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Robando ciervos y conejos

guerra-friaPuede ser una de tantas leyendas urbanas gestadas al calor de los conflictos, o resultante de tergiversaciones mediáticas, empero, en contexto perturbado y agresivo, no es un disparate el supuesto de que fue Estados Unidos quien ordenó que se mantuviera en su cargo el primer ministro Arseni Yatseniuk, luego que presentara su renuncia ante la negativa del parlamento ucraniano de aprobar, el mes pasado, un grupo de leyes altamente dañinas para el país.

Como se siente respaldado, volvió a presentar en la Rada Suprema la rechazada ley que permitirá vender el 49% de los derechos de gestión de todos los gasoductos del país a inversores norteamericanos y europeos.

Esta vez no hubo las trifulcas del 24 de julio recién pasado y el cuerpo legislativo concluyó aprobando la moción que entrega a actores ajenos, la "dirección, concesión o arriendo" de las vías para el traslado del energético. Igual suerte corren los depósitos subterráneos de gas.

Si bien fueron 228 de los 450 diputados, quienes aceptaron esa transferencia de derechos, el paquete no se limita a tan notable merced. Incluye un grupo adicional de medidas que tampoco benefician a la ciudadanía.

Es difícil, pese al poderoso padrinazgo con que cuenta Mr. Yats, que los grupos oligárquicos nacionales, en su todos contra cualquiera y según convenga, no hagan un intento para que se realicen elecciones parlamentarias que procuren un cambio de las bancadas existentes. Con el retiro del cogobierno del cual participaban Udar (derechista, pero menos que Svoboda, grupo fascistoide, también renunciante), eso provoca que no existan soportes políticos con carácter mayoritario, dentro de este ámbito decisorio.

Con lo intoxicadas que andan las cosas en Ucrania, no existe un solo escenario entre los posibles. Hace apenas una semana, hubo un intento por desalojar a quienes se mantienen atrincherados en el maidán capitalino. Una reacción violenta contra bomberos y policía hizo recordar lo acontecido en la etapa Yanukovich, solo que, en esta oportunidad, se supone que quienes se mantienen en una “protesta permanente” son la retaguardia de los filo-nazis con cargos en el actual gabinete y, quizás, dejaron ese retén por si los asuntos toman un perfil inconveniente para ellos y deben reactivar aquel recurso.

Agresividad hay también en los ataques del ejército plagado de paramilitares en su embestida contra el Donestk y Lugansk. El conflicto acumula estadísticas perturbadoras: 2 086 víctimas mortales y cerca de 5 000 heridos, aparte del desplazamiento de casi un millón de personas, en su mayor parte mujeres con niños o ancianos.

Durante su visita a Crimea, con estadías en Sebastopol y Yalta, el presidente Vladimir Putin se refirió al conflicto, planteando su empeño en hacer todo lo posible para ayudar a que se dilucide el caos sangriento y fratricida, -así calificó los hechos-, en el menor tiempo.

Y… mientras una inmensa caravana de 280 camiones conducía 2 000 toneladas de alimentos y útiles para los asediados habitantes del sureste ucraniano y ante legisladores de todas las bancadas parlamentarias rusas, autoridades locales de la península y varios ministros de su gabinete, el presidente expuso un grupo de ideas de alcance actual y futuro. Sobre Crimea dijo que se acumularon allí problemas durante decenios y las autoridades desde Kiev, “sacaban mucho”  pero daban “muy poco” a la península, de ahí las deficiencias en una gran gama de asuntos, tanto de infraestructura como de trasfondo social, incluyendo atender adecuadamente a las minorías.

Desde el punto de vista económico reiteró dos grandes proyectos. Uno referido a las sanciones de que es objeto Rusia por parte de Estados Unidos y Europa, castigo que se extravía ante su decisión de darle un fuerte apoyo a los productores nacionales buscando garantizar abastos propios permanentes y mientras, o después, acomete la apertura que abre puertas “a los países que están a favor de la cooperación económica”.

Otra confirmación fue el plan de usar 30 000 millones de dólares para el fondo de reserva creado por los BRICS, buscando contribuir a la mejora de la estabilidad macroeconómica de ese grupo de naciones emergentes de las cuales forma parte Moscú.

A tener en cuenta, está lo aclarado por Putin sobre la postura de su país que tributa respeto pero exige ser tratado sobe esas bases. No desea confrontaciones, pero tampoco acepta la imposición de manejos hegemónicos ni chantajes.

Hay quien asegura que el dirigente ruso dio otra elegante y dura lección a los países promotores o subordinados a maniobras que dan preferencia a la penalización y no el entendimiento, pero en cualquier caso, la firmeza y flexibilidad mostradas, parecen contar con mayores perspectivas que la rígida y arcaica estrategia occidental, sustentada por ya se sabe quién.