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¿Cómo hacer otra televisión?

Bola-de-Cristal-137761_1440x900Tengo un cofre especial de afectos, personas que además de seres humanos especiales, son emporios de talentos para diversas profesiones: informática, medicina, deportes y televisión, entre otros quehaceres humanos. Con cada uno  aprendo y trato de crecer como profesional. Uno de ellos es un excelente realizador (no lo nombro porque se queja de que lo hago con frecuencia), con el que en los últimos años he compartido decenas de reuniones y también un montón de conversaciones. Cuando hablamos de televisión, insiste con toda razón en que ni un mago arregla ese medio, si no se cambia el sistema y concepción para hacerlo. Lo entiendo, pero creo que él mismo no podría diseñar un sistema que le satisficiera en su totalidad

La realidad es que en un país sometido hoy a la urgencia de cambios, y a la vez a una guerra ideológica sin precedentes, ese medio de difusión no es que deba, es que tiene que transformarse. ¿Cómo? Se impone el debate entre todos: ejecutivos, funcionarios del Partido, y creadores, pero que no ocurra por un Congreso sino como continuidad para alcanzar ese sistema coherente del que habla mi amigo y no tiene que ver nada con el Canal 41 o Televisa, al no ser sacar las experiencias de lo que se debe y no se debe hacer. La televisión cubana es única en el mundo por la forma de operar y esta característica, un dolor de cabeza para quienes la hacen y la dirigen, deviene plataforma para ajustes y posibilidades que no existen en otros países.

Yo tampoco tengo la bola de cristal para decir que “el sistema debe ser de esta forma”; ahora, sí pienso en urgencias que tiene la televisión para el hoy. Y creo que si responsablemente se comienzan a realizar los cambios necesarios, a la larga se podría llegar a la coherencia de un sistema, que obviamente sería muy cubano y único.

Todo el mundo sabe que hacer televisión es muy caro. ¿Puede hoy el Estado Cubano erogar 30, 20, 10 millones de dólares para subvencionar todos los proyectos que se presentan y además reconstruir un edificio que necesita una reparación capital? Y si eso sucediera, ¿están los ejecutivos, más el personal artístico aptos totalmente para enfrentar una producción nacional con calidad? Para mí, la respuesta es no tanto a la posibilidad de que destinen los dineros necesarios como a emprender varios programas con calidad y que sean a la vez de entretenimiento.

No descubro el agua templada si digo que hoy proliferan en Cuba, como en otros países, grupos de trabajo que han realizado documentales y filmes de una manera totalmente autónoma, para no decir independiente. Todavía no existe la figura jurídica que ampare a esos realizadores, en su mayoría jóvenes egresados de nuestras escuelas y capacitados para el arte audiovisual.

Si en el proceso de cambio trazado en los Lineamientos Económicos del Partido se han reconocido trabajos de diversas índoles y ya proliferan las cooperativas no agropecuarias, ¿por qué no se acaba de resolver este embrollo legal que sólo atrasa un movimiento indetenible en Cuba porque con una cámara, una computadora adecuada y mucho talento se puede hacer un excelente filme?

Pensemos que resuelto este problema llega otro: el ICRT debe tener la facultad legal y financiera para comprar aquellas obras que cumplan los requisitos de transmisión para una televisión pública, que como tal en ningún país puede difundir lo que le da la gana, sino que está sujeta a reglas.

Pero la televisión podría también hacer el proceso al revés: contratar a un grupo de creadores para que realicen un teledrama, un cuento, programas habituales, infantiles (que bien deficientes están), o una serie de ficción, previa concertación de ver el guión y acordar el precio que  pagaría. ¿Se imaginan cuánto se ahorraría el ICRT, que hoy alquila a particulares hasta luces porque no tiene?

Pienso, además, que existe otra manera no sólo de ahorrar sino de ingresar algunos pesitos. En una conversación con Alejandro Lugo, un montón de años atrás, me contó cómo tuvo que pagar para publicar una primera entrevista que le hicieron. No estoy proponiendo ese proceder sino que los spot de anuncios de aniversarios, exposiciones, conciertos, o de organismos… esos interesados lo podrían pagar. Pero ¡cuidado!, habría siempre una zona protegida del arte, la ciencia, el deporte… Si la presentación es de una orquesta nacional e internacionalmente reconocida, con sólidos ingresos financieros (todo el mundo sabe quién es quién) pagaría, pero si se trata de un buen grupo que recién empieza, habría que jerarquizarlo sin exigirle pago alguno. O si es de interés de la televisión presentar, por ejemplo, a Los Van Van, no se les cobraría nada, por algo ellos son “el tren de la salsa”. Las disqueras deberían abonar por la transmisión de videos clip al margen de lo que le paguen a los realizadores. Sé que esto que propongo se puede prestar al “trapicheo” por no decir corrupción, pero… No tengo pruebas, más por una vía u otra me han dicho personas que trabajan en la TV o la radio, que no son pocos los intérpretes que le pagan al director/a o presentador/a para estar en un programa. Siempre que he escuchado tales afirmaciones, he pedido nombres y nunca me los han dado, así que quizás todo sea especulación, aunque se dice que cuando el rio suena…

Bueno, si ya tenemos la forma de hacer variados y buenos programas, ¿por dónde se transmiten? Aquí comienza otra batalla. Aplaudo la decisión del funcionamiento de la TV por canales que se identifiquen por sus contenidos. Empiezo por “el canal de la familia cubana” (eslogan que no comparto porque un buen juego de pelota, ¿es o no para la familia cubana?), me refiero a Cubavisión, el que tiene la mayor nitidez y alcance; por tanto, ahí tienen que estar los mejores espacios de la TV, sin pretender que sea un ladrillo. ¡¡¡Dios me libre!!! Estoy consciente que el  entretenimiento es un fuerte ingrediente de la pequeña pantalla, pero ¿quién no ríe con Vivir del cuento? ¿Y acaso no es un espacio bien hecho desde cada palabra del guión hasta los créditos? Propuestas como Sitio del arte con un reconocimiento evidente de los profesionales, una factura diferente al resto de los programas informativos, y unos contenidos insertos en problemas peliagudos de la sociedad cubana, se merece estar en ese canal, y también que tenga la promoción adecuada.

