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Strike 3: Prácticamente todos los que son

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

“Lo peor es fracasar con las ideas de otro".

Helenio Herrera

No discrepo por vicio, ni me interesa ir por la vida con una espada ciega, ensayando estocadas a diestra y a siniestra. Pero a veces hay cosas que no me complacen, y las digo. ¿Que no habrá Liga de Desarrollo? Eso está mal. ¿Que se le da poca importancia al Juego de Estrellas? Pues muy mal. ¿Que el misterio es el sino de nuestra pelota? Está requetemal. Pero ya ve, el equipo Cuba me convence.

Soy un confeso partidario de Víctor, algo que he escrito varias veces en este mismo espacio. Inclusive rompí muchas lanzas por su designación al frente de la escuadra nacional. Más allá de algún método impropio, un desplante sonoro o cierta declaración desatinada, es un hombre que sabe de pelota, que se da a respetar y que siempre echa mano del criterio. Su criterio, que a fin de cuentas es el manager del grupo.

Es lo que más me gusta del nuevo team Cuba: que tiene el sello personal de su mentor. Porque por más que Víctor se empecine en repetir que cada variante fue debatida en colectivo, estoy seguro de que las grandes determinaciones las tomó él, VM32, personalmente. Tal como debe ser, para mi gusto.

No quiere esto decir que comparta en un ciento por ciento la selección que hoy sale rumbo al Clásico. Probablemente (muy probablemente) usted tampoco. Pero como en materia de béisbol no hay unanimidad posible, siempre vamos a tener divergencias con el manager de turno, da lo mismo si es Víctor, o Fuentes, o Anglada, o Higinio, o el sabio José Miguel Pineda.

A mi juicio, el director supo agrupar a casi todos los que son. Creo, eso sí, que pudo escoger a un emergente zurdo de más cotización, e incluso hay quien opina que debió preferir a Manduley por encima del jovencito Ibáñez. Sin embargo, cualquiera de sus decisiones es susceptible de argumentos lógicos. A menos que se trate de la inexcusable omisión de Ariel Pestano.

Hay que reconocerlo: Víctor fue flexible. Que es la actitud usual de los inteligentes. Salvo unos pocos nombres intocables –Yulieski, Despaigne, Abreu, Cepeda-, los demás nada tenían seguro en el equipo. Y por eso al final se cayó Rusney Castillo, una estrella en slump. Y por eso finalmente tuvieron entrada Peraza, Tomás y Pedroso, que hacían falta. Y se coló Raúl González, utilísimo.

Así pues, lo reitero: simpatizo con la gestión de Víctor, y me gusta la escuadra que acaba de armarse. Pero voy a decirlo desde ahora, para que mañana no me muerdan los colmillos del oportunismo: lo anterior NO significa que ya vea a mi equipo en San Francisco, disputando el trofeo del Clásico Mundial.

Aún hay mucho batazo que dar por el camino para echar a volar esos sueños guajiros...