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Holanda, 'bestia negra'

holandaCuando Jonathan Schoop envió al graderío del izquierdo la cándida recta de Yadier Pedroso, comprendí de inmediato que ese sería el epicentro de la controversia derivada del nuevo revés contra Holanda.

En alguna medida, lo supe porque tampoco a mí me convencía apelar a un lanzador que no es sombra de sí mismo, cuando en el bullpen estaban disponibles Norberto González y Yander Guevara.

Pero la razón principal era otra. Y se resume en esa inveterada costumbre nacional de culpar a los managers por todas y cada una de las derrotas del equipo. Como si el manager bateara, o se subiera al box, o corriera las bases...

Para mí, la mayoría de los reveses son de los jugadores. En el Clásico, y en la Serie Nacional, y también en las ligas infantiles. Y este viernes se perdió contra Holanda porque, sencilla y llanamente, no fuimos productivos. Porque pegamos doce hits –incluidos tubey y dos jonrones-, pero solo subimos un par de carreras a la registradora, divorciados a muerte del ‘hit bueno’.

Era un choque de doble revancha. En lo colectivo, Cuba quería desquitarse del fracaso ante Holanda en el Mundial de 2011. Y en el plano individual, Ismel Jiménez proyectaba vengarse de Diegomar Markwell, su verdugo de hace poco tiempo en un tope de preparación.

Una cosa estaba clara: los vigentes titulares de la IBAF ya no sentían temor por la tropa criolla, a la que habían vencido últimamente en tres de cuatro enfrentamientos. Y para conseguir otra victoria depositaban toda su fe en su zurdo regordete, un viejo conocido de los técnicos y peloteros antillanos.

Parecía que era posible revertir la historia más reciente. Las probabilidades se inclinaban a nuestro favor, gozábamos de la condición de home club, y teníamos en el montículo al serpentinero más en forma de nuestra pelota.

Ismel Jiménez, ya lo he dicho, no es el clásico pitcher de poder que encabeza rotaciones, pero posee un magnífico control, una recta aceptable y una slider que engaña una vez sí y otra también. Sin embargo, la noche de anoche no era su noche.

El espirituano regaló dos bases en la primera entrada –mal augurio-, y su rompimiento fundamental no era el ‘cuchillo’ que habitualmente es. Privado de sus armas esenciales, no pudo ir más allá del segundo episodio, luego de permitir par de carreras.

La primera de las anotaciones provino de un cuadrangular de Curt Smith, quien se descolgó con un envío afuera y bajo y despachó la Rawlings por su mano, en un lance increíble que me recordó jonrones similares de Armando Ferreiro. La segunda la trajo el primer bate Simmons con hit al central, cuando ya la ofensiva de los tulipanes se cebaba, implacable, en el abridor cubano.

Freddy Asiel vino en su auxilio. Y lo hizo muy bien, a tal punto que llegó a sacar a nueve bateadores sin admitir indiscutible. Lo que ocurre es que del otro lado, Markwell dominaba...

Más pícaro que talentoso, el siniestro logró caminar seis entradas en la que le sacudieron nueve hits y concedió una base. Ello debió bastar para que lo sacaran del montículo, pero Markwell se amparó en cinco providenciales double plays que salvaron su prestigio. Al final, dejó el box con apenas una carrera en contra, por bambinazo de Despaigne.

(Tras él, Leon Boyd y el gigantesco Loek Van Mil liquidaron el tercio conclusivo, donde cayó la otra anotación de los hombres de Víctor a través de un vuelacercas de Yulieski, quien aportó señales de recuperación).

Entonces, el problema es que Cuba no ligó. Que los bates se atoraron en los momentos menos oportunos. Y eso no es culpa de la dirección, acertada para mi gusto en aplicar la grúa a un Freddy Asiel que ya cedía autoridad y predominio. Aunque, insisto, yo me moría con Yander o Norberto.

La pelota se arma de poquitos. Y si se falla con frecuencia frente a un equipo bueno –un equipo sobrado de poder en las muñecas y la mente-, casi siempre se pierde. Por ejemplo, a Eriel volvieron a robarle pese a su petición de bola franca. Y otra vez lo mandaron a la muerte con la orden de sacrificarse. Una orden que él, ya se sabe, no puede cumplir.

Fue en el quinto episodio. Yulieski abrió con hit, y se imponía –entonces sí- tocar. Pero el enmascarado de los Gallos no está hecho para esos menesteres, y mutiló la posibilidad de la carrera, que habría entrado con el imparable posterior de Arruebarruena. Frank Camilo, lo creo, se pintaba solito para ejecutar el sacrificio.

Fue un desliz. Y traer a Pedroso, otro más. O colocar a Ibáñez en el campo corto, teniendo a José Miguel a mano. Pero ahí no se fue el juego. Lo perdimos en cada conexión para doble matanza, cuando más nos hacía falta el batazo salvador.

Definitivamente, no merecíamos ganar.

Positivo: El aparente despertar ofensivo de Yulieski. Negativo: La improductividad con corredores en base. Preocupante: Las vacilaciones del bullpen cubano. Incomprensible: Lo de siempre, el toque con Eriel.