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Bajo la lupa: ¿Quién manda en el juego?

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Es un duelo breve y extenso al mismo tiempo. Breve, porque el reto es diferente cada vez, porque el desafío nace inmediatamente después del lanzamiento anterior en cada turno al bate. Extenso, porque se expresa siempre que cambia el bateador, durante las nueve entradas, en cada juego de pelota, todos los años de vida activa en el diamante.

Rápido y eterno, intenso y explosivo, enigmático y creativo; siempre nuevo e importante, atractivo e invariable; siempre resuelto con fuerza o habilidad, velocidad o paciencia, malicia o invalidez, donaire o torpeza, suerte o infortunio... Siempre con un ganador y un perdedor, el pulso lanzador-bateador es la piedra angular del béisbol.

Ahí, donde tiene su rivalidad primera y más importante, ahí, en el enfrentamiento primigenio pitcher-bateador, en la línea box-home plate se muestra el duelo cerebral más importante del juego. Y ahí se detienen, durante el 90 por ciento del tiempo, las miradas de todos.

Por ello, el lanzador y el receptor son conductores perpetuos de la acción, los que requieren la concentración mayor en los menores detalles, los que deben tener el pensamiento técnico-táctico más redondo y, debido a esas propias exigencias, uno y otro, también, demoran más que el resto de los peloteros para alcanzar el esplendor en sus carreras deportivas.

En esa relación pitcher-catcher se concentra hoy nuestra lupa, a propósito de la tendencia creciente en la pelota cubana de dirigir la pugna primera del juego desde el banco, ora por el coach de pitcheo, ora por el director técnico.

Ha entrado en la ecuación otra variable -y esta no es una rareza cubana ni mucho menos-: la determinación de los lanzamientos desde una posición fría, lejos del desafío visceral que se vive en los 60 pies (y 12 pulgadas arriba) que separan la loma de los martirios del rectángulo de bateo. Una variable que, en opinión de muchos, vuelve más aburrido un juego monótono por antonomasia o, para decirlo con un eufemismo, menos dinámico que los otros deportes con pelotas.

Sin afirmar que por ello se ha perdido intuición en el juego, el venezolano José Heberto Andrade, pelotero retirado y coach en varios circuitos de la pelota profesional, considera que en la filosofía de equipo el DT tiene la última palabra y eso no admite disputa. "Como técnico siempre se sigue la filosofía del manager", y su criterio comprende también las elecciones de los lanzamientos.

No es mi ánimo contradecir este parecer, pero siento que ordenar los lanzamientos desde la cueva le quita mucho sabor al desafío, porque incluso podríamos no saber nunca quién se equivocó, si el DT, el catcher o el pitcher, en una situación límite.

¿Cómo evaluaríamos, sin suspicacias de ningún tipo, la capacidad del receptor para controlar y guiar al pitcher, ubicar a sus otros compañeros, imponerle su personalidad al árbitro o intimidar, si es posible, al bateador? ¿Cómo evaluamos, sin subterfugios o imaginaciones estériles, la habilidad, valentía, el estudio del contrario y la lectura de cada situación por parte del lanzador?

Quizás suene romántico, pero el juego será más rico, creo yo, en la medida que los lanzadores y receptores, incluso en medio de pareceres encontrados, decidan cómo trabajar, qué repertorio recetar a un bateador de fuerza o a un chocador de pelotas, con las bases llenas o sin hombre en base.

Para el ex lanzador Denis Martínez, una gloria de las Grandes Ligas, la decisión era toda del pitcher y en ella no contaban para nada el coach de pitcheo o el manager. Cuando se le preguntó acerca de "¿quién es el que manda, el catcher o el pitcher?", fue contundente.

En la entrevista, el cronista Edgar Tijerino le mencionó que "Después de la temporada de 1993, Alex Fernández, prospecto de 23 años de las Medias Blancas de Chicago, consideraba clave en su desempeño las orientaciones de un receptor con tanta sabiduría como Carlton Fisk. 'Yo espero sus instrucciones mientras trabajo a un bateador', dijo Fernández en una nota publicada en la revista Inside Sports".

A lo que Martínez, autor de un juego perfecto, respondió: "Fernández habla como lo que es, un pitcher muy joven que necesita de una adecuada conducción por su desconocimiento con los bateadores de Grandes Ligas. No es mi caso como pitcher evolucionado, con suficiente experiencia y los recursos necesarios. Pasé por eso y por las recomendaciones de los entrenadores de pitcheo. Ahora yo soy el que decide qué hacer con el bateador, y sé manejar el entendimiento con el catcher alrededor de eso".

Y agregó: "...pelearía por hacer valer mi criterio en el momento de enfrentar a un bateador... Hay algo muy grave, y es que si trabajas con lanzamientos que no quieres hacer, tu pitcheo se vuelve vulnerable. Yo no puedo tirar lo que se le antoje al cátcher... yo soy el eje del partido... Nunca he visto en un box score que algún catcher aparezca cargando con un juego perdido... Sin embargo, hay situaciones en las que te parece bien la propuesta que te hacen y la pones en marcha.

"Ser capaz de aprender, y ser capaz de levantarme de mi error, es decisivo en tu construcción como pitcher. La única forma en que puedo hacer eso es aprendiendo de mi propia experiencia, no voy a saber lo que estoy haciendo porque otros han tomado las decisiones. Si fallo, voy a saber por qué fallé".

