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Julio Romero… Un científico del box

Julio-romero en Pinar del RíoLos aficionados de hoy pudieran pensar que nació en Marianao, El Vedado o la Habana Vieja, y que siempre alineó con los INDUSTRIALES. Pasan los años y vienen las desmemorias, hasta crearse un criterio incorrecto, sobre todo si los medios de comunicación se hacen los de “la vista gorda”. Para muchos jóvenes, El día que me quieras, quizás la mejor canción que se haya escrito en español, no es de los argentinos Gardel y Lepera, sino del mexicano Luis Miguel, antes sucedió con el brasileño Roberto Carlos. Así son las cosas en la vida de la gente pública, a las que se tiene acceso, más o menos limitado, en dependencia de la sociedad en la que se desenvuelven.

Julio Romero Socarrás vino al mundo en la cama de sus padres, de manos de una experta comadrona, el 9 de marzo de 1950, en el central Harlem, de Bahía Honda. En aquellos tiempos no se podía ni soñar el alumbramiento de un negro humilde en un hospital con la asistencia del ginecólogo. Si no fuera por lo oscuro de su piel, pudiera traer una que otra confusión el segundo apellido, porque de Bahía es también Carlos Prío Socarrás, el segundo y último Presidente del Autenticismo, el mismo que salió huyendo cuando Batista le dio el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 (un día después que a Julio le celebraran su segundo onomástico), y desde el exterior coqueteó con la Revolución, para años después suicidarse en la ciudad de Miami. Casualmente, el primer Presidente y fundador del Partido Auténtico fue Ramón Grau San Martín, otro vueltabajero, natural de La Palma. El Socarrás negro de Bahía, había nacido bajo el mandato del Socarrás blanco. A ellos no solo los separó el color de la piel, sino el origen. Socarrás de ambos tonos andan hoy por Bahía. Por sus cualidades, se me antoja pensar que si los peloteros se nominaran, Julio sería electo su Presidente por amplia mayoría.

Aquel muchachito que pasó mucho trabajo, se caracterizó por su responsabilidad. No pasó, como Casanova, Urquiola, Oliva y tantos otros ilustres compañeros suyos, por las escuelas deportivas. No estuvo en la EIDE, ni en la ESPA, es un típico producto de la pelota popular, de donde brotaron infinidad de jugadores. Él no podía pensar en otro deporte, no existían instalaciones ni a la gente le hubiera interesado, por eso quiso ser pelotero. Si algo sabe aquilatar con buenos resultados, son las perspectivas. Cuando usted entabla una conversación sobre un tema cualquiera con Julio, encuentra a un buen comunicador, alguien tocado por el don de la palabra, con una profundidad no común en la gente del deporte. Y no crea usted que es solo cultivado por los estudios, tiene mucho de las enseñanzas que recibió en un hogar de gente sana y buena.

Me considero uno de los amigos que ha sabido cosechar por montones, sin adversarios. En la XI Serie fuimos novatos en el roster de VEGUEROS, solo nos diferenció la calidad. En él se veía un futuro estelar, de los que aparecen de vez en cuando. Aquella temporada 1971-1972, que comenzamos jugando en nuestros respectivos municipios, hasta la nacional, de nadie se habló más que de Julio, la gente decía que por allá, por la costa norte, con Bahía Honda, había un negro al que apodaban La Mona, que disparaba centellas, sin buen control. Si la cosa era así, ¿quién querría enfrentársele?, la gente, más que respetarlo, le temía, un buen augurio para abrirse paso desde la lomita. Afortunadamente nunca le bateé, nos eliminamos por diferentes zonas y después estuvimos en el mismo equipo. No habría salido yo bien parado ante sus envíos.

En la nacional fue uno de los primeros, enseguida comenzaron a hablar de él, recuerdo las alabanzas de Rubén Rodríguez, Salamanca, Eddy Martin y Héctor Rodríguez. Supo echarse en el bolsillo a todos, con su andar preciso sobre el box, como un diamante de ébano en bruto, que necesita pulimento, y para eso estaba José Joaquín Pando, su gran cultor, después estuvo a las órdenes de otros entrenadores de lujo en la capital. Urquiola, siempre burlándose de todo y de todos, reía a carcajadas cuando Julio explotaba del box:

--Verás, ahora dice que se está analizando.

