Soto fue masacrado en el debut: siete limpias en tres capítulos y un tercio
"Siempre que se hace una historia se habla de un viejo, de un niño, o de sí". Eso me gusta. Pero bueno, tampoco es como para generalizar. A veces, ya lo creo, una historia puede hablar de la Serie Nacional.
De todos modos, lo que quiero contar no será largo. Mucho me gustaría, eso sí, que sonara agradable a los oídos. Que enterneciera o, cuando menos, dejara una ligera sensación de placidez.
Pero no puedo hacerlo (Dios me libre de pecar de oportunista o complaciente). Voy a hablar del inicio del certamen doméstico de béisbol, y he de empezar diciendo que la fiesta no ha sido La Fiesta. No escucho son ni salsa, merengue o reguetón. Más bien, como en sordina, suena un saxo.
El torneo está triste. ¿Qué tendrá mi torneo? Entre una variopinta multitud de razones que atañen a directivos, periodistas, managers, estadios y pelotas, pesa mucho -muchísimo- la incontestable ausencia de pitcheo.
Si se hubiera escuchado el clamor popular -esto es, reducir el número de equipos para concentrar la calidad-, el horizonte no pareciera tan sombrío. Pero se optó por lo contrario -esto fue, mantener el talento disperso-, y el aguacero no demoró en mojarnos.
Llueve a cántaros. Sin embargo, lo que cae no son clavos de agua. Ni siquiera granizo. Como reza en la jerga beisbolera, llueven palos.
Once de los primeros diecisiete desafíos han afeado el pizarrón con más de una decena de carreras. Únicamente uno terminó por la vía de la lechada. Y se lanza para 4,93 limpias por juego, con casi ocho transferencias en cada partido.
Vade retro. Si hasta los lanzadores del team Cuba han soportado un vendaval -Miguel Alfredo, Soto, Yulieski-, ¿qué quedará para los otros, muchos de ellos inexpertos y aun novatos?
Sé que es de madrugada para conclusiones. Falta mucho camino por andar y desandar en esta Serie. Pero también sé que lo que mal comienza, suele acabar peor.
El porvenir inmediato de nuestra pelota reclama medidas. Nada de paños tibios, ni inservibles brisitas. Como Silvio, "yo pediría un rabo de nube"...
Complete usted el estribillo.