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Los 22… de Faustino

Faustino Corrales

Faustino Corrales

El pasado 20 de diciembre se cumplieron doce años de un récord fabuloso. El Capitán San Luis, vestía galas menores y la gente llegaba a cuentagotas, hasta albergarse más de cinco millares en la instalación, sin contar los de la sempiterna loma del left field. Ni siquiera imaginaban que presenciarían un hecho de trascendencia universal, que arrastraba una larga historia.

Los contrarios no desean al ponchador, porque se sienten ridículos, y no es para menos, pero sus parciales lo adoran, en una suerte de conjunción jugador-fanático-lanzador. Por la pelota cubana han desfilado algunos con páginas imborrables, pero no es patrimonio nuestro. En América, Asia y cualquier continente, la gente persigue a quien tiene el don de “emborrachar” a los rivales. Para introducirnos en el meollo de estas letras, recordemos algunos paradigmas anteriores a escala universal.

El derecho Nolan Ryan había revolucionado ese arte durante veintisiete temporadas. Entre 1966 y 1993 dejó con “la carabina al hombro” a 5 714 rivales, una cifra que parece inalcanzable. No es de extrañar tal registro en quien inauguró las prohibitivas 100 millas, para muchos el mejor. Y la cosa no quedó ahí, pues en 1973 el Hombre de la Bola de Humo, como le llamaron, ponchó 383, sin abrazar la veintena en un desafío.

En las Ligas Mayores esa cota está en poder de Roger Clemens (20), quien la logró en dos ocasiones, el 24 de abril de 1986 y el 18 de septiembre de 1996, para compartirlo con Kerry Wood, desde el 6 de mayo de 1998. Ellos alcanzaron una envidiable frecuencia (2,22). Algunos dirán –siempre los hay- que fue en una pelota más fuerte. Pero nadie se aventura a afirmar que la nuestra no lo sea. Lo confirman más de cincuenta años en la cima amateur y el segundo lugar en el Clásico Mundial 2006, aunque hayamos bajado al sexto en la versión del 2009, con ansias de escalar posiciones en la edición 2013.

Los zurdos son los más temidos. En la campaña 1955-56, de la Liga Profesional Cubana, los aficionados corrieron tras el norteamericano-habanista Wilmer Mizell, a quien llamaron Vinagre, por la amargura de sus lanzamientos. Aquel gigante que no logró igual estelaridad en Las Mayores, ponchó nada más y nada menos que 206 rivales en 179 innings, un récord extraordinario. Por si fuera poco, el 6 de noviembre de 1955 Mizell “estrucó” 15 bateadores en 9 innings (1,6).

Hasta hoy, el rey del ponche en Series Nacionales es Rogelio García, el Ciclón de Ovas, a quien no le bastó con la marca absoluta en dieciséis campañas y el 25 de enero de 1977 se ensañó con los MINEROS orientales, a los cuales propinó la friolera de 24 ponches, en dieciséis entradas. Pero el récord, con justicia, se homologa en los 9 innings reglamentados para un desafío, allí donde otro es Dios.

En los equipos pinareños estuvo un zurdo, a veces controvertido, otras sobrevalorado, que está en nuestra historia, y más allá. Alto, fuerte, callado, sin alarde de maestría, Faustino Corrales Denis fue dueño de una curva antológica hacia abajo, a lo Camilo Pascual con su Arco de barril, y ponchador por excelencia, cual Changa Mederos, que conservaba el sublime récord anterior (20), desde el 30 de enero de 1969, ante CAMAGÜEY. De hecho, el vueltabajero tiene la mayor marca entre los de su mano (2 360), solo superado por dos coterráneos de alto vuelo: Rogelio con 2 499, y Pedro Luis Lazo (2 426).

Faustino nació de Pedro Luis y María del Carmen, el 7 de junio de 1965 y conserva números para respetar en veintitrés temporadas: Abridor nato, lanzó en 445 desafíos y 2 544,1 entradas. Inició 381, con 124 completos y 64 relevados, para balance de 172-135 (.560). Propinó 27 lechadas y participó en otras 17, más 8 juegos salvados. Solo le conectaron para .230, otorgó 1 198 bases por bolas y terminó con una efectividad de 3,29.

Otro día memorable en su carrera había sido el 19 de noviembre de 1991, con el VEGUEROS de la XXI Serie Nacional, cuando en el Cristóbal Labra propinó un juego sin hits ni carreras a la ISLA DE LA JUVENTUD.

Quien logre ponchar un bateador por capítulo, sumará 9, y es bastante. Si propina dos serán 18, una cifra envidiable. Téngase en cuenta que solo nueve chocarían con la pelota. Pero si suma otros 4, se abren las puertas del mito y la leyenda.

“Era una noche normal, un poco fría, con bastante gente en las gradas. Jorge Fuentes me entregó la pelota y salí despacio para el box, como era mi costumbre. Desde el calentamiento comprobé que el control me respondía a la perfección, por eso no concedí bases por bolas. Siempre he pensado que me acompañó la suerte. Estaban regulados 125 lanzamientos, pero Rogelio García, que era el entrenador, en el octavo inning pidió permiso para que continuara, porque veía aproximarse un récord. Por eso lancé alrededor de los 140…”

Fue así que el frío 20 de diciembre del 2000 –si cabe esta expresión en nuestros inviernos-, está entre los días más felices en la vida de Faustino, oriundo del Mantua heroico y limpio que recibió a Maceo en la Invasión. En esa jornada le regaló al mundo un récord con matices eternos: ¡22 PONCHES! No olvide usted la cifra, amigo mío, quizás esta generación no la vea repetir en lugares bendecidos por el béisbol, porque nuestro hombre logró 27 outs, con frecuencia de 2,44 ponches por inning. ¡Solo cinco holguineros pusieron la esférica en juego!

Y el dominio no se circunscribió a tres strikes. Intervino en 24 outs, pues otros dos murieron en rolatas por el pitcher. Solo permitió 2 hits: un doble en la segunda entrada de Carlos Hernández, el desaparecido receptor santiaguero que jugaba por HOLGUÍN y un sencillo en el octavo. El 21 que alumbró la alborada lo consumió Juan Pacheco, el hermano de Antonio, que terminó embriagado con otros tres.

Quien estas líneas redacta, archiva el 24 de mayo de 1953 como parangón de semejante hecho en un torneo de primer nivel, cuando el derecho Gregorio Evelio Hernández, de la Liga Nacional Amateur, adscripta a la Unión Atlética de Amateurs de Cuba, lanzando por el CASINO ESPAÑOL DE GÜINES, propinó igual cantidad al FERROVIARIO, en un torneo donde solo jugaban peloteros blancos. Evelio, quien escalaría hasta las Grandes Ligas, se había destacado como amateur, incluido el récord que destrozó la marca anterior (21), en poder del estelarísimo Julio Jiquí Moreno.

El tiempo pasará, regresarán las alamedas beisboleras con otras y más marcas de jugadores insignes, se estremecerán de nuevo las tribunas, correrán lágrimas curtidas y simplonas, se besarán las parejas en el graderío cual consumación del amor, y también pelearán. Hombres y mujeres seremos más o menos felices. La gente acudirá a los récords en una frecuente y lógica asunción intelectual. Y allá, en las veleidades más intrínsecas de cada cubano, se alzará al infinito la noche en que Faustino ponchó a 22, para rescatar a la patria la imagen de Evelio, y conformar un dueto que amplía la leyenda.