- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Strike 3: Un hombre de verdad (+ Fotos)

norge-luis-vera-2001

Cuando Vera lanzaba, yo pensaba que me iba a morir. Era, por si no le bastara el talento, pura belleza.

Salía con sus medias altas y su melancólica elegancia y casi como un ritual preparaba el box, aquel redondel de tierra donde dejaba de ser un pitcher para convertirse en un incesante despliegue de formas. En una demencial acrobacia de luz.

Con los spikes removía el suelo, lo medía. Luego se inclinaba y tomaba la pez rubia o miraba la pizarra o se ajustaba el uniforme, nada de suma importancia, hasta que se acomodaba la gorra y con su mirada imperturbable, una mirada de comerciante persa, se paraba de frente al plato e iniciaba, praxitélicamente, su endiablado windup.

Otros hablarán del Duque. Porque también subía la rodilla a la altura de la visera. Y se contorsionaba. Y a la gente le parecía que después de lanzar, no tendría forma de zafarse del enredo.

Pero el hombre que yo vi fue Norge Luis Vera. Es decir, más o menos lo mismo, aunque a mí siempre me parecerá mejor. Un bailarín del pitcheo. Que es en el beisbol la mayor de las artes. Si uno mira cualquiera de sus fotos, puede que lo confunda con Fred Astaire.

Cuando Vera lanzaba, yo me ponía duro frente al televisor. Su slider congelaba el ambiente. Era como un cuchillo de circo, siempre a la altura de las rodillas. No malgastaba lanzamientos. No intimidaba con su presencia. No gesticulaba más de lo normal. Era un estoico, un tímido, un romántico.

Dos héroes tuve de muchacho. Alexei Maresiev y Vera contra los Orioles. Dos cosas me deslumbraron. La belleza de Milady de Winter y, como ya dije, aquel windup. Dos cosas me sedujeron. La vida de Huck Finn y la mirada dura de comerciante persa.

Llegué a pensar, inocentemente, que Vera me decía algo a través de la pantalla. Pero después supe que no. Que no miraba hacia ningún lugar. Y que sus ojos tristes y su quijotesca ingravidez eran extrañas expresiones de su virtuosismo.

Cómo Vera, a pesar de ser un pitcher ganado por lo reflexivo, un pitcher que llevaba en el rostro la huella indeleble de la sabiduría, lograba ser implacable, es algo que no logro entender. Un pitcher inteligente, muy inteligente, y no por eso menos impetuoso.

Todavía lo veo, así, con el 20 en la espalda, con toda la carga a cuestas, alzando la rodilla, ladeando el rostro, soltando el brazo a tres cuartos, girando las muñecas a favor del tiempo, uno, dos, varios segundos... y la slider cayendo largamente, en un sitio impreciso que no es, pero que bien pudiera ser la eternidad.