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Punto Penal: En busca de lo sublime

Fra-AlemA Benzema le sale la pared. Además de ello, par de fragmentos de fútbol. Fragmentos que son, a duras penas, cartas de obligada renuncia.

Pogba sigue en silencio, como casi siempre. Anulado por par de jugadores que, de casualidad, no se han contagiado con la gripe.

A Neuer le sale una mano, que parece escapársele del cuerpo. Una mano que si miramos de lejos bien podría ser el larguero. Benzema lo sabe pero todavía no la ha visto: estamos en la parte en que aún no ha disparado a la portería.

En el minuto 93 los principales obstáculos que tiene un delantero son el arquero, la portería y el silbato del árbitro. Quedaba un minuto aún: el último obstáculo no era un gran problema en aquel entonces. Solo faltaba superar al portero y que luego el balón no se estrellara contra el poste.

Cuatro años atrás el mundo conoció a un Manuel Neuer irreverente. En los octavos de final de Sudáfrica, luego del partido frente a los ingleses había dicho: "Estaba seguro de que había pasado la línea [se refiere al disparo de Lampard que hubiera significado el empate momentáneo], pero creo que mi reacción al sacar tan rápidamente confundió al árbitro y le hizo pensar que el balón no había entrado. Entró, por supuesto, y debió ser gol para Inglaterra. Buena suerte para nosotros y mala para ellos”.

El padre del francés, durante la infancia, lo matriculó en un colegio católico privado, para que no se contagiara con ambientes mundanos, o con un vicio tan suyo como el de la lotería. La madre, por su parte, le permitió ciertas libertades para que en ocasiones, el chico jugara al fútbol. Minuto 93, la madre y el padre en Lyon. Falta poco para que acabe el partido y Karim realice la llamada telefónica de siempre.

Ahora mismo tenía delante a Neuer y, con ello, la posibilidad de condenar al alemán al olvido, como mismo había hecho con el revulsivo Milan Baros en el Lyon un tiempo después de que, demostrando plena seguridad en sí mismo le dijera a sus compañeros de vestuario: “ríanse, porque he venido a quitarles el puesto”. El ariete checo terminó buscando suerte en el fútbol turco.

Soltó el zapatazo. Por primera ocasión no lo pensó dos veces. Benzema es un hombre que gusta de acomodarse para definir, cualidad que probablemente haya heredado del comedimiento en sus tiempos en la escuela católica. A veces un poco sedentario, manipula par de posibilidades sin importar el tiempo. Intenta manipular tanto que a veces no imagina que hay manos que escapan del cuerpo.

El hombre delante de la portería es el irreverente del que hablamos. Estira el brazo hacia arriba como una burla, a fin de cuentas, siempre ha sido un tipo irreverente. Quizás intentaba saltar y colgarse del larguero, como mismo en el partido anterior salía a buscar balones a campo traviesa para salvar a su país. El defensa, a ras de suelo, no puede sonreír. No puede llegarle al balón y tampoco entiende la burla del guardameta alemán.

Sublimar se basa, esencialmente, en engrandecer. Dicen los psicólogos que la idea de la sublimación está en “transformar ciertos instintos o sentimientos en una actividad moral, intelectual y socialmente aceptada”. La vida, cuando pasa a través de una atajada burlesca, puede ser entendida socialmente como un fragmento de fútbol donde solo respiran quienes no la entienden: el larguero o el punto de penal.