Los dramatizados es obvio que se deben incluir en Cubavisión, pero hay que mejorar esas entregas porque ya se ha demostrado que, con pocos recursos, en Cuba se pueden hacer series y teledramas de muy buena calidad. Actualmente, por desgracia no abundan.

Los mejores programas musicales también deben tener su pedazo en el “canal guía”, así como algunos de orientación o de crítica, que pueden contribuir a la elevación de la cultura de los televidentes. De tarde en casa es una revista que merece horario y señal preferencial.

Ahora bien, no todo puede estar en el canal Seis; es cierto, entonces lo que aparece en el Educativo, Multivisión, Telerebelde y Educativo Dos, y es bueno, amerita una promoción mayor que lo insertado en Cubavisión.

Por ejemplo hace poco en el Espectador crítico, un excelente programa, con guión y conducción de Magda Resik y al que siempre asiste un profesional especializado en el tema del filme, se proyectó la cinta Renoir; y me enteré porque los sábados tengo la costumbre de la oferta en ese programa, porque las películas sabatinas de Cubavisión, a pesar los cambios (más cine francés, chino…), no me convencen generalmente. El espectador no es ni beneficiado ni orientado suficientemente por la promoción.

Otro programa, De cierta manera, con guión y conducción de Luciano Castillo, un verdadero manjar para los amantes del cine cubano, que es más una revista que la proyección de un filme, necesita una promoción a la altura de la calidad de una entrega en la que entretenimiento y arte caminan de la mano. Si se quiere promover la llamada música culta, ¡Bravo! exige spot y anuncios más atractivos.

En fin, ¿qué yo haría con los dos canales educativos? El número Dos se lo dejaría las 24 horas a Telesur, y en el Uno colocaría espacios que deben tener una promoción acorde con la calidad y el interés de promoverlos.

Con razón se pide un canal musical por la riqueza del género en Cuba. Pero si eso se hace en el Educativo, ¿dónde se colocarían sus programas atractivos? Haría de Multivisión un canal con transmisiones musicales la mitad del tiempo, y el resto lo dedicaría a documentales científicos, programas utilitarios, infantiles, espacios de cine u otros que sean una buena opción para el televidente.

Dedicar Telerebelde a los deportes es una necesidad, incluso cuando se trata de aquellos que no son practicados ni muy conocidos en Cuba; pero este canal puede y debe tener franjas para revistas informativas.

Y ahora se enreda un poco el paquete de proposiciones o ideas… ¿Por qué el sistema informativo de la televisión es independiente de los canales? Si se le quiere dar personalidad propia a cada señal, no puede ser que exista una dirección  ajena y superior al propio canal.

¿Por qué no crear un Noticiero Nacional de Televisión que pertenezca a Telerebelde y que se transmita en cadena? ¿Por qué las revistas y los espacios informativos no pueden pertenecer al canal que los transmite? ¿Se atomizaría la dirección informativa? Depende de cómo se haga. Igual que existe una vicepresidencia para contenidos que debe velar por la calidad de la programación, podría existir una dirección informativa, subordinada al presidente del ICRT, que oriente, planifique y exija el cumplimiento de los objetivos de la conferencia del Partido acerca de cómo se refleja Cuba y el mundo en nuestra prensa.

Espero que los debates del séptimo congreso de la UPEC permitan utilizar de verdad las potencialidades de la TV en esta área. A ese medio, con la celeridad necesaria deben ir las noticias más importantes, aunque a veces molesten al espectador porque está viendo una película —ocurrió en la reciente cumbre de la CELAC, con la transmisión en vivo de la llegada de presidentes latinoamericanos.

Existe un grupo de periodistas y realizadores que creen desacertado desmontar la estructura del sistema informativo para entregarla a la dirección de los canales, bajo una supervisión general, pero si esa es la mejor estructura —la actual—, entonces es absurdo que exista una dirección de la TV que no se responsabiliza ni pueda adoptar decisiones sobre la esfera de la noticia. ¿Acaso reportajes, crónicas, documentales, noticieros no son televisión?

Otro tema que merece ensayos críticos es la programación infantil. Cada vez se impone más una producción dirigida a adolescentes, niñas y niños, que increíblemente es el grupo etario que debe tener atención privilegiada, porque ellos serán los cubanos y cubanas que dirigirán al país en un futuro no muy lejano.

Opino que para cambiar la televisión y que llegue a ser un sistema, como reclama mi amigo, se impone la existencia de ejecutivos ante todo cultos, que sepan dialogar y que reciban una remuneración acorde a sus funciones, porque ellos tampoco viven del aire. Y si se quiere que los creadores ocupen cargos de dirección, hay que pagarles quizás no tanto como cuando ellos filman, pero una buena cantidad sí.

Y hasta aquí, ya seguiré en otro texto… Esta es mi opinión, hay diez millones 999 más. Cada nacido en esta isla tiene su televisión ideal. Lo que sucede es que el poder de ese medio es tan grande, que cada minuto en pantalla debe tener la intención de hacer crecer cultural y humanamente al televidente.

(Tomado de El Caimán Barbudo)