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Punto Penal: El Gólgota de México

Robben es media Holanda.

Robben es media Holanda.

Venganza mortal: Hace dieciséis años, en el Mundial de Francia, México perdía 2x0 contra Holanda en la fase de grupos. Entonces el milagro hizo una alianza con el Tri, Ricardo Peláez descontó a la altura del minuto 75 y El Matador Hernández empató justo en el 90, para felicidad del técnico Lapuente y la (posiblemente) fanaticada más devota del planeta. Hoy, en cambio, la fortuna fue adversa para el equipo azteca, y Holanda le ha pagado con el dólar de la sevicia aquella remontada. A punto estaban las tribunas de reventar de fiesta en Fortaleza, y en unos tres minutos se produjeron el terremoto con el gol de Sneijder –un legítimo premio a la insistencia- y el tsunami nacido del penal sobre Robben, cobrado con un trueno milimétrico de Klaas-Jan Huntelaar. Ya lo decía un poeta de cuyo nombre no me acuerdo: “México, creo en ti, / porque escribes tu nombre con la X / que algo tiene de cruz y de calvario”.

Pánico: Como el valor sobre la cancha se halla en vías de extinción, durante el primer tiempo de partido Holanda estuvo más asustadiza que una liebre en un círculo infantil. Tan preocupada andaba por cerrar filas al fondo que limitó sus argumentos de victoria al contragolpe y las jugadas a balón parado. Así, de tanto poner la otra mejilla, México se le fue envalentonando, y al poco rato ya se plantaban unos charros sin sombrero frente a la portería de Jasper Cilessen. Súbitamente, México vestía de naranja, y Holanda iba de verde. Tardó mucho la escuadra europea en acordarse de que tiene tres subtítulos del mundo y hasta acuñó una vez cierta manera hermosa de jugar. Solo la diana de Giovanni dos Santos la sacó del letargo, y más por obligación de circunstancias que por iniciativa propia, tuvo que despojarse de los miedos y salió a hacer la guerra como siempre debió ser, apelando al recurso Depay y un poco más de empeño en disponer de la pelota. Por ese camino hubo un asedio permanente sobre el arco del Memo –nuevamente crecido bajo palos-, y por ese camino llegaron la cruz y los clavos para el grupo de Miguel Herrera, que se va de la Copa orgulloso, ahíto de pundonor, alta la frente, pero anegado en llanto, sin derribar el muro de octavos de final.

Tulipán triste: La hinchada Oranje canta, sueña, y yo creo entenderla. Razones no le faltan. Pero a mí, cada vez que lo veo, este equipo me deja una sensación extraña, porque siento que tiene en sus bodegas un vino superior al que me brinda. Esta Holanda no es, ni por asomo, la de Rinus Michels, que hace décadas le dio la vuelta al mundo en 80 toques de balón. Es la Holanda de Louis Van Gaal, un hombre enamorado de la táctica, el despliegue inteligente (casi matemático) en el campo, para el que la velocidad de un par de piernas vale más que toda la imaginación del universo. Es una Holanda en prosa, capaz de encadenar tres párrafos brillantes, aunque insensible a la metáfora. Lo único que podría emparentar el ideario de Michels y Van Gaal sería, si acaso, la certeza de que el fútbol es la guerra, por lo que sus equipos son sobresalientes en materia de despliegue corporal. Por lo demás, Robben no llega a Cruyff, y Sneijder –depauperado hasta la depauperación en solo cuatro años, con todo y su golazo de esta tarde- estudia el nivel medio en la maestría futbolística de Neeskens. Eso sí: la Holanda de Van Gaal mete más músculo, y para recordárnoslo aparece el sempiterno De Jong, enarcadas las cejas, prohibida la posibilidad de la sonrisa, martillada la pistola en cada bota. (Hoy, por fortuna para los aztecas, salió pronto del juego y nadie tuvo que sufrir sus embestidas). Yo, que siempre he querido a la Oranje ab imo pectore, lamento mucho que en el empeño ciego de ganar, su fútbol haya derivado en atletismo. Sé que en Brasil me entienden.

En torno al penal de la discordia: La jugada no es suficientemente clara, a mi modo de ver, para una conclusión terminante. En cualquier caso, hay varias cosas indudables. Primera, que a Robben le gusta el teatro de las faltas y es bueno interpretándolo, como lo fue Luis Figo hace unos años. Segunda, que la defensa mexicana estuvo muy permisiva en esa acción, hasta el punto de permitirle entrar al área. Y tercera, que cien veces más evidente fue el penal que le cometieron en el descuento de la mitad inicial, cuando el árbitro se tragó el silbato luego de que al. "11" le golpearan el tobillo y lo barrieran con absoluta impunidad.