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El caso de Libia: La ONU al borde de un naufragio inglorioso

consejo-de-seguridad-onuProverbial resulta ya la desfachatez con que Washington maneja la información para engañar a la opinión pública y como inventa argumentos para justificar sus agresiones. Y eso es lo que están haciendo ahora en el caso de Libia.

Sólo hay que recordar la embestida a la antigua Yugoslavia junto a sus aliados de la OTAN. Aquél era el único espacio del continente europeo de interés para las estrategias militares de la alianza agresora hasta donde aún no habían podido extender la supremacía imperialista. Con el escandaloso pretexto de proteger a la población civil, protagonizaron  un bombardeo devastador de setenta y nueve días, más de quince mil ataques. También atacaron regiones civiles en Serbia y en Kosovo.

El senador norteamericano Lieberman tuvo a bien comparar la situación en Libia con los acontecimientos en los Balcanes en la década del 90. Dice, sin ruborizarse, que Estados Unidos "había intervenido para detener un genocidio contra los bosnios" (parte de la disolución de Yugoslavia) para lo cual aduce que lo primero que hicieron fue proporcionarles armas para que se defendieran.

Hillary Clinton asegura que su gobierno está listo para ayudar a la oposición Libia. También dijo que "ninguna opción puede descartarse", mientras el presidente Barack Obama se pronunció en ese mismo sentido.

Ahora que las fuerzas de Gadafi están avanzando hacia las zonas tomadas por la oposición, la Unión Europea y Estados Unidos están buscando la aprobación del Consejo de Seguridad para intervenir, pero aunque tienen el escollo de Rusia y China, no cabe duda de que llegado el momento actuarán -como siempre han hecho- con la bendición de Naciones Unidas, pese a cualquier oposición.

Es decir, si invaden no es para salvaguardar sus intereses, sino para ayudar al pueblo libio, lo cual es una prueba más del cinismo de Washington cuando nunca han reparado en la cantidad de víctimas que pueden provocar sus invasiones militares. Los ejemplos más cercanos están a la vista en Iraq y Afganistán.

Como señala Fidel en una de sus reflexiones: "el imperialismo y la OTAN -seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos- no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar. Las declaraciones formuladas por la administración de Estados Unidos desde el primer instante fueron categóricas en ese sentido".

En cuanto a la tan llevada y traída zona de exclusión aérea, el secretario de Defensa Robert Gates admite que "la zona de exclusión aérea comienza con un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas". La secretaria de Estado -desplegando gran hipocresía- declaraba que cualquier decisión al respecto es un asunto de la ONU y no debe ser iniciativa liderada por Estados Unidos: "Queremos ver que la comunidad internacional la apoye". Sin embargo, The Washington Postinformó al siguiente día que "Estados Unidos y sus aliados están sopesando la legalidad de imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia sin el respaldo de Naciones Unidas".

Lo cierto es que ya la Unión Europea, mediante su responsable de Política Exterior, Catherine Ashton, considera la posibilidad de imponer dicha zona. También el Consejo Nacional de la Oposición aseguró que "obtuvo el compromiso de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia para disponer una zona de exclusión aérea".

Sin la anuencia de la ONU, se puede decir que la invasión a Libia es ya una realidad toda vez que desde finales de febrero cientos de asesores militares de Estados Unidos, Inglaterra y Francia están ya en Cirenaica, la provincia separatista oriental de Libia. En barcos de guerra y buques con misiles,  llegaron oficiales de inteligencia hasta las ciudades costeras de Bengasi y Tobruk.

Hoy la ONU está abocada a un naufragio in glorioso como le sucedió a su antecesora, la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra al finalizar la primera guerra mundial, que no pudo detener la invasión fascista a Etiopía, no brindó ayuda al gobierno legítimo de España en 1936 y aceptó la intervención de Alemania e Italia con lo que acabaron con la democracia en la Península. Contempló indiferente la invasión del Ruhr por los nazis, la anexión de Austria a Alemania y el sacrificio de Checoslovaquia, entregada a Hitler por los gobiernos de Francia y el Reino Unido.

Y desde entonces, en  infinidad de ocasiones Estados Unidos y sus aliados han cometido crímenes masivos sin la anuencia de la Sociedad de Naciones primero, y de la ONU después, en el dominio mundial de acuerdo con su ideología y basados en su potencial económico y militar. La OTAN, por su propia decisión y sin tomar en cuenta el Consejo de Seguridad se erigió en gendarme universal. Los antecedentes se encuentran en los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando Estados Unidos aceleró su programa bélico instalando bases militares en territorios extranjeros, estacionando fuerzas, equipando puertos y aeropuertos, y una vasta infraestructura para servir de apoyo a emplazamientos de carácter ofensivo. Así han complacido desde entonces las crecientes apetencias del poderoso complejo militar industrial.