de cariño y admiración, aunque mi relación con él fue esporádica.

Hay un hecho que expresa toda su grandeza. Lo hizo célebre ante los ojos del pueblo de Guatemala y todos los pueblos de la región centroamericana. Ocurrió en 1980. Estando en Panamá, donde recibió asilo, Elías Barahona revela que como militante de la fuerza Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) había trabajado encubierto durante cuatro años como vocero de Donaldo Álvarez Ruiz, ministro de Gobernación del régimen militar de Romeo Lucas, y dio cuenta de las masacres, asesinatos y desapariciones ordenados por ese ministro con el objetivo de eliminar lo mejor de la intelectualidad guatemalteca, en un programa orientado por la CIA y el gobierno de los Estados Unidos.

Allí también dijo que el general Lucas Romeo había enviado a quemar la embajada de España, donde se habían refugiado indígenas guatemaltecos. Reveló documentos que coleccionó cuando trabajaba en el Ministerio de Gobernación. “La embajada norteamericana mantiene estrecho y permanente contacto con las más relevantes figuras del régimen… y la CIA mantiene una amplia red de agentes”, dijo entonces.

Y luego de eso comenzó un largo exilio. Panamá, Nicaragua y Cuba lo acogieron. A él y a sus dos menores hijas.

Elías Barahona, quien nació en una aldea de Zacapa, rodeado de pobreza y hambre, se abrió paso en la vida a través de esfuerzos propios: trabajó, incluso como estibador de cargas en un puerto, y estudió simultáneamente hasta que logró hacerse periodista y en la década de 1970 ingresó en la plantilla del periódico El Imparcial, entonces el más importante de Guatemala.

Un golpe de suerte lo llevó al Ministerio de Gobernación cuando ya era militante de una fuerza guerrillera. El ministro Donaldo Álvarez pidió a su secretaria que le buscase un jefe de prensa. Ella pensó en Elías, con quien tenía amistad. Pero, al conocer la propuesta, la rechazó inicialmente pues cómo un revolucionario como él iba a estar al lado de un monstruo, pero al propio tiempo pensó que ello podría ser útil para el EGP. Lo consultó, pues, a la organización, y le dijeron: Acéptalo, pero simultáneamente habrá que crearte una leyenda de traición que se riegue por todo el país. Y así se hizo, y Elías Barahona fue llamado traidor, vendido al gobierno y que había renunciado a su compromiso con la revolución y la lucha armada.

Y con esa imagen trabajó como vocero del ministerio de Gobernación. Y engañó a los funcionarios del gobierno. Y bajo tal disfraz logró salvar las vidas de muchos revolucionarios que el gobierno de Lucas Romeo había decidido asesinar o desaparecer.

Elías, ciertamente, corrió riesgos en su misión. Se cuenta que en una ocasión el propio ministro Donaldo Álvarez lo citó a su despacho y le lanzó la pregunta: ¿Es verdad que sos guerrillero? Y él le respondió con otra pregunta: ¿Usted piensa que soy guerrillero?, y seguidamente, con toda fuerza y poniéndose de pie, dijo: “Yo no voy a tolerar esos insultos”. El ministro se achicó, tartamudeó y le pidió disculpas.

Pero un tiempo después, Elías advirtió que estaba siendo vigilado y lo perseguían. Los militares sospechaban que no era tan derechista como se mostraba. Y, entonces, decidió irse del país. Sabía que su vida corría gran peligro.

Cuando regresó a Guatemala, 16 años después, Barahona retornó a ejercer como catedrático en la Universidad de San Carlos, de la cual había sido director de la Escuela de Ciencias de Comunicación. Ileana Alamilla, directora de la agencia Cerigua, escribió que en ese centro trasladó enseñanzas a generaciones de alumnos, y que recientemente había sido “expulsado” de la docencia por una disposición de que los profesores mayores de 65 años no debían continuar ejerciendo en esa Universidad. “Eso tenía indignado a Elías Barahona en los últimos años”.
Dejó escritos varios libros, entre ellos El Archivo, Marea Roja, Más allá del silencio y Aprendiz de topo. Y ocupó responsabilidades en los últimos años en la Asociación de Periodistas de Guatemala.

La última aparición pública de Elías Barahona fue a principios de octubre pasado, unas semanas antes de su fallecimiento. En silla de ruedas declaró como testigo en el juicio que se sigue en Guatemala por la quema de la embajada de España. Dio un ejemplo final de consecuencia revolucionaria.

Perdonable es que no hayamos conocido a tiempo el fallecimiento de Elías Barahona, pero imperdonable iba a ser que no le rindiésemos –con esta humilde nota periodística— el homenaje de que se hizo digno este guerrillero y periodista de la hermana Guatemala que no dejó nunca de luchar por la causa de Nuestra América.