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Al-lāh, soy palestino

Al-lāh, soy palestino, y he aprendido verte en los ojos y la fe de los demás. Soy devoto de los Yahvé, los dioses buenos que no tienen barreras en sentimiento al expresar amor. Disfruto vivir a plenitud la fraternidad amorosa. Soy hijo de la misma gleba terrestre, del mismo polvo y éter celeste, cosmogónico. Gravito en las mismas unidades de tiempo y espacio, de este sagrado hogar, palestina, el mundo: el que comparto a veces con cierta alegría, con los que nos ofenden, y nos estiman, o con los que nos asesinan, y con los que en ocasiones nos protegen del enemigo.

Soy discípulo de la diversidad del misterio, respetuoso de las leyes, aunque estas por momento caigan con fuerza despiadada contra los más débiles. Giro como el sol y busco como todo ser que habita, piensa siente, y necesita, creer en lo trascendental; que vinimos a la vida a preparar un gran servicio de conciencia hacia la felicidad, por una convivencia que nos ampare y nos proteja de nosotros mismos.

Al-lāh, nací Palestino, tú lo sabes mejor que nadie, gentil, como solían llamarnos en épocas pasadas, para distinguir al ciudadano que no pertenecía a la raza de los “escogidos”. Que el Yahvé piadoso de mis hermanos judíos, no le permitía entrada al reino de los cielos.

Qué fue de aquel tiempo donde vivíamos en paz y armonía palestinos y judíos, escogidos y gentiles? Nosotros labrábamos la tierra, para sembrar los olivares, y ganarnos el sustento, para con su aceite sagrado ungir estómagos hambrientos, y mentes e ideas impuras. Las que nacieron con la invasión del colono imperialista. Llegaron para matar tierra, semillas, vidas, dividir, crear cizañas, entre una población que compartía la vida con felicidad y respeto del uno por el otro. A los dioses buenos le pareció beneficioso que madres judías y madres palestinas, se prestaran senos para a amamantar a sus hijos, en los tiempos de precariedad, y que la leche de ambas fuese la representación de la convivencia más digna, bella, y respetuosa de ese tiempo. Esa leche era el bautizo de la tierra prometida para todos, gentiles y escogidos. Todos éramos los escogidos. Al-lāh... Porqué ahora, nos han desterrado de nuestra nación, patria, tierra amada palestina. Inclusive según los escogidos, nosotros no somos bienvenidos al reino de los Dioses buenos.

Por qué la tierra de los olivares y del jazmín, nos la han convertido en un infierno de muerte, oye YAHVÉ, soy palestino, quiero saber, si este ángel caído, hijo de mis entrañas, que hoy llevo en mi regazo hacia su morada final, lo recibirás como gentil, o como escogido? Dígame Yahvé, cómo regreso al camino de luz del amor y el perdón. Luego que los escogidos, han sido los que han comenzado esta matanza.

Al-lāh, el atareado rumor de tu silencio lo puedo escuchar,
cuando me acerco a tus ojos con un beso, me acerco
con fieles pensamientos, que me conducen a tu espíritu de paz...
Yo en constante travesía por tus senderos, Sé que viajo en tu
universo que es mi refugio mi hogar. La repetición de un cuento
breve y eterno... Oh Al-lāh, tú me incitas a creer, cuando escucho
en tu silencio, que tú me ayudas a no perderme en este mundo de
guerras y tormentos.
Porque eres mi candil mi escudo, la estrella encendida que no apaga,
Oh, Al-lāh eres la voz que me invitas, a resistir, a cantar a perdonar.

(Tomado de Cuba en Defensa de la Humanidad)