Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decidió buscar la reelección estaba consciente de las enormes dificultades que enfrentaría su campaña o por donde vendrían los principales ataques de su oponente republicano, sin embargo, también es de suponer que el mandatario tenía calculado una serie de jugadas políticas para despejarse el camino hacia la victoria.
Es lo que hemos visto en las últimas semanas. Obama, desde su ventajosa posición de presidente, ha implementado o batallado por una serie de medidas para lograr una de sus prioridades: reconquistar el apoyo del electorado tradicional demócrata, el cual lo llevó a la Casa Blanca y hoy se siente decepcionado por los escasos resultados de su administración.
Por ejemplo, la decisión de no deportar a los jóvenes inmigrantes traídos por sus padres cuando niños, es un gesto hacia la comunidad hispana, que lo apoya en más del 60 por ciento. Los alivios fiscales a los estudiantes universitarios endeudados es una forma de reconquistar adeptos entre los jóvenes, un segmento social que se echó en el bolsillo durante las elecciones de 2008. El apoyo a los matrimonios homosexuales fue también una noticia bien acogida en los sectores más liberales de la sociedad estadounidense.
Si bien no podrá mostrar resultados positivos aplastantes en materia económica, Obama requiere mostrarle a su electorado avances concretos en materia social y política.
Ahora bien, todos sabemos que la economía es el gran tema en estos comicios y las de perder están en territorio del presidente; el desempleo se mantiene alto en más de un 8 por ciento (ningún presidente ha sido reelecto con más de un 7 por ciento de desempleo), el crecimiento económico es tímido y hay posibilidades de recesión.
¿Cuál es la estrategia de Obama? ¿Qué intenta hacer para revertir su desventaja? En primer lugar mostrarse como el gran defensor de la clase media frente a los privilegios del gran capital, en ese sentido pide ahora aumentar los impuestos a los más ricos y mantener los alivios fiscales a los que ganan menos de 250 mil dólares anuales. En segundo lugar, intenta ubicar al electorado en el futuro, no en el presente, es decir, lo importante es lo que está por hacerse, no lo poco hecho hasta ahora.
En cuanto a su oponente, el multimillonario republicano Mitt Romney, los demócratas intentan que su ventaja se convierta en su Talón de Aquiles, que esa imagen de hombre de negocios exitoso, y por lo tanto supuesto buen timonel en medio de la crisis, se desvirtúe ante el electorado por sus fraudes y su oscura historia empresarial. Para Obama, Mitt Romney no es la solución, es el problema, es parte de ese uno por ciento más privilegiado de la sociedad y gobernará en función de esa élite, no de la mayoría.
Para terminar algunos elementos: La campaña hoy está cerrada en un país que no es homogéneo, todos los Estados no presentan las mismas condiciones políticas y económicas, por lo tanto hay que especificar la campaña en cada uno de ellos, sobre todo en los llamados Estados pendulares que decidirán al próximo presidente. Además, las estrategias de ambos aspirantes tienen como gran campo de batalla a los medios y para llegar a las pantallas de televisión se necesita mucho dinero, procedente de una colosal maquinaria electoral, cuyo funcionamiento, les prometo, será el tema de un próximo comentario.