No hay, pienso yo, que armar reglas férreas con el parecer del ex serpentinero, pero no se puede negar que su opinión está sustentada por una carrera de éxito en Ligas Mayores, donde debutó cuando se jugaba "otra pelota", en la que fue considerado uno de los más cerebrales de su tiempo y de la cual se retiró con cuatro mil innings lanzados, 245 victorias y 3.70 de efectividad durante 23 años (562 aperturas y 130 juegos relevados).

Temprano en mi carrera periodística, tuve oportunidad de conversar mucho con Arnaldo Fonseca, un receptor de perfil ofensivo, ya camino al retiro que, no obstante, estudiaba con mucha atención las labores defensivas en la receptoría.

Él era partidario de que el catcher debía responsabilizarse con el juego desde el primer momento. Si el director o el entrenador comienzan a pedir desde el banco -decía- se corre el riesgo de que el receptor deje de pensar y comenzará por dejar de pensar en la estrategia de pitcheo y después en otros detalles importantes.

Según su parecer, aunque al final el lanzador siempre tenía la última palabra, es el que está de frente a sus compañeros quien mejor sabe la condición del pitcher en el juego, si baja o no la velocidad, si pierde control o concentración, cuáles son las mejores armas de su repertorio en el juego y pequeñas observaciones que solo, enfatizaba siempre, se pueden advertir desde "allá atrás".

Ernesto Jiquí Redondo, un lanzador devenido receptor, héroe con la selección de Colombia que se tituló en el Campeonato Mundial de 1947, es más enfático aún: "Fui catcher de una cantidad de pitchers de gran calidad, cubanos, americanos, incluso japoneses como Nakamura, fui el receptor de muchos pitchers grandes, Triple A , Grandes Ligas... Como catcher yo era el primero, el que mandaba, el que dirigía...".

Uno de los compañeros de batería de Fonseca, Gervasio Miguel, no coincidía completamente con él -y menos, supongo, con Jiquí-, aunque que se sepa nunca hubo problemas de entendimiento entre ellos cuando trabajaron juntos en el equipo de Isla de la Juventud.

"Claro que son muy importantes los catchers, porque te transmiten confianza para tirar rompimientos, por ejemplo, con hombres en base; porque te ayudan a cuidar los corredores, porque estudian el partido y los bateadores junto con nosotros. Pero somos los lanzadores los que debemos manejar el partido, los que debemos decidir y trazar nuestra estrategia, somos los máximos responsables del juego, aunque no está de más escuchar a los receptores, al coach y al manager, que como están desde fuera, siempre ven lo que a veces uno no advierte".

Hay, como se observa, dos posiciones bien definidas. Mas, con toda seguridad, ese no es el parecer de muchos de los DT de la pelota cubana, que sobre todo en los play offs dirigen el pitcheo desde el banquillo, personalmente las más de las veces.

Incluso el ya célebre Ariel Pestano, un receptor de la careta a los spikes, se ha visto obligado a voltear una y otra vez la cabeza para orientar lo que decide un coach o DT, lo mismo en la selección nacional que en el equipo Villa Clara.

Se me ocurre pensar, por ejemplo, que quizás si no mediase más que el receptor en el desafío pitcher-bateador, Vladimir García, uno de los mejores lanzadores del país en este minuto, habría tenido la capacidad para resolver lanzarle una recta dura y pegada a Frank Camilo Morejón, en lo alto del noveno, en vez del slider que le rompió el sueño del no hit no run durante el juego de inauguración de la Serie Nacional 52.

Hay, encima, bastante de injusticia acerca del dilema, toda vez que si se logra una lechada, un no hit no run o un juego perfecto, todas las lisonjas son para el lanzador. Es él quien carga la gloria y no se tiene en cuenta el trabajo defensivo u orientador del receptor.

Casi todos los fanáticos recuerdan los dos juegos consecutivos sin hits ni carrera lanzados por Aquino Abreu. Bien, ¿y recuerdan acaso quién fue o quiénes fueron los receptores?  Todos saben que el único juego perfecto de las Series Nacionales lo lanzó Maels Rodríguez en el José Antonio Huelga, pero ¿alguien puede decir quién fue o quiénes fueron los receptores? Y créanlo, tiene mérito, mucho mérito, el trabajo de las defensas en estos desafíos, en primer término detrás del home plate. El mérito debe ser del lanzador, sí o sí. Pero no debe menospreciarse de ningún modo el trabajo de los receptores.

Por otro lado, hay una tendencia a relegar a los lanzadores en las premiaciones más importantes de los torneos, específicamente la de Jugador Más Valioso, concedida casi siempre a los jugadores de posición, receptores incluidos. Y en virtud de ello, muchos lanzadores consideran que se subestima su influencia en los resultados de los juegos de pelota, lo cual puede entenderse como un cuestionamiento de su jerarquía en el juego.

En fin, no existe consenso respecto a quién es el que manda, si el catcher o el pitcher - ¿tal vez el coach o el DT?- en el juego de pelota. Mientras que para el reconocido ex lanzador Lázaro Santana "en el terreno el pitcher es el que manda", otros jugadores le ponen el brazalete a los receptores o los directores.

Yo me quedo con la sustancia y el aderezo que le aporta al juego la porfía "natural" lanzador y receptor versus bateador. Por breve y extensa, intensa y explosiva, enigmática y creativa, atractiva e invariable cada vez, cualidades que el béisbol y sus aficionados siempre agradecerán en cualquier parte, da lo mismo en China que en Japón, en Brasil o en Cuba.