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Strike 3: Soles y lunares

Cuba derrota 10-7 a un Puerto Rico en el tercer juego. Foto: Juan Moreno/ Juventud Rebelde

Cuba derrota 10-7 a un Puerto Rico en el tercer juego. Foto: Juan Moreno/ Juventud Rebelde

En el juego más peleado y extenso de la serie que se desarrolla en el Latinoamericano, Cuba venció el sábado a Puerto Rico diez carreras contra siete, sacando a relucir una cadena de carencias monticulares que, afortunadamente, fueron suplidas por el poder de las muñecas.

Nueve puntos –a uno por inning- resumen de cierta manera lo acontecido en el terreno...

  1. A Urquiola le fallaron los pitchers. Vladimir García, el abridor, se presentó duro, pero demasiado predecible. Detrás, Odrisamer llegó como un ciclón, con envíos de hasta 93 millas por hora, mas estaba “regado” como habitación de adolescente. Luego vino Norberto, que –cosa rara en él- se notó divorciado del home plate. Y por último apareció Pedroso, muy aferrado a la recta en menoscabo de sus efectivos rompimientos. A la postre, cada uno de ellos permitió, cuando menos, una carrera limpia.
  2. Un detalle encomiable: en esta ocasión el velocímetro se comportó como es debido. Digo esto porque en los primeros choques solo marcaba a ratos, y cuando lo hacía quedaba –con total seguridad- muy por debajo del dígito real. En esas jornadas, Pérez Pérez, Lázaro Valle y otras hierbas, habrían sido incapaces de rebasar las 83 millas por hora.
  3. Una vez más, Rusney Castillo se lució con el madero. Se trata de un bateador casi infalible con envíos afuera, pero igual impresionó con una Mizuno pegada que debieron fildearle en plena zona de seguridad. El muchacho no quiere soltar prenda. Aplausos.
  4. Sigo hablando de individualidades. El Caníbal Alfredo Despaigne volvió a mandar una pelota más allá de la órbita terrestre, como prueba de que es el hombre de menos de seis pies que más fuerza posee en el planeta. O algo así.
  5. En la receptoría, el manager le dio oportunidad a su coterráneo Quintana, y aquel soltó un batazo que podía llevar la rúbrica de Kindelán, Cheíto y Capiró. Respondió bien, como mismo lo hizo en los play off. Sin embargo, detrás del pentágono le falta controlar esa inquietud que perjudica ocasionalmente a los serpentineros. Aunque eso se aprende. Tiempo al tiempo.
  6. Si en algo discrepo con Urquiola, es en la ubicación de Yuliesky en el line up. Al espirituano parece irle mejor como sexto en lugar del quinto turno, que se pinta solito para José Dariel. Ya lo sé: enseguida vendrá una legión de detractores, pidiendo a puro grito que lo dejen en el banco. Pero, lo digo sin tapujos, a Gourriel yo no lo siento. Me basta con bajarlo. Es cuestión de criterios.
  7. El equipo le sacó poca renta a sus desafueros con el bate. Y Puerto Rico, en cambio, exprimió cada trocito de limón. Fíjese usted que hubo un momento en que el partido estaba 8x7, y a esas alturas Cuba había largado catorce imparables –de ellos cuatro jonrones-, en tanto los boricuas apenas sumaban siete hits con dos errores y un solitario vuelacercas. Claro está, nuestros pitchers habían concedido ocho bases por bolas y propinado un par de pelotazos.
  8. Un pasaje para la anécdota: Melchor Fonseca –que dicho sea de paso es de los árbitros que más confianza inspiran en la justa doméstica- cantó un out (erróneo) después de ejecutar con los brazos la inequívoca señal de safe. A cualquiera le ocurre, es verdad, pero no deja de ser llamativo.
  9. Tres entradas se me antojaron muchas para un hombre que deberá cumplir encargos como cerrador. Verdad, Pedroso las tiró, salvó el encuentro, mas había unos cuantos lanzadores que pudieron salir a trabajar en esa instancia. Si ello salía mal, pues nada, apenas era un juego de preparación. Que para eso son los topes amistosos. Donde no puede perderse es en los torneos oficiales.