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Strike 3: El regreso de Su Majestad

despaigne

Despaigne la llevó lejos por el centro del terreno.

Igual que ayer, Cuba calló con el madero. Como mismo sucedió la víspera, los de Víctor fueron almas en pena con hombres en base. Pero, a diferencia de este sábado, Cuba ganó el encuentro.

Fue un choque desabrido, marcado por la desidia ofensiva de ambos bandos. Los ponches se sucedían como caballos en un carrusel -el Síndrome de la Croqueta sigue cebándose en nosotros-, y cada fly ponía en aprietos a sus perseguidores. Pero el partido 'se dejaba ver', porque había equilibrio en el score y una vertiginosa procesión de pitchers.

A decir verdad, las Estrellas del profesionalismo taipeyano no eran tales estrellas, mas tampoco firmaban errores de bulto. Jugaron sin complejos, como le corresponde hacerlo a gente que vive del oficio, y aunque poco -poquísimo- enseñaron con el bate, exhibieron capacidad monticular y buenos brazos.

Esta vez, Víctor apeló a varias modificaciones, casi todas sugeridas en mi columna previa. Heredia dejó su puesto a Bell, que disparó par de tubeyes y le puso entusiasmo a cada lance. Rusney se fue a la cabecera del line up, donde -todo sea dicho- fracasó en un intento por sacrificarse. Torriente, buen bateador del right, subió al segundo turno, y Abreu fue colocado por delante de Despaigne.

Fastidiado quizás por el aparente ninguneo, Despaigne decidió el duelo con un swing. El granmense viene acusando serios contratiempos para descifrar los rompimientos, pero entonces se fajó largo y tendido hasta cerrar la cuenta y lograr un contacto que impactó en las remotas gradas del central.

Hasta ese momento, poco o nada se había logrado frente al abridor de los asiáticos, un zurdo de finísimo control, pelo teñido y movimientos inusuales que domeñó a la tanda caribeña combinando astutamente su recta moderada con una sinker ponzoñosa.

Por fortuna para los cubanos, Freddy Asiel no flaqueó en la otra lomita. Hizo el trabajo con la facilidad que él mismo no esperaba, y dejó despejado el horizonte para la rutilante faena de una legión de relevistas agrupados en torno a Pablo Millán Fernández, quien de nuevo sacó las castañas del fuego con parsimonia inglesa y holguinera.

Al final, la victoria. 1x0, que es igual a ganar 15x2, aunque implique una cuota mayor de sufrimiento. Sin embargo, desafíos reñidos son justamente los que necesita dirimir la novena antillana. Que sigue sin pegarle consistentemente a la pelota, pero que vio la luz gracias al reencuentro con Su Majestad, el mejor de los batazos posibles.