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Cambia dramáticamente el periodismo

El periodismo consistió y consistirá siempre en contar historias, en explicar a la gente lo que le pasa a la gente. Esa es la esencia, sí, pero también puede que sea lo único que no vaya a cambiar nunca. Todo lo demás es ya distinto desde hace tiempo, aunque muchos de los que nos dedicamos a esto parece como si no quisiéramos acabar de enterarnos.

Lo que el periodismo de toda la vida no acaba de asimilar es que la mitad larga de los ciudadanos, en los jóvenes el porcentaje sube mucho más, va ya por la vida llevando en su bolsillo un smartphone con grabadora incorporada, además de bloc de notas, máquina de fotos y cámara de video. Todo ello listo para ser usado en cualquier momento y con la capacidad de difundirlo al instante. Un arma de difusión masiva que convierte al testigo de cualquier acontecimiento en comunicador.

A pesar de esta evidencia irrefutable, los medios de comunicación tradicionales continúan aferrados a los esquemas de toda la vida: las televisiones públicas, por ejemplo, intentan continuar ocultando información, manipular lo que cada vez es menos manipulable y produciendo a costes insostenibles piezas informativas de minuto y medio que cualquiera con un smartphone y un programa de edición puede elaborar en su casa por un precio veinte veces menor. Y con la misma calidad y competencia profesional.

La prensa de papel busca la manera de reinventarse mientras los datos de difusión, cada vez más crueles, les ponen a diario frente a una realidad que todavía se resisten a admitir: están agonizando. Las redacciones de los medios albergan licenciados en periodismo, con su correspondiente carné profesional y al corriente de pago en la asociación de la prensa de su provincia, que calientan sillas durante ocho horas cortando y pegando teletipos de agencias con los ojos pegados al ordenador, mientras el periodismo lo hace en la calle quien está en el momento justo en el lugar adecuado y tiene los reflejos de ponerse a grabar aquello de lo que es testigo. Sea periodista o sexador de pollos.

Avances tecnológicos + agonía de los medios + precariedad laboral + escasez de presupuesto es una complicada ecuación que nos insta a ponernos las pilas y cambiar el chip. El periodismo exige estar en los sitios donde pasan las cosas, pero no hay dinero para pagar los taxis. El periodismo exige desplazamientos y una cierta paciencia cuando se trata de verificar datos, pero no hay dinero para hoteles. Al final, después de intentar sobrevivir a base de eres, explotando al personal, cargándote la mitad de las informaciones para no molestar a los anunciantes y explotando vilmente una docena o dos de becarios por redacción, los medios acaban sucumbiendo y cayendo en manos de bancos y de fondos de inversión.

Víctor Sampedro, en su libro “El cuarto poder en red” lo dice muy claro: “Hay que transformar los medios para retomar sus fines, porque el periodismo no da cuenta de la realidad y lleva mucho tiempo creando una ficción paralela. Blinda a los actores sociales más fuertes y desprotege a los más débiles“.

Que el periodismo está, sin más, al alcance de quien anda por la calle con un móvil en la mano lo demuestran algunos de los vídeos que en España el compañero Héctor Juanatey ha subido recientemente a su cuenta de youtube: en uno de los dos más recientes se observa cómo varios policías nacionales arrebatan una bandera republicana a una mujer el pasado día 19 y en el de este viernes 27, se evidencia la carga policial contra ciudadanos que protestaban por un sangrante desahucio en Madrid. Este último, según cuenta Juanetey en twitter, fue emitido por varias televisiones. Gratis total. Solo una empresa, tve, se puso en contacto con él para pagarle por la emisión.

Parece claro que vivimos tiempos muy poco definidos, tiempos ambiguos, tiempos de transición. Parece obvio que el periodismo de calle se puede practicar sin tener que desplazarse ya con sofisticados equipos de grabación… y para el periodismo de investigación basta en muchos casos con un ordenador conectado a internet y la determinación de buscar donde nadie busca: cientos, miles de datos públicos están esperando on line, en abierto o encriptados, que para eso están los hackers, para quien quiera procesarlos, sacarle punta e infestar los medios, tanto analógicos como digitales, de titulares con incontestable calidad periodística. Como también dice Sampedro “al informador le pagan por construir esfera pública, por crear condiciones y oportunidades de debate con datos y argumentos. Cualquiera, con ganas y conectado a internet, puede hacerlo“. Llevo mucho tiempo diciéndolo: “quien tiene un móvil, quien tiene un ordenador, tiene un arma“. Solo es cuestión de saber usarla.

El periodismo consistió y consistirá siempre en contar historias, sí. Pero hay que adaptarse a los tiempos. Lo más interesante de todo es que nadie tiene ni puñetera idea, y el que diga lo contrario miente, de cómo será todo esto dentro de algunos años. Más bien pocos.

(Tomado del blog del diario digital Público: La carga del diablo)