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Siempre había una esperanza (+ Video)

Se popularizó de tal forma que era frecuente ver en cualquier poblado urbano o rural una valla.

Se popularizó de tal forma que era frecuente ver en cualquier poblado urbano o rural una valla.

En mi pueblo, como en todos los pueblos, habían billeteros, vendedores de boletos, boliteros con sus banqueros, se jugaba a la charada, a la lotería, al siló, a las barajas, al pócker, a las 71/2, al billar de interés, al número de las chapas de los carros que pasaban y hasta al dominó con este mismo fin, sin contar otros juegos de azar que ya no recuerdo.

Los billeteros y boleteros con su larga ensarta de cartones con los números que pregonaban a viva voz, además de los cartones que llevaban sobre el sombrero de pajita que portaban en sus cabezas. El bolitero que tenía el “banco” en la esquina del café o el “niño” como llamaban a este bolitero que iba de casa en casa, con aquella lista estrechita y con números chiquitos y bien trazados donde se ponía la esperanza diaria: un medio al 34, pues anoche soñé con un mono, o un “nickel” fijo y corrido al 5, por las dos monjas que pasaron por frente a la casa. Sí tiraban el 5 por casualidad, se ganaba $3.75 por el fijo y $1.25 por el corrido. Mi mamá siempre esperaba sacarse los $3.75. Nunca le jugaba a un número más que un medio. No podía hacer otra cosa. Ella decía: “Hay que tratar de ganar el premio, es necesario tener algo guardado, uno no sabe cuándo alguien se va a enfermar o morir”. Las medicinas y el médico costaban bastante y más la caja con el entierro, y si acaso una corona de flores. Todos los meses se guardaba una peseta para comprar una fracción de billete. Si se alcanzaba el primer premio, la dicha era infinita, pues eran mil pesos. Esa era la máxima esperanza; siempre se vivía expectantes a ella.

La Lotería en Cuba ó como también se le conoce “La Bolita”; tiene en La charada su referencia a la hora de apostar, ya que es como tradición cubana relacionar el número que supuestamente vas a jugar a la lotería, con un significado. La charada es una tabla compuesta de 100 número consecutivos del 1 al 100. Los primeros 36 número están tomados de la llamada charada china o chiffá, los restantes son producto de la imaginación popular del cubano.

La Lotería en Cuba o como también se le conoce “La Bolita”, tenía en "La charada" su referencia a la hora de apostar. La tradición cubana relacionaba el número que supuestamente se iba a jugar a la lotería, con un significado. La charada es una tabla compuesta de 100 número consecutivos del 1 al 100. Los primeros 36 números están tomados de la llamada charada china o chiffá, los restantes son producto de la imaginación popular del cubano.

Recuerdo una sola familia que se sacó la lotería en mi pueblo. El hijo mayor al que le decían “el gallo” prendía los tabacos con billetes de cinco pesos. La fortuna duró tanto como un merengue en la puerta de un colegio. Pero desde entonces se hicieron famosos, y se alentó la esperanza, a la par que se recrudecía la fiebre del premio gordo. Todos los sábados la misma cantaleta de aquellos infelices niños de la Beneficencia, lugar adonde iban a parar los huérfanos de entonces, que daban a conocer los números ganadores y a cuánto ascendía el premio: “10401… premiado en 1000 pesos; 4324… premiado en 1000 pesos”, y así toda la tarde hasta que llegaba el premio gordo: “3424, premiado en 10,000 pesos”…. Y venía la alegría a aquellos oyentes que resultaban ganadores y que no despegaban el oído del pequeño radio en toda aquella larga tarde. Ahora se podía pagar el alquiler y el mes de fondo que había que adelantar al dueño, que no quería correr riesgos. ¿Cómo no iba a haber felicidad? Claro, no todos acertaban los números y volvían a probar suerte…

