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Strike 3: De malas a primeras

baseball

Si alguna posición da la medida del nivel de un campeonato beisbolero, es la inicial. A fin de cuentas, se trata de la base de los grandes sluggers, y como mismo goles son amores, los jonrones representan bendiciones.

En el mejor evento organizado de la pelota universal, las Grandes Ligas norteamericanas, abundan los colosos en el primer cojín. Tanto, que cuatro de los cinco líderes en bambinazos de la última campaña han ganado fama como inicialistas: Chris Davis (53 cuadrangulares), Miguel Cabrera (44), Edwin Encarnación y Paul Goldschmidt (con 36 per cápita).

La relación, no obstante, es más extensa. Digamos, puede incluir también a Joey Votto, Adrián González, Prince Fielder, Kendry Morales y Mark Trumbo, además del gran Joe Mauer –único catcher de la historia con tres coronas de bateo-, quien dejó los arreos a un lado en busca de menores exigencias defensivas.

En Cuba hemos tenido primera bases de todo tipo. Desde los bateadores naturales del tipo Muñoz, Marquetti, Scull, Millán..., hasta los fildeadores expertos (Lescaille, Eduardo Leal, Danny Miranda...), o los que, como Fidel García, han hecho gala de virtudes acrobáticas.

Pero está claro que se trata de una posición netamente ofensiva. De seguro, la más ofensiva de toda la pelota. No por gusto es la almohadilla que defiende habitualmente el cuarto bate del equipo (o en su defecto el ocupante del tercero o quinto turnos, si se trata de un line up con todos los aderezos de un line up).

¿Qué tenemos hoy mismo en la inicial? ¿Andamos bien, o hemos prendido el farolillo rojo, a la manera de aquellos que cierran la caravana del pedal en Francia? Para mí, estamos cerca de la crisis. Y no precisamente por lo que se ha perdido, sino por lo que disponemos.

Pedroso, una exclusión absurda.

Pedroso, una exclusión absurda.

Verdad: de la noche a la mañana, tres de los inicialistas de más casta ya no juegan la Serie Nacional. Quedó fuera Joan Carlos Pedroso –miembro del club de los 300 estacazos-, quien increíblemente dejó de ser interés de su provincia. Se marchó del país José Dariel Abreu, que ejercía la titularidad indiscutida en el team Cuba. Y por último, el ex camarero Ernesto Molinet solicitó su baja con el interés de jugar extrafronteras.

Sin embargo, el perder tres estrellas no es razón suficiente para que el cielo se nos quede a oscuras. Y en esta posición no andamos lejos de eso, si miramos las cosas con los ojos bien abiertos, despojándonos de miraditas complacientes o cortinas para bloquear la luz.

Repito: ¿Qué tenemos? Tenemos inicialistas que, por causas diversas, apuntan al ocaso: el aguerrido santiaguero Pedro Poll, ya dueño de 42 abriles; el avileño Yorelvis Charles, cuyo declinio prematuro comenzó hace varias temporadas; e inclusive el fornido holguinero Leris Aguilera, de solo 29 años, golpeado hasta el cansancio por lesiones que hacen ver muy distantes sus 23 cuadrangulares de hace un lustro.

¿Qué más? Tenemos atletas que nunca se han podido establecer como bateadores consistentes en el béisbol doméstico (Roberto Zulueta, de Artemisa; Yasiel Santoya, de Matanzas; Yoenni Southeran, de Guantánamo). Tenemos a dos ilustres veteranos (el villaclareño Ariel Borrero y el industrialista Alexander Malleta) que ya acusan el paso aplastante de Cronos. Y tenemos, también, a figuras de buenos promedios y muy escaso poder, lo que equivale a tener bateadores capaces en la posición inadecuada (los casos del pinero Luis Felipe Rivera y el espirituano Yunier Mendoza).

Saavedra (al centro), de los mejores del momento. Foto: Juan Moreno/Juventud Rebelde.

Saavedra (al centro), de los mejores del momento. Foto: Juan Moreno/Juventud Rebelde.

¿Algo más? Sí, por suerte tenemos al granmense Yordanis Samón, que compensa (y anula) su poca elegancia defensiva con el uso indiscriminado del madero; al pinareño William Saavedra, un peleador en toda la extensión de la palabra, arropado a estas alturas por la madurez competitiva; y al ascendente camagüeyano Dary Bartolomé, destapado en este tramo de campaña con el barquillo a cuestas.

¿Se me queda algún nombre que no deba quedarse? Sí, Guillermo Avilés, un zurdo de veinte años, espigado y con  fuerza en las muñecas, que espera su turno para sustituir un día a Samón en el primer cojín de los Caballos.

De ahí en fuera, muy poco más tenemos, creo.