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Punto Penal: Fuego amigo

Klinsmann y Löw, unos años atrás.

Klinsmann y Löw, unos años atrás.

Hermanos: Con sangre de fratricidios está escrita la historia del hombre. Por envidia mató Caín a Abel, pastor de ovejas. Un fratricidio precedió a la fundación de Roma, y otro más, al mítico nacimiento de Macondo. Desde siempre, los hermanos han podido matar a los hermanos, recordándonos que la imperfección es la receta básica de la humanidad. Esta tarde, en Recife, hubo de eso. Frente a frente se vieron dos tipos respetables, contrastados por el color del pelo, pero iguales de ideario futbolístico y nacionalidad. Dos tipos que se quieren, y que hicieron mancuerna para la Maanschaft durante un tiempo a partir de que Klinsmann, el técnico rubio, citara en 2004 a Joachim Löw para una reunión en las orillas de un lago italiano. Ese día Klinsmann propuso, aceptó Löw, y ambos fueron al Mundial de Alemania como entrenador y asistente respectivos. Desde entonces existe su amistad, y no ha habido razones conocidas para descabezarla.

Modorra germana: El partido no fue ninguna joya. Suspicacias aparte, cabía presumir que bajo la lluvia de Recife los equipos bailarían al fútbol todo el tiempo, especialmente por el hecho de que ambos saben atacar mejor que defenderse. Nadie ha combinado con más arte que Alemania en el evento, y no son muchos los que se van al frente de batalla con la disposición del grupo norteamericano. Y al principio de todo no fue el Verbo, sino la arremetida de la escuadra teutona. Manipulados como marionetas, los de Estados Unidos iban y venían por el campo, seguramente ansiosos por aplaudir a un adversario que generaba ataques incesantes. Sin embargo, capeaban laboriosamente el temporal, y de modo esporádico armaban alguna contraofensiva que confirmaba su presencia en el encuentro. Así discurrió la mitad del período inicial, y eso fue casi todo. Lo demás, si es que ocurrió algo más, no merece reseña.

Golpe de azar: Quiso el destino que este jueves debieran batirse con el boleto a octavos en la mira. Un empate los aseguraba en la otra ronda, pero otro resultado podía ser nefasto. Había recelo, y en la mente de los memoriosos flotaba el fantasma del Pacto del Molinón, aquella mancha en el expediente de los alemanes. (Fugaz recordatorio: en el Mundial’82, Alemania Occidental y Austria acordaron no agredirse para avanzar a la siguiente fase en perjuicio de Argelia). Pues bien, se sospechaba mucho hoy, por más que Klinsmann insistiera en que saldría a ganar, y por más que los Panzers prefirieran ubicarse primeros en el grupo y evitar el probable (y riguroso) cruce con los belgas. Al final, Löw soltó una estocada –Thomas Müller mediante- que hizo diana en la anatomía del otro, pero la sangre no llegó hasta el río porque Ghana se complicó con Portugal, y el fratricidio se limitó al intento. Esta vez, Michael Corleone no alcanzó a matar a Fredo.