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Los domingos, la mala suerte y la Liga Mundial

En las filas de Cuba, el principal anotador fue el zurdo Fernando Hernández, con 19 puntos.

En las filas de Cuba, el principal anotador fue el zurdo Fernando Hernández, con 19 puntos.

Los domingos son días tristes. Sobre todo para los amantes de Arte Siete, espacio donde siempre proyectan la misma película, solo que con diferentes actores. Pero si hoy, en vez de embelesarse con los apolíneos rostros y las consabidas escenas de cada uno de estos filmes, usted bajó a la tierra y presenció el segundo encuentro de voleibol entre Italia y Cuba... entonces, digamos, usted casi fue feliz.

Pero los domingos son como son, es decir, una desgracia.

En la versión liguera del 2009, los cubanos cedieron el bronce un domingo en la mañana. En la edición siguiente, lo mismo. Y pocas semanas después, en la disputa del título del mundo, cayeron ante Brasil. Un domingo igual, aunque por la tarde.

Hoy -lo confieso- no pude ver el partido. Visitaba un antiguo apartamento del Vedado, donde había televisor, pero no antena. Y un televisor sin antena no sirve de mucho. Tampoco me interesó demasiado, porque para sufrir basta con los matanceros en la pelota.

Pero alrededor de las cuatro de la tarde no pude más. Salí a buscar. Y distinguí, a la distancia, inconfundibles y optimistas voces.

Tie break. El partido: 13-11. Cuba arriba. A través de una ventana logro visualizar los últimos minutos.

Adentro, una señora sin rostro, y muy desenfadada, no para de hablar. Comenta cada punto. Me da pena por ella. Cuba pierde 18-16 y todavía no se percata. Solo al rato cae en la cuenta. Me largo antes de que empiece A todo motor y se me acabe de desgraciar la tarde.

Debimos ganar. O mejor: merecimos ganar. El juego de hoy parecía determinante. Por muchas razones. Hubiera sido un golpe de estima. Y hubiera colocado a la selección en posiciones de vanguardia. Bien cerca de Italia y de Corea, mordiéndoles la sombra.

Con el partido 15 a 14 el ataque de Bell debió ser bueno. Todavía no sé cómo ese balón, por unos centímetros, cayó afuera. El auxiliar cubano despegó a sus anchas, el pase holgado, y el bloqueo, agrupado a duras penas, le dejó abierta la línea. Fue un ataque inteligente: con efecto, buscando las manos; un simple roce.

Sin embargo, no cristalizó. Si hubiera sido lunes, tal vez habría fructificado. Pero hoy es domingo. Y los domingos son días tristes, días hechos para la derrota, para una inexplicable melancolía. Y eso no hay dios ni película que lo cambie. Mucho menos un equipo de voleibol.