A mi memoria llega Goyo, aquel hombre que se pasaba la semana poniendo ladrillos de sol a sol y cuando llegaba al pueblo, con los pocos pesos que había cobrado, se metía en el garito que había al fondo del kiosco de Elías. Allí se jugaba al azar y él siempre tenía la esperanza de multiplicar su salario. Algo, según él, le decía que en cualquier momento le llegaba la suerte. Allí se jugaba siló, pocker y 71/2. En el siló él aseguraba: “Los dados tienen que darme”. Fueron muchas las veces que vi salir al negro Goyo al anochecer, con la cara brillosa y cabizbaja, pensando: “¿Qué llevo ahora para la casa?” Allí lo esperaban, como siempre: Cuca, su mujer y los 5 vejigos, con unas ojeras que le llegaban a la cintura. Se repetía el episodio semanal. Crecía el peligro de que su mujer trasladara el bacilo de Koch a los niños que tenían tan bajas defensas.

Casas Villa Jabón Candado surge de una campaña muy agresiva de una marca de detergentes, no para hacer casas de interes social, si no para aumentar las ventas y logran pasar a la historia como una de las campañas más éxitosas en la historia de la mercadotécnia cubana.

Casas Villa Jabón Candado surgieron de una campaña muy agresiva de una marca de jabones de lavar, no para hacer casas de interes social, sino para aumentar las ventas y logran pasar a la historia como una de las campañas más éxitosas en la historia de la mercadotécnia cubana. Los jabones premiados tenían dentro una balita o un gallo de oro, que contenían el cupón ganador.

En mi pueblo nunca vi una Villa Jabón Candado, aunque sí en otros poblados, pero contadas. Esta era otra esperanza de la mayoría de aquellas mujeres que se pasaban el día “tocando el piano”, lavando ropa en la batea, con la lavadera que le gastaba los nudillos de los dedos para ganarse la vida. El jabón preferido era siempre “Candado”, éste daba la posibilidad de obtener una casa y esta aspiración estaba siempre latente en la desesperación de aquellas humildes mujeres.

En mi tiempo todo era esperanza, hasta las cajetillas eran ávidamente abiertas por los asiduos fumadores, dentro de ellas el bono con los premios. Recuerdo una vez, que le hicieron el chiste al viejo Cristóbal –el de la nariz aguileña pronunciada y la verruga en la punta de ésta- de falsificarle uno de aquellos premios. Primero, por poco se muere de la alegría, gritó por todo el pueblo ¡Me saque un radio!, ¡Me saque un radio! Todos se enteraron. La cajetilla de Trinidad y Hermanos traía dentro un bono donde decía: “un radio”. Cuando Cristóbal descubrió que aquello no era verdad perdió la esperanza, pero el pueblo tuvo un minuto de alegría, gozó de lo lindo.

Y para no dejar de tener la esperanza puesta en todo, en mi terruño, esta se ponía hasta en las patas de los gallos. Después de toda la tarde dando gritos en la valla: ¡20 a mi gallo!, ¡le voy al canelo!, ¡10 al pinto! y otras exclamaciones acaloradas y con la voz ronca, muchos salían pidiendo un medio para la guagua.

Para mi pueblo había una esperanza más cercana para todos, una esperanza, que de esperanza no tenía nada, esta era el sanatorio “La Esperanza": muy pocos salían de allí después que entraban. Mi padrino, aquel que me bautizó a los 6 años, aquel día de los bautizos colectivos, entró en aquel hospital escupiendo sangre y al final siguió el camino de Cuca, la mujer de Goyo y dos de sus vejigos, también la de aquella que siempre estaba con la esperanza de su Villa Jabón Candado, y que “tocó tanto piano”, como decíamos al lavado con batea y restregador de madera y tantos otros que ya no recuerdo con el tiempo. La esperanza siguió siendo siempre aliento para mi pueblo.

En video, entrega de casas en un sorteo/ 1930

Entrega de casas from MEMORIA DE CUBA de Jorge Molina on Vimeo.