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Kerry, ¿oportuno o imprudente?

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¿Se llegará a un acuerdo para evitar un ataque a Siria… por ahora? Al parecer sí, y ojalá se concrete y no sea una estrategia política de relaciones públicas. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, aseguró a un periodista en Gran Bretaña que los planes de agredir al país árabe se irían abajo si el presidente Bashar Al-Assad renunciaba a sus arsenales químicos. Rusia inmediatamente lo asumió como una iniciativa y pocas horas después, desde Damasco, se accedía a poner este tipo de armas a disposición de Naciones Unidas.

La gran prensa calificó las palabras de Kerry como un error que puso de patas a toda la estrategia de Obama para convencer al poder legislativo. El mandatario parecía muy ocupado luchando voto por voto en el Congreso, y de pronto, su secretario de Estado ofrece una salida diplomática. ¡Se viró la tortilla! ¿Pero en verdad habrá sido un error? Kerry no es una Sarah Palin, lleva años en política, su cargo se debe a una amplia experiencia en las relaciones internacionales, sabe el valor de las palabras, y por lo menos en temas tan espinosos como Siria, no existen este tipo de torpezas.

Se nos ocurre una pregunta entonces ¿No sería una vía de escape, una forma de justificar la no agresión? Es una tesis válida, pues Obama no cuenta con el apoyo suficiente en el Capitolio, la mayoría de los estadounidenses le dan la espalda a sus planes, y un rotundo “no” tendría costos elevados para su imagen; sin embargo, se abre una oportunidad manejable ante la opinión pública, con un poquito de retórica el presidente lograría mostrarse como aquel que logró imponer condiciones a Bashar Al-Assad, como el político que despojó a Damasco de una de sus armas más mortíferas.

Quizás no sea mucho, pero es lo mejor salida para un mandatario que se mordió la cola al ponerle una línea roja al gobierno árabe, y así, dejarle claro a los opositores sirios lo que podrían hacer para ponerlo contra la pared. En la cumbre del G-20 en San Petersburgo, pudo palpar cuan aislado estaba, su homólogo ruso, Vladimir Putin, echó el tema sobre la mesa y fue como una bola cuesta abajo que le cayó encima. Sus socios entraron en problemas, Cameron salió herido políticamente, y la oposición francesa le propuso a François Hollande consultar otros poderes. En resumen, eran demasiados dolores de cabeza para nada definitivo.

Otro elemento a tener en cuenta: toda la contraparte (Moscú, Teherán y Damasco) elevaban cada día más el tono, advertían y no parecía ser alarde. El nuevo canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, aseguró el pasado domingo durante una visita oficial a Bagdad que “aquellos miopes que tañen los tambores de guerra comenzarán un fuego en la región que quemará a todos”. El mismo Bashar Al-Assad advirtió a Washington que esperara cualquier tipo de reacción si uno de sus cohetes por fin caía en territorio sirio, y Putin habló con la suficiente firmeza para dejarle claro a Obama que la correlación de fuerzas en el mundo ha cambiado.

Para Damasco no es una mala opción; gana terreno día tras día sin la necesidad de utilizar las armas químicas (de ahí lo ilógico de su supuesto uso) y de verificarse que todo el arsenal fue entregado a la ONU, dejaría a sus sospechosos opositores sin recursos para fabricar una mentira.

El ataque, por ahora, puede dar marcha atrás, sin embargo, la gran pregunta es cómo se solucionará este conflicto, matizado por tantos intereses y protagonistas. Para hacer un pronóstico serio habrá que esperar, leer entre líneas cada nueva noticia o declaración, pues lo más importante seguro se discute tras bambalinas. En política no existen las casualidades ni las bolitas mágicas.