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Punto Penal: Brasil despide al agua

David Luiz sigue haciendo un gran Mundial.

David Luiz sigue haciendo un gran Mundial.

Revancha: Por lo menos a los que la merecen, la vida suele darles la oportunidad de reivindicación. Esta tarde, en el estadio Castelao, Thiago Silva vivió esa clase de episodio cuando marcó el gol tempranero que pareció archivar las ilusiones colombianas. El capitán de la verdeamarilla se había aterrado en la tanda de penales contra Chile, hasta el punto de abandonar el círculo central para rezar en solitario. Por responsabilidad en el terreno y, además, capacidad atlética, se suponía que uno de los cobros le correspondería, pero Silva esquivó la posibilidad de reeditar el drama de Moacir Barbosa, el portero infeliz que cumplió medio siglo de ostracismo tras el Maracanazo. Tuvo miedo a fallar, o tal vez inclusive carecía de piernas para el fallo. Lo cierto es que lloró como un bebé, tocado emocionalmente hasta los linderos de la crisis. (El mítico Carlos Alberto bramó entonces: “El equipo llora cuando canta el himno, cuando se lastima, cuanto tira penaltis... ¡Ya basta de llorar!”). Así, hoy era un día de revancha para Silva, y a los siete minutos, casi de madrugada en el partido, se encontró con un centro, le pegó a la desesperada con el muslo y la pelota lo premió yéndose a casa. Su imagen, percudida después del incidente contra Chile, volvía a relucir con este golpe, si no de virilidad, de necesario oportunismo.

Sueño deshecho: Se va Colombia de su mejor Mundial, pero lo hace con los ojos entornados. Los cafeteros saben que habían hecho suficiente fútbol para aspirar a más, y el consuelo de un puesto entre los ocho de vanguardia no les basta. No les puede bastar después de haber hilado cuatro triunfos con 11 goles a favor y solo dos en contra, sin haber recurrido jamás al tiempo extra. No les puede bastar tras conseguir la aclamación del universo, porque a falta de Radamel Falcao tuvieron a James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado y unas cuantas transiciones ofensivas en las que el mismo Dios movió los hilos. El equipo de Pekerman –siempre un José muy respetable- hizo lo que no pudo aquel del 5-0 a costa de Argentina en Buenos Aires, el del Pibe Valderrama y Chicho Serna, Freddy Rincón, Valencia, Tino Asprilla, Aristizábal..., aquel que se estrelló contra Gheorge Hagi, primero, y después vio morir a Escobar frente a Estados Unidos con el autogol más duro de la historia. Esta “generación globalizada”, como observó Valdano, no se aferró a la posesión ni tocó más que los rivales, pero siempre sacó a tiempo el as de la eficacia y tuvo la paciencia mineral de Florentino Ariza para amarrar los cabos de sus juegos. ¿Que Colombia ha sido el agua del Mundial? Verdad. Pero no puede sentirse complacida. “Cumplidos –Obdulio Varela dixit- solo si somos campeones”.

Los centrales se encargan: Nada más semejante al Brasil de Felipao, que el de Dunga. Carece de jogo bonito y agresividad en ataque, sufre para salir, no controla el balón, no tira caños ni gambetea a un elefante patiatado... Seco y gris, sale a hacer lo que sabe -aferrarse al dibujo, empujar mucho, constreñirse-, y toda su existencia gira en torno al planeta Neymar Junior. Tan raro es este grupo brasileño, que la pareja de centrales acumula tres goles mientras un trío de atacantes -Fred, Oscar y Hulk- apenas han marcado un par. (Oscar se limitó al anuncio fascinante del día inaugural; Hulk vino a cumplir medianamente hoy; y Fred se empeña en confirmar que con 10 se juega mejor que con 11, como en cierta ocasión sugirió el viejo Helenio Herrera). Se trata de un equipo que no trata de parecerse a sus ancestros, limitado a correr y chocar “sin el menor orgullo brasilero”, al decir de Martín Caparrós. Y en la raíz de todo está Scolari, culpable de que Brasil ahora escriba como Paulo Coelho y no como Clarice Lispectore. Felipao ha venido poniendo parches hace rato, anunciando complots que no existen, preparando a su gente para lo peor con lo peor. O sea, para el “perdimos porque teníamos todo en contra: la FIFA, el arbitraje, los pingüinos de Madagascar, el sol de Alaska”... Sin embargo, el técnico ha pasado los primeros cinco exámenes –algunos por los pelos del bigote-, y se encamina a la semifinal ante Alemania. Y quién duda qué pueda pasarla también, si a fin de cuentas él dirige a la única escuadra con cinco estrellitas en el pecho.