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Londres 2012: Alexander, como el buen Vino

¿Quién dijo viejo?

¿Quién dijo viejo?

Luego de 250 kilómetros y casi seis horas de recorrido por Londres, el ciclismo de ruta volvió a demostrar que, si se tercia, puede convertirse en una prueba impredecible: el oro fue para el veteranísimo kazajo de 38 años Alexander Vinokourov, la plata para el colombiano Rigoberto Urán y el bronce para el noruego Alexander Kristoff. Esto significa, para los entendidos y para los que no lo son tanto, una mayúscula sorpresa.La armada inglesa, con sobrada razón favorita precompetencia, no aprovechó nunca el trazado eminentemente llano para que su estrella, el sprinter Mark Cavendish (durante los últimos años se ha acostumbrado a entrar por los Campos Eliseos, última parada del Tour de Francia, como si entrase por su casa), luciera en suelo propio sus fulminantes dotes de rematador.

Vimos en los compases finales una escena que ilustra el desastre, cómo el flamante Bradley Wiggins flotaba extenuado en el pelotón. Al parecer, los británicos, y también los alemanes, demoraron mucho la captura de los fugados, y al final el combustible les escaseó. Trabajaron en equipo, pero la confianza y más tarde el desespero les pasó justísima factura.

Incluso viejos sabios como los españoles, australianos e italianos, que contaban con un representante en el grupo de avanzada, a la larga quedaron fuera del podio. A falta de poco menos de diez kilómetros, Vinokourov y Urán comenzaron a separarse con algo de disimulo, y ojos que los vieron ir...

Ambos escarabajos tuvieron que ayudarse, rotarse, alentarse, es decir, fungir como una entrañable hermandad en los minutos finales, si no querían que sus persecutores los engulleran.

Eso, pues, fue lo que hicieron. Y lo hicieron tan bien, que llegaron sin sombras a la meta. Vinokourov -antigua estrella de una escuadra como el Astaná, pero hace cuatro años suspendido por doping- atrapó el oro con relativa facilidad, luego de que en el sprint último el colombiano casi no le ofreciera resistencia. Se desinflaba Urán, pero ya con un segundo lugar en los pedales que Colombia seguramente sabrá valorar en su justa medida. Urán es prácticamente un desconocido, y su nombre, en la línea de arrancada, era uno de esos que parecen desfigurantes.

Del pequeño grupo que arribaba detrás, el noruego Alexander Kristoff se adelantaba. Aún no se divisaba a ninguno de los favoritos, porque el ciclismo de ruta suele coronar la audacia. No las malas estrategias. Ni el conservadurismo.

Para satisfacción de Cuba, nuestro solitario representante, Arnold Alcolea, no solo cubrió el tramo completo, sino que entró a la meta en el pelotón gigante, a muy poco tiempo de la vanguardia y flanqueado por varios de los que, hasta hacía unas horas, habían sido grandes favoritos a la corona olímpica.