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No he podido soñar con Patti Smith

Patty Smith, cantante estadounidense

Por Lázaro Jorge Carrasco

Patti Smith no es una cantante. Vamos a comenzar por aquí. Patti Smith es una poetisa que canta, y esta es una verdad tan incontestable como la verdad de que un gay no es auténtico si no conoce la letra de I will survive, o la verdad de que la gente no quiere la soledad o la verdad de que es aburrido ser uno mismo todo el tiempo, irremisiblemente.

Patti Smith es una veleta flaca que daba brincos en los escenarios neoyorkinos y chillaba como chillan los discos de vinilo en las manos de un Dj. Una chiquilla que había leído a Rimbaud y se había enamorado de Bob Dylan. Que había logrado escribir un poema llamado Dinero gratis, en el cual contaba una historia sobre los deseos de llevar a su amante a la estratosfera para chequear los planetas, y luego llevarlo abajo adonde fuese caliente, a Arabia; y luego a donde fuese frío, y hacia los campos de nieve a rodar y a soñar, a rodar y a soñar, y a rodar y a rodar y a soñar y a soñar.

Ahora está un poco vieja y ha perdido la delgadez. Todos vamos perdiendo cosas por el camino. Supongo que a los 66 años se ha dejado bastante atrás: pesadillas, amigos, ideas, espejismos, amantes desaforados que se han mecido como péndulos, y han echado a andar y han ido y venido y vuelto a detenerse en algún punto. Lo importante es que Patti nunca ha perdido la poesía, que es la única manera de darse cuenta de qué se trata todo esto o de volverse loco. Por eso intento destacar la diferencia entre un cantante y un poeta, como es esencial conocer la diferencia que existe entre los amores contingentes y los amores necesarios.

En los 70 Patti Smith era hermosa. Tenía un par de trenzas de aspecto viscoso distribuidas entre el pelo y unas licras oscuras muy rasgadas. Le cantaba al Dalai Lama y a la Guerra de Vietnam como le cantaba a los amantes, a la lujuria y a los hombres desventurados en el amor que orinan en la orilla de los ríos.

Su primer disco Caballos se grabó en 1975. El año de la película Saló o los 120 días de Sodoma, y el año en que murió Roque Dalton. El año en que esta muchacha comenzó a subirse a la tarima y a hacer como que bailaba, sin bailar de veras; a hacer como que entonaba unas notas sin entonarlas en realidad.

Narraba las contingencias de una generación llena de subculturas, y contraculturas. La época de los hippies, el rock psicodélico y la revolución sexual. La época de Aullido, el gran poema de Allen Ginsberg, con quien tuve el placer de soñar hace dos días, aunque no era con quien quería hacerlo.

Me había acostado, como tantas veces lo hice en la adolescencia, para soñar con algo que no era Allen Gisnberg. Había pensado y pensado en lo que quería ver durante mis ensoñaciones y había dicho: «Aquí vamos, aquí vamos». Cuando logré dormitar vi la guardarraya lustrosa que le dibujaba la calvicie en el centro del cráneo. No pude distinguir el lugar en el que estábamos. O no lo recuerdo. Me señaló con el dedo índice y me dijo: « ¡todo es arrastrado por la corriente! ¡Globos! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos y suicidios de animales! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Abajo sobre las rocas del Tiempo!».

Cuando amaneció me sentí confundido y molesto. Estos versos me los sabía de memoria y me gustaban mucho, pero no había logrado dar en mi sueño con lo que quería. Yo quería soñar con la vez en que estuve delante de algunos actores y un director escénico en formación, intentando representar una obra en la que Patti Smith tenía una imagen andrógina y yo me gozaba de esa imagen, así como de sus dientes desencajados y ambarinos y de sus ojeras perdurables. Y me sentí incómodo por causa de la ensoñación frustrada, hasta que al final me convencí de que las cosas de la vida son como son, que no siempre se puede lo que se quiere.

Así que me conformo con no haber visto nunca a Patti Smith en sueños. No puedo echarme a llorar por eso ¿Quién sabe? Va y un día me acuesto pensando en la vejez o en el tiempo detenido en la tierra de Shangri La, y termino soñando con la mujer de la que me he enamorado. Una poetisa. Es casi seguro que no se puede pedir más. Tampoco importa no ser correspondido. Hay ciertas cosas que he aprendido escuchando los pequeños poemas de Patti, y una de ellas es que la vida está llena de posibilidades y de autopistas, de abatimiento y de cosas que la gente quiere y odia con fuerzas variables. Las gente es complicada de veras, y termina amando cosas que odiaba y viceversa. La misma Patti fue tan religiosa en su juventud que luego dijo que Jesús había muerto por los pecados de todos, menos por los de ella.

Mientras tanto voy a ser condescendiente. Me voy a echar en la cama a hacer lo que más me gusta. Voy a levitar. La música es una máquina fantástica que te hace sentir el mundo de otra forma, cualquiera que esta sea. Voy a escuchar un tema en el que la poetisa con la que anhelo soñar habla de un amante que no quiere saber nada de ella. Ella lo ama. Se ha dado cuenta tarde pero a todos no les toma el mismo tiempo. Ella quiere regresar y está (aunque suene ridículo) dispuesta a todo. Parece que a él ya no le importa nada, pero como nadie sabe lo que está en la cabeza de nadie y ninguna puerta se cierra del todo, definitivamente, ella espera que regrese y se pregunta el tiempo que puede tomar.