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Londres 2012: Pesadillas olímpicas

pesadilla1De la arena al ring, y del ring a la arena. De la arena al ring, y del ring a la arena. Delaringalarena, arenadelaringal... De locura. Esa es mi pesadilla recurrente desde que comenzaron los Olímpicos de Londres. No puedo evitarla. Cada noche, nada más que me duermo, empiezo a ver muchachas en bikini que rematan balones a diestra y a siniestra, y también veo guantes de boxeo, cabeceras, cuadriláteros, y guantes de quirófano, y arena. Mucha arena.

No puedo más. Se me van las dichosas Olimpiadas mirando asentaderas, embelesado con las brasileñas y alemanas, y enterándome de que en las noches juegan con pantalones térmicos "porque aquí refresca mucho" y tao-tao-tao. Aunque a decir verdad, a veces ponen otra cosa. A veces veo -mejor dicho, me dan el privilegio de ver- a púgiles de Singapur, Madagascar, Vanuatu, Islas Marshall, Luxemburgo y Guinea Ecuatorial. A veces, queda claro, tengo unas pesadillas hondas. Malas.

Es que la paso horrible. Y no porque el boxeo me disguste. Para nada. Si hasta mi tesis de diploma fue sobre boxeo. Lo que ocurre es que en Juegos Olímpicos hay tantísimos deportes para transmitir, que me cuesta pasarme las horas soñando que me ponen el boxeo a toda hora, y que me tengo que empujar a cualquier improvisado que suba al cuadrilátero. A los míos, mis campeones, quiero verlos. Y también a algún ruso, a algún kazajo, tal vez a alguno más... Pero vamos, que todo tiene un límite.

Se me van los Olímpicos y no he podido disfrutar un golpe de revés de Novan Djokovic, un mate de LeBron, una estocada. Y el judo me lo ponen si el cubano se mantiene en competencia, y las finales de natación -óigame, ¡qué herejía!- en ocasiones he tenido que verlas diferidas porque en ese momento, cuando se consumaron, la televisión estaba transmitiendo la pelea de Brahim Ndoumbe contra Severiano Van der Kierkoff.

¿Que quién ganó entre Ndoumbe y Van der Kierkoff? No lo sé, pero seguro fue un combate formidable. Como el partido entre las duplas de voli playero de Estonia y Liechtenstein. Que tampoco sé quién lo ganó, pero debe haber sido como para chuparse los dedos. Eso sí, ¡más bonitas que eran las muchachas!...