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Las tres campanadas de la tercera función

Foto: Laya del Carmen.

Foto: Laya del Carmen.

Llegué a la Habana desde Holguín en 1977, y ya el teatro Martí no funcionaba. Mi trabajo por años frente al Capitolio, hicieron que me acostumbrara al derruido edificio cuando lo miraba desde la acera. Hace un tiempo que empezó el movimiento de rastras dejando cosas, personas que entraban y salían al recinto, resguardado por una suerte de pared de zinc, mucho más alta que mis ojos.

Por eso no fui testigo  de lo que hacían hombres y mujeres bajo la batuta de la arquitecta Marilyn Mederos Pérez, proyectista general de las obras de restauración del Martí, perteneciente a la Dirección General de Proyectos y Urbanismo de la Oficina del Historiador de Ciudad de  La Habana (OHCH). Hubo algunas construcciones, pero esencialmente se llevó a efecto una restauración exquisita de los techos, las paredes, los pisos y las lámparas, especialmente la del centro que con centenares de luces sube hasta el techo cuando la sala queda oscura. Setecientas veinte butacas confortables y cómodas barandas permiten  que el público se sienta a gusto.

El sentido de belleza es lo primero que te invade cuando llegas al Martí, lo  sintieron decenas de personas que no se cansaban de tirar fotos y  en ese escenario me enteré que Milagritos, una buena amiga de la UNEAC, fue secretaria de Enrique Núñez Rodríguez. Fue la primera señal, luego en cada uno de los actos de la puesta en escena y dirección  general  de Alfonso Menéndez, supe que Núñez estaba cerca, con su risa socarrona, recordando cuando allí se estrenó su pieza teatral Voy abajo.

Estuvo  en cada nota de la Orquesta del ICRT dirigida por el Maestro Miguel Patterson, en la estampa de Aurora Basnuevo  y Mario Limonta, en las canciones de Rodrigo Pratt, Gonzalo Roig o Ernesto Lecuona, especialmente cuando tres jóvenes intérpretes, acompañados de bailarines de Lizt Alfonso, regalaron Damisela encantadora y fue un coro de casi todo el teatro.

Claro, Nuñez no estaba solo, él fue premonitorio y en su crónica “La reapertura del Martí” apuntó: “Eusebio Leal, ese ser extraordinario que se asegura la permanencia histórica por el trabajo, que según los sociólogos hizo al hombre, anuncia la reapertura del coliseo de las cien puertas y aparecen los nombres de Eduardo Robreño y el mío como figuras designadas para echar a andar la temporada de teatro cuando vuelvan a sonar allí las tres campanadas de la alegría. Confieso que cuando me lo comunicó, sentí deseo de excusarme, alegando motivos de edad y hasta su capacidad intelectual. Pero no me sentí con fuerzas para negarle mi cooperación a uno de los hombres que nos sobrevivirá a muchos, por la obra realizada en esta etapa en que nos tocó vivir una de las páginas más difíciles y gloriosas de nuestra identidad nacional.”

Y  más adelante dice “En mi pueblo no tuve referencias del buen teatro. Los negritos y los gallegos suplían con sus chistes y bailes mi incultura teatral: Castany, Otero, Federico Piñero, Acebal, Pous, Garrido, Arredondo, Bolito, un tesoro de carcajadas que no cambio por los nombres de las figuras más destacadas de la escena mundial. Y de pronto, un salto como los de Sotomayor en las olimpiadas: de asiduo a las cazuelas, gallineros o tertulias, a los camerinos de dirección, para codearme con Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Agustín Rodríguez, Candita Quintana y Alicia Rico. Con el teatro Martí iluminado y sonoro, repleto de público y aplausos. No, eso no se olvida fácilmente. Como ese bolero que habla de las heridas que cierran en falso y si alguien las toca se vuelven a abrir…”

Nuñez, estés donde estés, yo tampoco podre olvidar este domingo dos de marzo. Acabo de llegar del teatro Martí. Es el tercer día de función luego de que se reinaugurara el 24 de Febrero. Había allí actrices como Nilda Collado que trabajaron contigo, y todas se saludaban, volvían a los quince años, los actores-cantantes de entonces, caminaban erguidos, como cuando el Martí funcionaba 40 años atrás.

Esta vez con la modernidad de la época a las luces, voces y preciosos vestuarios se unió la imagen audiovisual, para recordar a Rita Montaner, Esther Borjas, Blanquita Becerra y otras tantas figuras que caminaron –y caminan- por el edificio. Una síntesis audiovisual, realizada por Magda Gonzalez Grau,  con muy buen ritmo mostró la historia de la institución que guarda una importante parte de nuestra historia cultural.

De nuevo, bajo los ojos de Eusebio Leal, un monumento ha sido rescatado. Cuánto esfuerzo y cuánto arte depositado en esas paredes. Toca ahora cuidarlo y que sea un buen escenario para piezas que estén a la altura de la imponente presencia del Martí.

Así que Núñez querido la orden que diste hace unos lustros se cumplió: “Eusebio: como director titular te estoy invitando, desde ahora, a que des la tercera campanada de la primera función del teatro Martí en su reinauguración.”