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Strike 3: ¿Alguien pisa los pasos de Pestano?

La Rosa, lo más parecido a Pestano. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

La Rosa, lo más parecido a Pestano. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Con frecuencia que no es de lamentar, despotricamos del estado del pitcheo en el país y pasamos por alto que los lanzadores no están solos en la vida, porque enfrente de ellos hay un tipo enmascarado que los conduce, alivia de tensiones y aun salva. Un hombre que, de frente a todo y todos, encamina la orquesta hasta el final soñado, cuando cae en los libros el out 27.

Nadie que no sea receptor puede leer tan adecuadamente el juego de pelota. Nadie (a menos que se trate del pitcher) tiene tan decisiva participación en los encuentros. Y ninguno de los peloteros del equipo está tan cerca de parecerse al manager.

Por eso es que las grandes rotaciones –la mayoría de las grandes rotaciones- han tenido a un gran catcher tras el home. Pienso en aquel Pinar inmensurable en que Juan Castro llevaba las riendas de Rogelio y compañía, y en cómo mejoraban los staffs de lanzadores por los que pasaba el boricua Iván Rodríguez, y en los impresionantes números monticulares de la Villa Clara de la última década, guiada por la batuta de Pestano.

Porque, como acabo de decirle a mis amigos, es un hecho: a una novena candidata no le pueden faltar cuarto bate eficaz, ni torpedero hábil, ni estrella del box, ni máscara solvente. Lo demás (casi todo lo demás) es negociable a cambio de movimientos tácticos.

Largo y tendido es el proceso de formación de un receptor de garantías. De ahí que en las propias Grandes Ligas no sean abundantes a día de hoy las figuras de primerísimo orden. Puedo contarlas con los dedos de las manos: Yadier Molina, Buster Posey, Rusell Martin, Joe Mauer, Miguel Montero, A. J. Pierzynski, Brian McCann, alguno más...

Si eso sucede en un torneo al que tributa el mundo entero, ¿qué quedará para nosotros? ¿Qué quedará para un país minúsculo donde el béisbol describe una curva descendente por motivos que van desde la sangría de talentos hasta el anacronismo en los sistemas de iniciación y desarrollo deportivo?

Realmente, disponemos de escaso talento en esa área. Se nos acaba de ir Pestano, un artista que pasó más de dos décadas acuclillado tras el plato. Y a Adir Ferrán, que tenía futuro, lo sacó del juego un golpe en la cabeza. Y hace un tiempo se marchó Yenier Bello, y hace poco lo imitó Lednier Ricardo.

¿Qué tenemos, entonces? A mi modo de ver, lo mejor que tenemos en materia defensiva es Yulexis La Rosa, aunque tampoco es para desdeñar a Frank Camilo, prácticamente el único que puede en este instante suplantar con decoro las prestaciones del naranja.

Frank Camilo, pura entrega. Foto: Juan Moreno/Juventud Rebelde.

Frank Camilo, pura entrega. Foto: Juan Moreno/Juventud Rebelde.

La Rosa (no es descabellado suponerlo) podría ser de esa clase de atletas que, una vez despejado su camino, echan mano del arma que siempre tuvieron y casi nunca utilizaron. Mientras tanto, el industrialista es, desde su limitada condición física, un guerrero perenne que le pone deseos a esta pelota nuestra donde muchos se pasan el tiempo quitándole deseos. Y eso vale, querámoslo o no.

Fuera de ellos dos, un par de viejos lobos todavía aúlla en busca de comida. Uno, Eriel Sánchez, viene de ser titular en el Clásico Mundial, y parece gozar de gasolina para alguna que otra temporada. El otro, Danger Guerrero, sigue siendo un eterno descartado pese a que, sin excesivo lucimiento, año tras año se las ingenia para aportar algunos puntos por encima de la media.

¿Quién más? Bueno, a decir verdad, Lorenzo Quintana y Yosvani Alarcón batean como demonios, pero mascota en mano tienen deudas con las once mil vírgenes. Por su parte, el robusto Yosvani Peraza se contentó con la función de designado, y otro que le da duro a la Mizuno, Lisbán Correa, pasa un auténtico calvario cada vez que le toca la misión de calzar los arreos. Como mismo sucede con Lázaro Herrera, capaz con el madero, pero muy limitado en el resto del trabajo.

Así, solo me resta un nombre: el pinero Luis Castro de Armas, un pelotero alto, corpulento y bateador, que poco a poco aprende a dominar el duro arte. Los demás... los demás todavía están por probar su calidad, o ya vieron escapar su cuarto de hora.