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Barcelona-Atlético: La bienvenida a Chololandia

neymar_supercopaPor Rubén Uría

Una pared. Eso fue el Atlético, un muro de granito. Una barrera insuperable para un Barça que se enredó, una y otra vez, en la tela viscosa que con sumo cuidado le planteó Simeone, ese señor que heredó vergüenza y devolvió orgullo. El argentino, que pide fichajes que no le traen y tendrá que poner cara de empate a cero si le venden jugadores, planeó un partido trabado, exigente y físico. Rudimentario, pero efectivo.  Nada estético, pero muy ético. Su equipo, un autorretrato de su personalidad, lo ejecutó al milímetro. Retrocedió hasta el balcón de su área, cedió pelota y campo, presionó en zonas estratégicas con vehemencia y vivió de escaramuzas. Presión, robo y contragolpe. Esas son las armas del Atlético, que no es el mejor equipo del mundo, de acuerdo, pero que juega con la ilusión de serlo.

Disputando cada pelota como si no hubiese mañana, el conjunto rojiblanco inclinó el partido de a poco, marchitando la zona de creación azulgrana primero y enjaulando a Messi después, hasta lograr lo que parecía imposible: desconectarle del partido. Si el Barça tiene fama, bien ganada, de ser el mejor del mundo con la pelota, el Atlético se puso a su altura sin la pelota. Tapó cada hueco, cada resquicio, cada centímetro de campo. Y si producto de la cultura del esfuerzo lograba recuperar el cuero, se movía a golpe de corneta, saliendo en estampida. Sin pelota, defender como oncillizos; con pelota,  Costa muerde y Villa mata.  Sin noticias de Messi, con Iniesta desamparado y Xavi maniatado, el Barça se encontró incómodo en un partido áspero y ante un rival de lija.  Motivado y todo adrenalina, Villa montaba y culminaba un contragolpe de manual con una volea de escándalo. El Barça ocupaba la silla del dentista. Sin anestesia.  Señores, bienvenidos a Chololandia.

En el descanso, noticia: entraba el tipo que el equipo más echaba en falta, Fàbregas; y salía el hombre menos esperado, Messi (lesionado).  La fotografía del partido fue ver a Costa ganándole una carrera con balón a Alba. Eso también es fútbol, amigos.  Se llama intensidad, hambre, pelea.  Y en ese apartado, el Atlético siempre se muestra irreprochable. Hasta que le aguantó el físico, supo triturar las virtudes del Barça para imponer sus armas; cuando sus piernas se volvieron de madera, afloró la calidad culé.  Martino, que al contrario que Simeone, no pide fichajes porque ya tiene a los mejores en su equipo, levantó la vista y encontró en el banquillo a Neymar. Si el Atlético comenzaba a dar signos de fatiga, el brasileño podría talar el árbol colchonero. Dicho y hecho. Primera pelota de Neymar y gol.  La pared de Simeone cedió. Así son las cosas:  la calidad se compra y se paga. Así que, mientras el Barça siempre tenga un Neymar del que echar mano y la directiva del Atlético los venda,  no hay más que añadir.

El dato: durante todo el partido, el Atlético martirizó al Barcelona con una presión brutal, casi salvaje, que le impidió llegar al área. Apenas llegó en 11 ocasiones, en todo el partido, al área del Atlético.  Y aún así, después de un despliegue físico irreprochable, después de sacar petróleo de cada contra y de un ejercicio táctico soberbio, el Barça salió ileso del Calderón.  El segundo asalto promete, porque el Barça es una máquina de jugar bien  y tiene a los mejores del mundo. El Atlético no tiene a los mejores del mundo, pero es una máquina de competir. El mejor con el balón contra el mejor sin balón.  El Barça está programado para atacar. El Atlético, para no rendirse jamás.

(Tomado de Eurosport)