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Punto Penal: Sobriedad

Paul Pogba. Foto: El Universal

Paul Pogba. Foto: El Universal

 I

Hoy, hace exactamente 20 años, Stephen Keshi había negado varias veces con la cabeza. El capitán de un equipo siempre está ahí para protestarlo todo. Y más si es el único partido que jugará en esa Copa del Mundo y le entregan el brazalete de capitán. Finidi George había puesto el 1 a 0 contra Grecia y el defensa central Keshi seguía empujando a los suyos hacia arriba. En el 90, Amokachi ponía cifras definitivas al partido cuando anotaba el 2 por 0.

Stephen Keshi había aprendido a protestar como algunos de sus amigos los europeos. Desde los ochenta fue uno de los primeros jugadores nigerianos en dar el salto al fútbol del Viejo Continente. Dicen que protestaba con parsimonia, a veces un tanto parco en gestos. Keshi había aprendido a experimentar par de cosas diferentes, incluso, luego del retiro cuando viajó a Estados Unidos para hacerse entrenador de fútbol.

Saltaron las alarmas cuando, al frente de las Águilas Negras en la Copa de África de 2013, dejó fuera a estrellas como Taiwo y Odemwingie para convocar a varios jugadores de la liga local. Podría ser su segunda decepción (antes había logrado clasificar a Togo para el mundial de Alemania 2006 y semanas antes lo despidieron). Ya conocía lo que significaba la decepción, parsimonia aparte. No bstante, terminó ganando aquella Copa Africana de Naciones con un gol de Sunday Mba en la final, un hombre que jugaba en el Warri Wolves de la liga nigeriana.

“Mi meta es que los nigerianos sean felices y construir un fuerte para ellos”, había dicho hace un mes. Argentina, Irán y Bosnia habían sufrido. Le tocaba el turno a una Francia que comenzaba a endeudarse con su afición.

II

Bacary Sagna: “No conseguir el título sería un fracaso”. Paul Pogba, para mí el mejor jugador de Francia, quedaba callado. Quizás porque haya nacido en 1993 y no se sienta con la potestad. Quizás por la parsimonia. Quizás por no cumplir con el ramadán. O quien sabe por qué. Pogba y Keshi tienen varios puntos en común, salvo las decepciones.

El francés de la Juve le ha dado par de vueltas al área. Acecha pero siempre a la distancia. El recurso de lo furtivo suele ser a veces el bien común de hombres como Pogba, como Cabaye. Quedarse a la espera, pero buscarla siempre con cierto cuidado, soñarla probablemente. No era la primera vez. En 2009 había esperado, de lejos, la finalización de las disputas judiciales entre Manchester United y su club, el Le Havre, entidad que había denunciado al equipo dirigido por Sir Alex Ferguson debido a algunas artimañas ilegales que saltaban a la vista en el momento de hacerse con el joven talento francés.

En aquella ocasión, la FIFA había hecho de árbitro para que a Pogba le llegara una oportunidad de oro. Hoy fue Enyeama. El arquero nigeriano había tapado a los franceses varias ocasiones claras. Salió mal cerca del minuto 80. Quizás en ese momento haya pasado por la mente de Keshi, la vez en que el presidente de la federación togolesa de fútbol  le comunicó su destitución y, con ello, le anunció la llegada de un entrenador teutón que luego no ganaría un partido en tierras alemanas. Por la mente de Enyeama, probablemente el rebote que le regaló al griego Torosidis en el mundial pasado. Posiblemente nada. Posiblemente, algo tan trivial como que el árbitro no dio pausa para refrescar en ninguno de los dos tiempos.

Pogba cabeceó el balón hacia el fondo de la red. El resto es historia. Francia marcaría otro gol luego de que Yobo anotara en su propia portería. Keshi, exactamente veinte años después, la volvió a tomar con el árbitro. En esta ocasión, por haber anulado un tanto a su equipo. Pogba siguió con su silencio al final del partido. Decía Alejandro Dumas que para todos los males había dos remedios: el tiempo y el silencio. Keshi, como cuando lo despidieron de la selección togolesa, se quedó con el tiempo.