Sentir orgullo por algo es un sentimiento que no podemos controlar, eso llega sin pensar, simplemente se siente, se vive, se sufre, se disfruta. Así me siento hoy que la tierra donde nací, mi pueblo, mi ciudad cumple 500 años.
Es natural fue en Bayamo donde di mis primeros pasos, fue en la calle 26 de julio donde entre sus baches y piedras dejé la piel de mis rodillas tras una pelota o simplemente corriendo para llegar primero que a la base jugando al cogido. Donde le robe a mi abuelo el cuchillo y fabrique mi primera chivichana, o me escape a la azotea a empinar mi primer papalote con cuchillas en la cola.
Fue en ese río donde aprendí a nadar con mi padre en las tardes, atravesando el viejo cuartel, donde corrió la sangre una madrugada de julio del 53. Fue la casa del padre de la patria la primera imagen que tuve del poder, de la elegancia y exquisitez de un modo de vida, que fue dejado por Céspedes para ir a la manigua a luchar por la Independencia de todos los cubanos.
Fue en la plaza del himno donde lo entoné por primera vez de la mano de mi madre asustado por la simulación de un incendio que cada 12 de enero convocaba a toda la ciudad y yo pensaba que eran de verdad aquellas llamas que salían de la iglesia, aquellos Mambises que corrían a caballo de un lado a otro por toda la ciudad.
Fue a escasos metros de la primera Plaza de la Patria donde aprendí a leer, fue en ese viejo Parque donde me pusieron mi primera pañoleta, en medio de las estatuas de Perucho y Céspedes, donde cité a un compañero de aula para después de clases fajarnos, por alguna tontería común de la edad.
Fue ahí mismo donde conocí el cine y disfruté de mi primera cola para ver la Vida sigue Igual de Julio Iglesias, donde crucé mi primera mirada de romance en esa edad que los ojos lo dicen todo y las palabras jamás salen.
Fue en ese patio que no se olvida donde mi abuela me sacó con hilos de coser mis primeros dientes, donde me tomé el primer trago de ron, donde se mataban los cerdos para celebrar en familia y esperar un año nuevo. Fue en el cuartico de aquella casa donde mi primo me enseño una foto de los Beatles, y yo no entendía por qué no los ponían en el radio VF que nos regaló la tía Dulce.
De mi Bayamo salí a los 10 años a vivir a la Habana, al Cerro, un apartamento nuevo una celebración teníamos casa, comenzaba una vida nueva para mi papá, mi mamá y yo, y le agradezco a la capital de todos los cubanos que me terminó de formar y también quiero mucho, porque fue bondadosa porque es también bella.
Pero no puedo dejar de ir allá, a mi Bayamo, de intentar caminar sus calles y que alguien me conozca, me salude, alguno de aquellos compañeros de escuela que no aparecen, que casi se olvidan, me siento raro soy un extraño en Bayamo, un Oriental más en la Habana, pero me emociona pasar el río Cauto y saber que estoy a 20 minutos de mi ciudad, de mi raíz.
Por eso me escapo con frecuencia y atravieso esta Isla en moto, unos me llaman loco otros me admiran, pero disfruto cada rincón de este país y creo que hoy muchos bayameses como yo sienten no estar en esa plaza, en esas calles, aunque no podamos explicarlo bien, sentimos ese orgullo natal por esa ciudad que nos dio a luz y cumple 500 años.