Efectivamente, cuando llegaba Julio del montículo al dugout, movía la mano derecha hacia arriba, hacia los lados. Con cara de preocupación y ocupación, sentenciaba:

--Me estoy analizando.

Nos mirábamos y sonreíamos.

En corto tiempo nuestro hombre se convirtió en uno de los mejores del país, con velocidad aterradora, bien por encima de las 90 millas, y una slider sobre las 85, tirados ambos lanzamientos por encima del brazo y de costalazo. También dominó las curvas en sus diferentes variantes. Cuando venía con control, Julio era punto menos que imbateable. Agréguele que siempre le acompañó una inteligencia bien cultivada; un pitcher de altísimo nivel.

Con la camaradería que le desborda, no se conformó con ser estelar. Quiso estudiar y hacerlo bien, no solo para alcanzar títulos, sino para aprender. Así se convirtió, cuando aún no teníamos la Licenciatura en Cultura Física, en un destacado Ingeniero Civil. Pero continuaba inconforme, su mundo era la pelota. Por eso después matriculó en la Facultad “Nancy Uranga Romagoza” y se hizo Licenciado, con alto promedio. Presidí la discusión de su Trabajo de Diploma. Quizás sea, no conozco otro caso, la única gloria deportiva que tiene dos títulos universitarios.

Como afirmé, Julio debutó en la XI Serie con los VEGUEROS, pero poco después la dirección del béisbol en la provincia decidió pasarlo para Forestales, había que distribuirlos, así sucedió con otros como Juan Carlos Oliva y el zurdo Félix Pino, tres integrantes de la Selección Nacional. Quizás tal decisión disminuyó sus resultados, pues con el poderoso VEGUEROS hubiera ganado muchos más desafíos.

En quince temporadas, Julio ganó 148 juegos y perdió 100, propinó 36 lechadas, incluyendo un no hit no run, y salvó 13 partidos, en 2 174 entradas lanzadas. Su promedio de carreras limpias fue de 2,31, con 1 678 ponches propinados, y solo concedió 727 bases por bolas. Le conectaron para un ínfimo promedio de 214. Con semejante palmarés, militando en un equipo débil, no se podía pedir más.

Cuando dejó el box, no lo pensó dos veces, se fue a enseñar lo mucho que aprendió. En poco tiempo se convirtió en un cotizado entrenador dentro y fuera de Cuba. En las últimas temporadas, en un movimiento que poco me gustó, se fue a entrenar a los lanzadores industrialistas. Es una figura permanente en los EQUIPOS CUBA, como entrenador o espiando a los rivales, así lo hizo en el Primer Clásico Mundial de Béisbol 2006. Estuvo, como abridor, más de una década en el team de las cuatro letras. Su personalidad deportiva es poco menos que inevitable, todos lo quieren y hacen bien, es de los irrepetibles.

Julio es un hombre de bien, de mucho bien, que abraza la pelota desde una condición culta. Él le debe mucho a ella, aunque también ella le deba bastante. Por eso, cuando lo vi con los ojos húmedos en el programa Confesiones de Grandes, de Aurelio Prieto Alemán, por su ausencia entre los Cien Mejores Deportistas del Siglo XX, y se quejó de que no lo dejaran pasar al Latino para presenciar, como uno más, el juego entre CUBA y los ORIOLES DE BALTIMORE, se me hizo un nudo en la garganta. Julio merece muchos reconocimientos, pero el mejor es el de su pueblo. Y ése le sobra.

Julio Romero: Uno de los grandes del béisbol cubano.

Julio Romero: Uno de los grandes del béisbol cubano.

 

Series Nacionales

(actuación de por vida)

Series       JL         JG     JP       EL             JL        JI        JC            S           L         K               BB            PC

15              597         148   100  2174.2      326       270        162      13        36      1678          727        2.31