- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Strike 3: El coro infame

árbitro

Sé de un árbitro que, una noche, tuvo la peregrina idea de llevar a su hijo –un niño apenas- al estadio, motivado por la irreprochable intención de impresionarlo. Pero quiso la mala fortuna que el árbitro se equivocara en una decisión (o quizás a la grada se le antojó pensarlo así) y enseguida empezaron la rechifla, la desaprobación, los gritos...

Millares de gargantas entonaron entonces un coro grosero, inmerecido y vergonzante. “Hijoepu-ta, hijoepu-ta”, tronó la multitud acalorada, mientras el pobre árbitro rezaba por que la tierra se abriera y lo tragara y en las gradas su hijo -un niño apenas- aprendía entre lágrimas una razón para no ir a la pelota.

Debe ser duro, y mucho. Para el que está en el ojo del ciclón y es humillado impunemente, y también para sus familiares y amigos, que se duelen de verlo maltratado por aquellos a quienes trata de servir con su trabajo.

Porque el público es el premio mayor para los árbitros, pero a veces, en algunos lugares, se convierte en la hidra de Lerna y le salen montones de cabezas feroces y cobardes. Cabezas que vociferan cosas lamentables como el coro consabido. Ferocidades casi imposibles de cortar de cuajo. Cobardías amparadas en el anonimato de las muchedumbres.

Y sí, ya sé que nuestros árbitros yerran demasiado, hasta el punto de poner en aprietos la postemporada más reciente. Pifian en los conteos, y en las bases. Varios de ellos, incluso, denotan no estar hechos para la profesión. Pero de ahí a ofenderlos va un buen trecho...

Definitivamente, algo habrá que hacer: la Serie Nacional reclama a voz en cuello un mejor arbitraje, y el arbitraje exige que se le respete. Así pues, será precisa más severidad por parte de la Dirección Nacional de Béisbol con el desempeño de sus jueces, pero igual deberemos darle al árbitro la potestad de detener y aun suspender los juegos donde exista una manifiesta hostilidad en las tribunas. (Esto no es una novedad. El fútbol, siempre a la vanguardia, ya lo aprobó de cara a la Eurocopa 2012).

La afición, obviamente, no puede permanecer inalterable ante una decisión que afecta a su novena. Es normal que se ofusque, y comente, y gesticule. Todo se justifica en ese caso, excepción hecha del insulto y el ensañamiento con un hombre que después -cuando le comenten sus colegas, o le digan en casa, o lo vea por la televisión- sentirá una terrible sensación de fracaso y sufrirá, como ningún fanático del mundo, aquel error.