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Strike 3: El rey del control

Conrado Marrero

Conrado Marrero

Hace cerca de diez años entrevisté a Conrado Marrero. Nonagenario ya, conservaba la gracia criolla y el tabaco permanente entre los labios. Lo acosé con mil preguntas, una de ellas forzosa: "¿Y qué tiraba usted, Premier?". "Slider y recta", me dijo. "¿Sólo eso? ¿Ni siquiera tenía cambio?", inquirí desconcertado. "Mi cambio era la recta", contestó.

El hombre que tenía delante de mí había sido un ganador en la pelota, pese a llegar tarde a su fiesta, y lo había conseguido con venenosos lanzamientos en cámara lenta. Lo que le faltó en el indicador velocidad, le sobró en cuanto a control, coraje, inteligencia...

En la tarde de marras me contó que había aprendido a fildear a mano limpia por la época en que ya era un hombre "hecho y derecho", y que sus primeras curvas las tiró con naranjas en vez de pelotas.

Fue en 1937, con 26 años a cuestas, que el guajirito villareño de la finca Laberinto presentó credenciales en el mundillo del strike. Sucedió en Isabela de Sagua, cuando se encaramó en el box de los locales y le impuso una lechada inexorable al equipo de la Casa Stany, que contaba en sus filas con gente como los hermanos Anselmo, Ángel y Andrés Fleitas.

Tanto impresionó aquel diminuto lanzador de cinco pies y seis pulgadas, que desde ese momento pasó a defender la camiseta de la Stany, y al poco tiempo estaba en boca de toda la afición y se metía en la casaca del team Cuba. Desde 1938 a 1945, Marrero hizo milagros en las filas amateurs, en las cuales incluso rubricó tres juegos de No Hit-No Run a costa del Vedado Tennis Club, la Universidad de La Habana y el club Miramar.

Entre sus prioridades no se hallaba el salto al profesionalismo. Pero ocurrió que la Unión Atlética Amateur lo suspendió en dos ocasiones por intervenir en choques de exhibición contra peloteros rentados, y tras la segunda, Marrero aceptó un contrato para militar en el Chihuahua de la Liga Mexicana. Veni, vidi, vici: el cubano debutó con el liderato de los pitchers, al ganar 28 partidos y ceder en solo ocho.

Luego entraría en la disciplina del Almendares dirigido por Adolfo Luque, y continuó escribiendo páginas de oro. Y a seguidas obtuvo la triple corona con los Havana Cubans de la Liga Internacional de La Florida, y más tarde llegó a las Grandes Ligas con la friolera de 39 años cumplidos.

Lástima que arribó tan tarde allá. Lástima que, para colmo, debiera pertenecer a un equipo precario como los Senadores de Washington, estigmatizados por un famoso slogan que rezaba: "Washington, primero en la guerra, primero en la paz, y último en la Liga Americana".

Sin embargo, el criollo se mantuvo por espacio de un lustro en el rol de abridor, y se le tomó en consideración para el premio al Novato del Año, y en 1951 se le seleccionó para el Juego de Estrellas, y en el 52 terminó en el número 34 de la votación para elegir al Más Valioso.

¿Cómo pudo Conrado -tan pequeño, tan veterano, tan escaso de libras- conseguir tantas proezas? El control fue su secreto. Poner la bola donde dolía más. El propio Andrés Fleitas, quien le recibió en las selecciones Cuba y en el Almendares, observó que Marrero podía liquidar un juego con 89 lanzamientos hoy, mañana otro con 93 y un tercero con 95, y entre los tres haber utilizado solo 10 ó 15 rectas.

A los 47 abriles, el Premier dijo adiós. Detrás quedaba una carrera de 351 triunfos frente a 168 reveses a lo largo de 21 campañas, y la admiración de todo un pueblo.

Increíble: todo eso, pese a que su "cambio era la recta".

En su año de novato en Ligas Mayores, Marrero enfrentó al legendario Ted Williams. Cuenta que lo tenía en dos strikes, y Williams le pegó varios fouls seguidos. Entonces se convenció de que no podría engañarlo y se propuso cerrar los ojos y tirarle una recta por el medio. Williams se ponchó, y Marrero le pidió que le firmara la pelota para recordar aquel momento. El norteño lo hizo con gusto. Pero al enfrentarse nuevamente, el tremendo bateador del Boston le botó la pelota al cubano, y mientras doblaba por primera, le dijo: "Hey, Connie, ve a buscarla para firmártela también".

No obstante, el mismo Williams dejó uno de los mejores testimonios que conozco sobre la calidad del Premier, cuando le declaró a un periódico que "ese cubano parece que lo enterraron hasta la cintura en la lomita, pero si hubiera 10 más como él, muy pocos podrían batear sobre .300".