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Maléficas adulteraciones

havana clubJesús decidió celebrar con los vecinos el fin de las vacaciones y el verano. Tomó de sus ahorros 4. 00 cuc, a pesar de la mirada inquisidora de su esposa. ¡Mami, un día es un día! Ella asintió con la cabeza. Se dirigió a la tienda del Cupet más cercano, porque los domingos en la tarde son los únicos lugares que están abiertos. Compró el ron añejo blanco; pero algo le decía que lo estaban engañando y aunque pasaron la botella por la caja registradora, su intuición lo obligó a probar allí mismo, el producto que había comprado. Su sexto sentido no lo engañó, aquello era algo raro, porque ni a alcohol sabía. La dependienta que vigilaba todos sus pasos, rauda y veloz le dijo: “Si no le gusta, yo le devuelvo su dinero”.

Mi vecino regresó abrumado para la casa. Ofreció disculpas a quienes lo esperaban para el brindis y comentó el hecho. Todos coincidieron en la complicidad de la empleada y lo necesario que resulta informar más sobre la protección a los consumidores y buscar nuevas vías para su defensa. El modelo económico y social cubano se actualiza, pero en este tema las cosas no se mueven, dijo uno de los participantes. Ahora coexisten otras formas de propiedad, se avanza en los temas de gestión, pero quedan atrás cosas tan importantes como los derechos de los ciudadanos en este sentido y las regulaciones para protegerlo.

Pero Jesús, como buen cubano, empecinado y guarachero, decidió encaminarse a otro establecimiento. Volvió a hurgar en los ahorros, ahora escondido de la esposa y completó hasta 6. 00 cuc. “Voy a comprar un ron Havana Club añejo de tres años”. “Este es más difícil de adulterar porque hasta tiene un colorcito”. Caminó casi un kilómetro y volvió al barrio con trofeo en mano. No lo probó como la vez anterior. Engañarlo una vez más sería casi imposible, porque él no cree en eso de que un hombre tropieza dos veces con la misma piedra.

Mandó a todos a buscar vasos de sus casas, porque si le rompían uno de los suyos, Mima lo mataba. Trago en mano llegó el brindis. “por la salud, los amigos, las vacaciones, en fin porque aunque no somos familia nos llevamos como tal” Benny Moré acompañaba el jolgorio, suave desde la distancia para amenizar el momento. Ñoooooooooo, Jesús, te volvieron a engañar, esto es alcohol de 90 con un tinte, dijo uno de los vecinos.

Los ojos de Jesús se tornaron rojos, por la pena, el mal sabor y la indignación. Mima le peleaba porque se dio cuenta que a sus espaldas volvió a coger dinero. Decidió caminar de nuevo el kilómetro, tramo que recorrió mucho más rápido por la molestia. Ante la empleada que le había vendido la botella, contuvo la ira.

“Compañera esto que usted me vendió no sirve, me podría devolver mi dinero o darme una botella que contenga lo que yo deseo comprar” Cual sería su sorpresa cuando esta muchacha, que había visto en la oportunidad anterior, le espetara en su rostro. “Usted no compró eso aquí, por lo tanto no se lo puedo cambiar, ni devolver el dinero”. En ese instante se quedó petrificado, cogerla por el cuello no era una buena opción, hay otras formas se dijo a sí mismo, y como la mente vuela en instantes recordó además que no había tomado el comprobante al comprar el maléfico líquido. Decidió volver a la casa cabizbajo y apenado.

EL trayecto de regreso le pareció interminable. En todo ese tiempo se atormentaba con lo sucedido. Cómo es posible que estas cosas estén pasando, no se dan cuenta que están jugando con la salud de las personas y además con mi dinero que tanto trabajo me cuesta ganar. ¿ A dónde me dirijo ahora, qué derechos tengo, qué leyes me amparan, qué le puede suceder a esos empleados por lo que hacen, dónde están los administrativos de esos lugares donde se permite todo eso, en fin un cúmulo de preocupaciones y dudas que Jesús no se lograba explicar.

Más allá del vuelo literario que se ha querido dar a este relato, las adulteraciones son reales, ocurrieron el domingo 31 de agosto de este año, en el Cotorro y los lugares implicados son el Cupet, próximo al paradero de los ómnibus ruteros y el Infotur de ese municipio. Cuentan que al enterarse la empresa Havana Club, mandó una visita sorpresiva y que 56 botellas de ron blanco añejo, están en los laboratorios por su contenido muy dudoso, en tanto otras 7 de ron añejo especial, esperan por igual proceder.

Mientras terminan los estudios para comprobar el engaño, muchas de las preguntas de Jesús y las preocupaciones de sus vecinos son difíciles de responder. Urge que en los cambios que se producen en el país se piense con celeridad en los consumidores cubanos.

(Tomado de su sitio de Facebook)